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Era ya por la mañana cuando abrí los ojos y sentí frío en los pies.
Hasta que vi, al girarme en la cama, que Derek estaba acaparando toda la manta.
Fruncí el ceño y me levanté con ganas de tirarlo al suelo, podía resfriarme y faltar al instituto por su culpa, aunque a los segundos me quedé observando sus pestañas espesas y mi enfado pasó a una ternura extrema.

Me vestí, me arreglé, vigilé si mi familia seguía dormida y bajé las escaleras con cuidado.
Al principio me preocupaba el no dejar el cerrojo puesto al irme, no obstante Derek siempre se levantaba minutos después para irse a casa de Matt, además, quién sabe, si lo pillan quizá pondría la excusa de que quería mirar el estado de la casa como buen niñero que es.
Salí de casa bañándome en el frío mañanero, debía ir andando al instituto ya que mi madre libraba para hacer las maletas, el viaje era mañana y mi estómago no podía encogerse más de los nervios.
Esperaba que caminar una hora y media me calmase.

Al llegar, las clases transcurrieron normales.
Fue en el recreo cuando las cosas se pusieron interesantes.

—¡Sam! —Gritó Margo andando hacia mí con una sonrisa en el rostro.
Me levanté del banco de madera en el que permanecía sentada y sonreí al verla.
Hubo algo pesado que abandonó mi pecho al ver en perfectas condicionas a mi amiga.

—¿Dónde has estado?

Sonrió pícara.
—Estuve con un chico el sábado, aunque me pillé un resfriado y con el dolor de cabeza tampoco usé el teléfono.

Suspiré, resultó no ser algo grave.
—Deberías haberme avisado.

Se encogió de hombros y volvimos a sentarnos; por unos segundos nos mantuvimos en silencio, cada una comiéndose su almuerzo aunque de vez en cuando Margo comentaba algo del chico del sábado.

Fruncí el ceño al ver al pelirrojo que últimamente no dejaba de encontrarme en todos lados,
Malcolm se llamaba, estaba hablando con unos chicos a través de la verja, con la moto rugiendo a su lado y el casco sobre el asiento.

—¿No sabes quién es? —Preguntó mi amiga al darse cuenta de mi pequeño espionaje.

—¿Tú sí? —Dije con la esperanza de que me contara algo más del chico.

Se encogió de hombros.
—Malcolm, veinte años, escuché que trabaja en cosas algo... Sucias.

—¿Sucias?

—Por Dios, Sam —Se quejó rodando los ojos— Drogas, cocaína principalmente. Va a la gente fácil y de esa gente fácil forman parte los estudiantes, por eso está aquí.

—Un camello —Susurré asimilando la información.

Entonces, ¿por qué trabajaba de camarero?

Mordí pensativa el interior de mi mejilla.
Me sonaba demasiado raro, un chico de veinte años que debería tener un trabajo más o menos decente se dedicaba a traficar con drogas, aunque no parecía una persona así.
Al fin y al cabo era él el que iba a recoger a aquella niña pequeña de vez en cuando.
Puede que el dinero de las drogas lo necesitase para cosas importantes como facturas.
¿Qué hacía metiéndome en la vida de otros?
Samantha, cállate.

Malcolm me observó desde la lejanía mientras se guardaba un fajo de billetes en la chaqueta, no tardé ni segundos en apartar mi vista e irme dentro del edificio fingiendo mantener una conversación con Margo.

Llámame Derek [ANULADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora