Encarcelada (Primera parte)

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Diario de abordo: La Pandora sigue viajando sin rumbo por el espacio. El Doctor y yo seguimos encerrados en la bodega, quien nos mandaría meternos aquí. Aunque aquel lugar es tan inmenso que tardaríamos semanas en toparnos con algún ángel lloroso. Necesitamos ayuda.

La tripulación de la Pandora estaba muy ocupada intentando retomar el control de la nave. Había gente por todas partes; corrían de pasillo en pasillo, pulsando botones y bajando palancas. Todos tenían una función y todos ellos eran importantes. Menos yo.

Yo no tengo ningún propósito en esta maldita nave.

Solo me paseaba por las inmensas salas que componían la parte más alta de la nave buscando algo que hacer.

Y no lo encontraba.

A veces pienso que nadie me echaría de menos si desaparezco de aquí.

Como habitualmente mi presencia no era necesaria, siempre me sentaba en un rincón de la sala de máquinas y empezaba a escribir historias fantásticas. Me imaginaba que salía de aquella nave y que contemplaba todo el universo, que visitaba todos los hermosos planetas y que veía las enormes constelaciones de brillantes estrellas.

Y tanto tiempo pasé escribiendo que se me empezaron a cerrar los ojos y caí dormida en el suelo.

Un ruido suave me despertó. Jamás lo había oído antes. Me levanté y eché un vistazo a mi alrededor. Toda la sala estaba a oscuras, excepto por una pequeña luz amarilla que brillaba por encima de una gran turbina.

Quise saber de donde salía aquel destello y empecé a caminar en su dirección.

Escuché un sonido de un objeto metálico cayendo al suelo y un grito agudo, parecía la voz de una muchacha. Luego escuché a otra persona mandarla a callar. Decidí esconderme detrás de una bombona de oxígeno.

Aguardé unos segundos y asomé la cabeza para observar de donde procedía el ruido. No conseguía ver nada desde ese ángulo, así que salí de mi escondite y volví a echar una mirada a mi alrededor.

Y me topé con algo realmente extraño.

Lo que parecía una cabina telefónica de color azul era la causante del ruido y la luz. No recordaba haberla visto nunca por aquí, y eso que vengo todos los días.

Me acerqué más aún a aquella cabina hasta que alargando el brazo conseguí agarrar el pomo para abrirla, pero no lo hice.

Quien sabe lo que puede haber dentro de eso.

Pero antes de que me diera tiempo a volver sobre mis pasos y salir de allí, la puerta se abrió y apareció detrás de ella un hombre con pajarita.

No pareció sorprenderle demasiado mi presencia.

-¡Hola! -Se acercó y me estrechó la mano eufóricamente. Yo aún no sabía muy bien que hacer.- Soy el Doctor.

Parpadeé sin saber qué decir.

-Yo soy Wanda, ¿De dónde sales?

Pero no me contestó. En lugar de eso, me agarró la mano y me llevó al interior de la cabina.

Y... vaya.

-¡Es más grande por dentro!- Dije. No podía creer aquello, carecía de lógica.

-Sí, me lo dicen mucho- Contestó. No parecía peligroso.-

Pese a su reducido tamaño exterior, aquella cabina era enorme por dentro. Tenía escaleras, botones, palancas y demás cosas parecidas.

-¿Qué es esto?- Pregunté, aún sorprendida.

-Es una nave, la más grande que hayas visto. Se llama TARDIS, y es mía. -Me miraba con unos preciosos ojos profundos y curiosos.

Yo no dejaba de alucinar.

Bajé la escalerilla algo insegura y llegué hasta el panel de mandos. Estaba lleno de millones de botones que jamás había visto en una nave normal. Todo relucía y había luces parpadeando por todos lados. Aquello era muy extraño.

El Doctor se acercó a mí por detrás.

-Mira esto- Dijo.

No me dio tiempo a darme la vuelta por completo cuando se volvió a esfumar. Apareció en el panel de mandos y comenzó a pulsar extraños botones y largas palancas que hacían un ruido muy peculiar.

Yo seguía ahí, de pie. Aún sin saber qué era lo que estaba haciendo.

De pronto, la nave azul empezó a sacudirse y volvió a hacer el ruido suave que me despertó.

Yo me tambaleé, pero conseguí agarrarme a una barandilla.

-¿Qué está pasando?- Empecé a asustarme-.

Llévame contigo (Doctor Who)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora