Estatuas que sonríen (Tercera parte)

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Me agarró de la mano y empezamos a correr por un largo pasillo. Las luces se apagaron de nuevo y cuando volvieron, un ángel estaba delante de nosotros y nos cortaba el paso.

Paramos en seco y miré hacia detrás. Estábamos al final del pasillo y parecía que ninguno nos seguía, por el momento.

-¡Acabo de decirte que no los pierdas de vista! -Me dijo- Si los dos hubiéramos mirado hacia atrás, Dios sabe donde estaríamos ahora.

-¡Lo siento!

-Busca una salida.

-¿Por qué yo?

-Porque yo estoy vigilando que no nos maten.

Miré rápidamente hacia los lados y visualicé una puerta a pocos pasos detrás del ángel. No recordaba haberla visto nunca, pero sea lo que fuese lo que hubiese dentro, sería mejor que el ángel.

-Lo tengo. Una puerta, allí.

El Doctor seguía mirando fijamente al ángel.

-Normalmente soy yo el que busca las salidas, pero hoy te cedo los honores.

-Un placer.

El plan era contar hasta tres y correr agachados hasta aquella puerta antes de que las luces volvieran a apagarse.

-No estoy segura de que vaya a funcionar. -Grité. No tenía muy claro lo que estaba pasando.

-Yo tampoco. Una, dos... y tres.

En aquel momento, las luces se volvieron a apagar. No contaba con eso en mi plan.

El Doctor me soltó la mano y yo sin ver absolutamente nada me arrastré por el suelo sin rozar la estatua. Cuando las luces volvieron a encenderse, el ángel se había dado la vuelta hacia nuestra dirección.

-Te toca vigilar. -Me dijo.

Clavé los ojos en la estatua. Ahora parecía sonreír.

El Doctor se acercó a la puerta que, cómo no, estaba cerrada.

El plan había fallado.

Para mi sorpresa, del bolsillo de su chaqueta sacó un artefacto que parecía un mando a distancia gris y con una luz verde que hacía un ruido parecido al de un escáner. Lo pasó por la cerradura de la puerta y acto seguido, ésta se abrió.

-¿Qué es eso?- Pregunté.

-Un destornillador. Vamos, ya tendremos tiempo para las demás preguntas estúpidas. Ahora corre hacia aquí.

Dejé de mirar al ángel y corrí hacia donde estaba el Doctor. Cruzamos la puerta y nos topamos con una inmensa escalera que descendía hacia un lugar oscuro.

Él la examinó un momento y me volvió a agarrar de la mano. Estaba decidido a bajar.

Yo no accedí a moverme.

Se giró para ver por qué razón yo no me movía.

-¿Qué ocurre? -Me preguntó.

-No pienso bajar ahí.

-¿Por qué?

-Es la bodega de la nave, tengo prohibido el acceso. Solo conocemos una quinta parte de ella. Es tan grande que tardaríamos semanas en encontrar otra salida. Además, en ella hay criaturas espaciales encerradas en enormes celdas.

No voy a bajar.

Tengo miedo.

Llévame contigo (Doctor Who)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora