Consuelo en la oscuridad

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La tenue luz de la luna era lo único que se podía apreciar en aquel salón al que Alec había llevado a Mía.Ninguno emitía algún sonido, exceptuando las respiraciones agitadas de ambos que hacían eco en el aula.

Levantando la cabeza con la intención de mirar a la chica directo a los ojos, Alec dijo:—Escucha Mía, quiero aclarar las cosas contigo.—Los segundos pasaron y la joven aún no hablaba.—No quiero alejarme de ti, no otra vez.—Continuó él mientras la chica apreciaba la triste luna.

Oye, escucha despistada.—Agregó colocando sus manos en las mejillas de la muchacha con la intención de acercarla a su rostro.—Te amo.—Masculló y aún a unos milímetros de los labios de la joven espero una respuesta.

—Y-yo tamb...—Alcanzó a responder antes de que un recuerdo la atacara.—Me gusta mucho, ¿mi mejor amiga me da permiso de casarme con él?—Recordaba Mía a una pequeña Sam pidiendo permiso para casarse con Alec y también venía a su memoria que ella le había dado su permiso, no sin antes abrazarse y reír, juntas.

—No, no Alec.—Interrumpió la chica sus recuerdos para volver al tiempo actual.—Hay que dejarlo ir, los amores en la juventud son pasajeros, verás que en unos años no te acordarás de mí.—Hizo una pausa intentando sonreír para finalizar diciendo:—No sufras Alec, no te aferres a mi.

Aquellas palabras habían dejado atónito al chico, haciendo que dejara de sostener la cara de Mía en sus manos para demandar una última petición.

—Tengo una última cosa para decir.—Por alguna razón la luz de la luna fue bloqueada por una nube dejando en tinieblas a ambos jóvenes.—¿Podrías mandar todo al diablo por un segundo y dejar que te bese?—Preguntó fríamente dejando que la corriente del aire fuera de nuevo, el único ruido.

Mía tomo las manos de Alec suavemente para llevarlas a su pecho y esbozando una sonrisa que embriagaba calma pidió algo al muchacho antes de salir a prisa de allí.

No te tortures más.

Escuchó él, dejando que el silencio y la oscuridad de esa noche le brindaran consuelo, tras quedar destrozado  al haber escuchado esas palabras que penetraban en el con mayor intensidad que un cuchillo.

Alec...¿Me odias?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora