VII

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»El día de la muerte de tu bisabuelo me confiné en su despacho. Tu abuela y yo estábamos prometidos y me pidió que dejara mi ocupación y la acompañara. Lo hice pero antes me llevé a mi habitación todos sus libros sobre licantropía. Aquella noche con una copa de coñac, los libros en mi escritorio y un puro entre los dedos hojeaba manuscritos y libros muy antiguos. Unos eran medievales y otros más modernos. Me decanté por uno llamado El libro de los hombres lobo de Sabine Barine Gould publicado en 1865. Hacía bastante poco de su publicación. Cuando acabé de leerlo había amanecido y sabía bastante más sobre los hombres-lobo que la noche que acababa de perecer.

»Antes de desayunar volví al despacho de mi padre. Registrando en los cajones del escritorio encontré su diario. Me lo llevé a mi habitación. Puede que encontrara información fidedigna para esclarecer los asesinatos del campesino, el médico y la muchacha.

»Tras enterrar a mi padre en el panteón familiar me encerré en mi habitación a estudiar más sobre el tema que me inquietaba. En un vetusto manuscrito leí que en el siglo XVI condenaron a muerte a un hombre por practicar licantropía. El supuesto hombre-lobo dijo que el Diablo le había dado un collar mágico y al colocárselo en el cuello se convertía en lobo. Fue condenado por sus atroces crímenes junto a su amante. La descripción de las macabras mutilaciones a las personas que asesinó revolvieron mi estómago. Me serví una copa de coñac, encendí un puro y a mi derecha volví a ver el diario de mi padre. Lo cogí, lo abrí y comencé a leer:

El guardabosquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora