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—El destino —Le respondí arrugando la nariz.

Recapitulemos, me había vuelto a encontrar al chico de la barra que intentó ligar conmigo la otra noche.
Lo peor no era eso, sino ver a Derek tratando de matarlo con la mirada.

—Obviamente. —Alzó una ceja a mi acompañante, con una sonrisa juguetona y burlona, estaba sopesando la opción de que era su sello de identidad: Su maldita sonrisa.

Derek acarició mi cintura con suavidad y la mirada del chico se dirigió a la mano del pelinegro, frunció el ceño con diversión y escepticismo.

—Bueno, ya veo que no era un lío de una noche, Derek

Sabía su nombre, ¿Cómo? Según recordaba yo, en ningún momento llegaron a entablar conversación.
¿Y si ya conocía a Derek de antes?
Debía de haberme despistado.
El pelinegro no contestó, le observó con cierto... ¿Odio, podría decirse?

El chico rió cabizbajo y el brillo de su mirada me atacó cuando me observó alzando una ceja.
Frunció el labio inferior marcándose las venas de su cuello y se abrió paso entre la gente.
Me volteé a Derek con ganas de una gran explicación.

—¿Qué?

—¿Quién era?

Rodó los ojos y se encogió de hombros, seguro de no decirme la verdad.
Maldita sea, sabía quién era Malcolm y no quería decirme el cómo.

—Derek —Nombré molesta.

—No es nadie que deba interesarte, y si no quieres meterte en problemas asegúrate de no acercarte a él.

Esa respuesta había conseguido dejarme en blanco, algo muy gordo había aquí.

Decidí dejar de lado el tema y fingir que lo había olvidado, claro que de Derek no iba a conseguir información.
Más tarde pensaría otra manera.

Disimuladamente busqué al joven con la mirada aprovechando que el pelinegro hablaba con un grupo que parecía ser de la Corrala.
Ahí estaba, su cabellera pelirroja y ojos oscuros, sus rasgos parecían haber sido cincelados con cuidado, con una nariz fina y mandíbula pequeña pero que a la vez le daba un aspecto varonil.

Su mirada chocó con la mía y la desvié con vergüenza.
Formé, además, una cortina con mi pelo y volví a meterme en el ambiente del grupo de muchachos y Derek, hablaban de la última pelea que hubo entre Vincent y un tal Dago que, por lo que escuchaba, no parecía ser muy amable en el círculo.

Uno de los chicos imitaba los golpes mientras exponía su opinión con emoción y otro asestaba puñetazos al aire indicando lo que hubiese hecho, tras ello, le enganchó del cuello jugando y todos rieron.
No sé por qué, pero en aquel momento sonreí, tal vez porque había algo que los unía; el boxeo callejero.
Hablaban con tanto sentimiento que hasta sus ojos brillaban al contarlo.
Era pasión, pura pasión la que tenían y adicción a la adrenalina; de adentrarse en un sitio tal y como es la Corrala. Pocas veces había ido pero se notaba que aunque fuese un sitio "secreto" era conocido, podía considerarse el fondo del iceberg que algunos ven pero pocos se molestan en descubrir e investigar.

Y si no, que me miren a mí; tantos años al lado y nunca me di cuenta de ello.

—¿Y quién eres? —Preguntó el chico que enganchó del cuello al otro, sus ojos azules me miraban interrogantes.

—Samantha —Me encogí de hombros.

—¿Has ido alguna vez a la Corrala? No me suenas.

Derek jugó con sus dedos y me relajé, estaba algo nerviosa al hablar con personas que ni siquiera conocía.

—Sí, pocas.

Se rió y otro muchacho se metió en la conversación.
—Por eso ponía esas caras al oírnos hablar sobre peleas.

El pelinegro pasó un brazo por mis hombros.
—¿Acaso vosotros llegasteis a la Corrala sabiendo? —Alzó una ceja mirando al ojiazul— Freddy, te recuerdo que tú no sabías ni presentarte al público.

Todos se rieron excepto el pobre Freddy.

El pequeño rato que salimos se basó en hablar, beber alguna que otra copa y soportar el sonido estridente de la espantosa música.
¿Qué narices le pasaba a la música de ahora? Casi todas las canciones hablaban de lo mismo.

Antes de salir, Derek se disculpó puesto que había olvidado despedirse de la camarera.
Resultaba que ella también había ido alguna que otra vez a la Corrala a pelear, increíble, parecía ser yo la única blandengue del lugar.

Esperé fuera del antro, respirando el aire puro y relajando a mi corazón; latía rápido seguramente por la adrenalina de hoy:
En ese momento mi madre se pensaba que estaba durmiendo como un ángel y no en la calle rodeada de desconocidos.

—¿No tienes frío? ¿O también estás a dieta de abrigos? —Bromeó el chico de cabellera pelirroja.
En la oscuridad sus ojos se veían negros y penetrantes, me reflejaba un poco distorsionada en su pupila.

—Estoy esperando a Derek.

Sonrió y le respondí al gesto, ansiaba comprobar si podía sacarle un poco de información.

—¡Tío! ¿Piensas venir ya o qué?

Él miró a un pelinegro de ojos color miel y asintió mientras rodaba los ojos irritado.
—Bueno, ya nos veremos más veces —Guiñó un ojo y alcé una ceja— Chica sana.

Mi cabeza movía los engranajes con rapidez, sin embargo, antes de llegar a algún resultado en concreto, Derek apareció a mi lado y me acerqué a él para conseguir calor, maldito, olía jodidamente bien.

Giré la cabeza y miré sobre su hombro; el pelirrojo nos estaba observando, al igual que sus amigos y con cierta curiosidad en su mirada.

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Ciao, bellos.
Vengo a informar de que HE ACABADO LOS BORRADORES QUE TENÍA DE ESTA HISTORIA.
A partir de aquí todo será lo que me salga de la cabeza.
Veremos los resultados.

Voto por que será un desastre.

Llámame Derek [ANULADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora