[22] *

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El tiempo se estaba ocupando de cicatrizar las heridas que me provocó Margo.
Y, en parte, debía agradecérselo a Derek.

Aunque me volviese loca se había preocupado por mi bienestar al punto de llamar a Matt para recogerme un día de lluvia. Eso lo valoraba.

En el descanso me senté en unas escaleras comiéndome un sandwich, muchas personas me miraban con lástima por estar sola, al menos no había visto a Margo en todo el día.
Pero, sinceramente, me daba igual.

¿Qué les importaba a ellos si tenía o no con amigos? Tenía otras cosas en las que pensar.

Derek, Trent, Margo, Derek, mi madre, Derek, mi hermano... ¿He dicho Derek ya?

Vale, sí, necesitaba alejarme de mi entorno y de mis hormonas.

Las clases fueron bastante aburridas, no estaba centrada, solo pensaba en la cantidad de cosas que me podrían ocurrir y aprovechando mi creatividad intentaba buscarle una solución a cada situación.

Desde algunas muy buenas hasta otras demasiado absurdas.

Al salir del instituto el coche de mi madre me estaba esperando en la calle de enfrente, algo lejano debido a los otros vehículos.
De reojo, vi al mismo pelirrojo que me observaba en la fiesta.
Su mirada se clavaba en mí, estaba apoyado en una moto negra con una pierna delante de la otra y los brazos cruzados.
Su cabello pelirrojo se veía muy oscuro gracias al nuboso cielo.
Y sus ojos seguían igual de intensos que la última vez, fijos y territoriales, quizá me despertara un poco de miedo o inquietud.
Joder,
Dios mío.
Me estaba sonriendo.
Mierda, ¿Lo había observado durante mucho tiempo?

Su mirada viajó desde mi cabeza hasta mis pies y después observó hacia otra parte.
Una niña de unos trece años corrió hacia él y la abrazó.

—¡Malcolm, has venido!

Yo caminé de nuevo hacia mi madre.


Cambiaron muchas cosas el jueves.
Mamá trabajaba y yo estaba con Derek y mi hermano viendo la televisión.

—No, ni de coña me vuelvo a tragar Bob Esponja —Se quejó el pelinegro desafiando con la mirada a Logan.

Él, con la misma rabia, le respondió:
—Tú pones La banda del patio.

Rodó los ojos y mientras me reía a carcajadas; escuchamos el timbre.

Derek no se lo pensó dos veces para poner un dedo sobre sus labios a la vez que observaba a mi hermano y acto seguido se fue a la cocina corriendo.
Los latidos de mi pecho me estrangulaban más a medida que caminaba hacia la puerta principal.

Por favor, que sea un niño perdido o lo que sea, todo menos mi madre.

Y abrí.

—¡Sam! —Gritó Margo lanzándose encima mía.

Venía empapada por la lluvia, y despeinada por el viento.
¿Por qué no se había traído un paraguas?

—¿Qué ocurre? —Traté de separarme por el frío que se colaba a través de la tela de mi pijama, que por cierto era bastante fino.

—Tenías razón, soy una idiota, debería haberte hecho caso y no emocionarme, debería haber conservado nuestra amistad y no irme con Kendall —Gritó sofocada y llorando, temblaba además por el frío o la misma inquietud.

No entendía nada, había vomitado un par de palabras y sospechaba que era una disculpa.

Suspiré y caminé junto a ella para que entrase y poder cerrar la puerta.

—Dilo todo más tranquila.

—Kendall me pidió el coche de mi padre anoche, me dijo que era para un recado urgente y le di las llaves —Se frotó la cara muy nerviosa—. Lo llamé para que me lo devolviera hoy por la mañana y no me cogía el teléfono, no pude ir a clases porque preferí ir a su casa —Eso explicaba el porqué no la había visto— No estaba, fui a la de Trent y me abrió la puerta del garaje.

Me estaba imaginando lo peor.

—Estaba ahí el coche de mi padre, con un faro roto y abollado —Vociferó—. No quiso darme el coche a pesar de haber amenazado con denunciar pero acabó garantizándome que no saldría bien de ello.
Por la tarde vino mi padre y le dije que no sabía dónde estaba el coche. Me gritó, dijo que era una irresponsable, que no debió confiar en mí, que era una inútil que no sabía ni mantener un coche.

—¿Y qué hiciste?

—Correr hasta aquí —se sonrojó—. No sé ni la razón, porque seguramente me eches por mala amiga.

—Pues no estaría tan mal —Apareció una tercera voz: Derek.
Su figura era imponente ante dos personas tan bajitas como éramos nosotras.
Sus brazos estaban cruzados, de una forma amenazante y su voz sonaba rígida.
Ahí supe que Margo no le caía especialmente bien.

Y claro, ella se encogió algo sorprendida.
—¿¡Vive contigo!?

—Derek, te dije que no salieras de la cocina.

Se encogió de hombros.
—Mira, olvídate, esos tres tíos solo buscan chicas para engañarlas y conseguir sus coches para destrozarlos en las carreras y ganarlas, así el dinero que tanto tienen.

Buen negocio, pero jodidamente rastrero.

—¿Por eso ninguno de los tres fue a por mí?

Asintió.
—Seguramente, Trent lo intentó y al comprobar que nunca posees el vehículo de tu madre abandonó la misión.

—¿Y por qué no lo dijiste antes? —Comenté frunciendo el ceño.

—Se merecía un escarmiento por preferir antes a un chico que a su mejor amiga, colaboro con la justicia.

Margo se avergonzó y apartó la mirada.
En el fondo, en el muy fondo, ella sabía que se lo merecía.

—Derek, échale un vistazo a Logan, yo voy a prestar ropa a Margo.

Aceptó maldiciendo por lo bajo y cuando entró al salón ella y yo subimos las escaleras al trote; teníamos que ser rápidas si no queríamos que mi madre nos pillara con todo el marrón encima.

Saqué ropa del armario y al dejarla sobre la cama miré a la chica de cabello pelirrojo que no dejaba de temblar.

Y, de repente, me abrazó.

Susurró miles de veces que lo sentía, que iba a ser mejor amiga, que quería que la perdonase, que todo había sido su culpa.
Todo.
Y no, fue mía también, por dejar que me hiciera daño aun sabiendo cómo acabarían las cosas.

Y aunque una parte de mí se negaba a aceptar su "perdón" decidí soltar unas palabras.
—Eh —Nos separamos y agarré sus hombros— Voy a recuperar el coche de tu padre, o al menos a intentarlo.

Sonrió y añadí una cosa:
—Pero no por ti, ni por mí, sino por tu padre; no merece quedarse sin vehículo.

—Muchísimas gracias.

—Ve vistiéndote, yo voy a hablar con Derek.

Al abrir la puerta, la pelirroja me llamó y giré el cuello para verla.

—Suerte con él —Dijo tras guiñarme el ojo.

Ay señor, esperaba no bajar la escalera sonrojada.
Mis pies pesaban con cada escalón que bajaba y al llegar al pasillo Derek me miró, había vuelto a dejar solo a Logan.

—¿Qué vamos a hacer? —Preguntó serio.

—Tú no sé, yo mañana por la noche voy a casa de Trent para recuperar el coche.

—¿Tú? No vas a conseguir ni el retrovisor.

Me crucé de brazos.
—¿Por qué?

—Me preguntaste en una carrera ilegal si estaba prohibido sabotear —bufó obviando el hecho— ¿En serio me lo estás cuestionando?

—Vale, vienes conmigo.

—A sus órdenes, ternurita.

Llámame Derek [ANULADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora