II

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Joder, joder, joder. 

A veces Aomine se arrepentía de ser tan idiota.

Con Kise en brazos, el sudor en la frente de haber corrido hasta el apartamento, el estrés y la preocupación tampoco lo ayudaban. 

¿Cuál era el número de la casa de Kagami? 

¿Cuarto izquierda o derecha? ¿izquierda o derecha? ¿derecha o izquierda?

Suspiró. 

A la mierda, izquierda. 

El sonido del timbre inundó el apartamento. Unas leves quejas se hicieron presentes. Rápidamente reconoció la voz de Kagami, cosa que hizo que sonriera de forma triunfal. 

Miró a la persona que tenía en brazos. La verdad es que parecía de verdad un ángel (incluso con los golpes de caerse del cielo). 

La puerta del apartamento se abrió lentamente, dejando ver a un recién levantado dueño molesto por la insistencia de la llamada. 

-Aomine, qué haces a- no pudo ni terminar de formular la pregunta. Aomine ya había ingresado en el apartamento- sí adelante, pasa, como en tu casa.

-No entiendo qué ha pasado, estaba por la calle, lo han golpeado, no se despierta, todo mal -explicaba rápidamente el nombrado.

-hey, tranquilo, tengo el botiquín de primeros auxilios- comentó preocupado Kagami- dame un segundo y miro si tenemos vendas.

Dejó al joven modelo en el sofá blanco de la casa. 

Echó una mirada por todo el apartamento, nunca se había fijado bien cómo era, ya que generalmente iban ahí para celebrar fiestas o encuentros todos. 

Unas paredes blancas rodeaban toda la sala. Era un salón medianamente grande. Una mesa de cristal en el centro, con unas pequeñas revistas de baloncesto. La televisión en frente de la ventana. Ésta última detrás del sofá. El sofá tenía dos almohadas, una roja y otra celeste. De alguna forma recordaban al dúo del Seirin.

Simple pero acogedor. 

Una cocina junto al salón. Ninguna pared los separaba, cosa que hacía que al entrar, el apartamento pareciera más grande.

 Aomine supuso que el pasillo llevaría al cuarto de Kagami, al cuarto de invitados y a los dos baños. 

No estaba seguro, pero suspiró cuando, desde el pasillo, Kagami salía con el botiquín.

-Contexto por favor- dijo confuso el pelirrojo- ¿Qué ocurrió exactamente?

-No lo sé, pensaba desde lejos que Kise y el estúpido de Haizaki estaban jugando -cogió aire- al parecer estaban peleándose, no entiendo por qué.

Un silencio se hizo presente. Los dos chicos miraban al tercero que reposaba en el sofá. 

-Aomine, quédate aquí, voy a ir a comprar una pomada para los moretones y vendas, por si acaso se acaban -acto seguido se puso un abrigo- volveré con Kuroko, cuida de Kise. 

Un gesto con la cabeza fue suficiente para que Kagami dejara su apartamento. Parece que hoy habría una reunión de urgencia.

-A-ayuda... -un leve murmuro hizo que rápidamente volviera la mirada al rubio. 

-Hey, rubia, estoy aquí, contigo -colocó su mano en el cabello amarillo del contrario, dando un leve masaje.

-¿A-aominechi? –murmuró el contrario, abriendo lentamente los ojos- ¡Aominechi!

Dispuesto a lanzarse a abrazarlo, un gran dolor en el abdomen hizo que hiciera una mueca de dolor.

-¿Qué tal la siesta bella durmiente? 

¿Por qué tenías que ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora