Sabes ese momento, ese momento en el que te das cuenta de que nada es como creías.
Ese momento en el que la realidad te azota el rostro sin piedad y no eres capaz de pensar con claridad.
Ese instante en el que asumes que no merece la pena fingir que eres perfecta porque todo en lo que creías no lo es.
Y todo tu mundo se viene abajo.
Así era yo, perfecta, hermosa, inteligente, popular,
Vacía.
Y entonces me di cuenta.
Y entonces decidí cambiar.
Y entonces apareció él.Pero para que lo entendáis debo empezar por el principio.
Aquel día amaneció como cualquier otro, mi despertador sonó a eso de las siete de la mañana, estiré mis brazos en un bostezo y me dispuse a ducharme.
Salí del baño con gotas todavía resbalando me por el rostro y abrí mi armario en busca de la ropa que me pondría aquel día.
Escogí un vestido rosa chillón que me habían regalado mis padres y lo combiné con una pulsera del mismo color que me había regalado mi novio, Beau.
Detestaba el rosa, aunque no tenía intención de decírselo.
Suspiré y me deshice del pijama violeta que llevaba puesto.
Beau Longer era "el chico perfecto" según mi padre, claro.
¿Por qué qué mejor que el chico perfecto para la chica perfecta?
Beau era el hijo del jefe de mi madre, y terriblemente insufrible. En un principio habíamos sido amigos, hasta que decidió que yo era su tipo, y me vi en la obligación de aceptar una cita con él a petición de mis padres. Poco después comenzamos a salir, y aunque yo le dejaba a penas besarme, y probablemente él me ponía los cuernos constantemente, me dejaba tranquila, solo tenía que acompañarle a fiestas y sonreír delante de nuestros padres, todos contentos.
Acomodé el vestido y subí la cremallera, acto seguido me acerqué al espejo bufando.
Observé mi rostro detenidamente, bajo mis grandes ojos grises se habrían paso ligeras ojeras de un color púrpura.
Apliqué un ligero maquillaje en estos y mascara negra para mis pestañas.
Cepillé mi largo cabello rubio que se abultada en todas las direcciones posibles. Sonreí.
Si había algo que realmente amaba y nunca me podían quitar era mi cabello. Mi madre había intentado numerosos tratamientos capilares para alisarlo, sin embargo este se resistía a ser domado.
Por último elegí unos tacones negros de plataforma que mi madre había dejado preparados para mi, la noche anterior y me acerqué de nuevo al espejo para contemplar el resultado final.
Hice una mueca al ver mi reflejo, me veía como un enorme pastel rosa.
Agarré mi bolso, mi i phone y mis cascos y bajé lentamente las escaleras de mi habitación hasta la planta baja.
Mis padres se encontraban sentados en el comedor, en silencio. Suspiré.
¿Algo peor a que tus padres se pasaran la vida discutiendo?
Que se ignoraran completamente.
Me encogí de hombros. Supongo que así se querían.
O eso esperaba.
-Hola mamá, hola papá.
Ambos levantaron unos instantes el rostro para observarme y volvieron a bajarlo en aprobación.
La rutina de todos los días.
Me despedí de ambos con un beso en la mejilla, agarré una manzana y salí rápidamente de casa. Procuraba estar el menor tiempo posible cuando estaban ellos, me sentía como una desconocida en mi propia casa.
Mis dos mejores amigos se encontraban apoyados despreocupada mente en su BMV rojo mientras me esperaban con una sonrisa.
-Hola idiotas. Dije subiéndome de un salto.
Ellos dos eran los únicos que conocían realmente mi verdadero yo. Ese que tenía que esconder delante de todos a petición de mis padres.
Les había conocido en el jardín de infancia cuando le había echado leche por encima a Nathan por molestarme y Sawyer me había defendido, después de aquello los tres hicimos un pacto de amistad.
Nadie me volvió a molestar después de aquello.
-Hola enana. Respondieron ambos al unísono.
-Ashley sigue sin dirigirme la palabra. Comentó Sawyer mirándome con una sonrisa.
Ashley era novia de Sawyer desde hacía 1 año, ellos insistían en seguir juntos a pesar de estar discutiendo la mayor parte del tiempo.
Bufé.
-Eso te pasa por hacer el subnormal. Dije con una mueca.
Se revolvió su pelo marrón y yo me removí un tanto incómoda.
Había tenido un pequeño enamoramiento de mi amigo hace un par de años, pero sin duda este estaba más que superado.
Nathan se pasó una mano por su largo cabello pelirrojo y soltó un eructo que dio por zanjada la conversación.
Sawyer y yo soltamos una sonora carcajada.
Continuamos el resto del camino hablando sobre cosas sin sentido.
Casi no me di cuenta cuando Nate aparcó frente al instituto y abrió las puertas invitándonos a salir.
Los tres bajamos del vehículo como almas llevadas al infierno.
-No quiero ir al instituto. Suspiró Nathan haciendo un puchero.
-Noah, mira quien viene por ahí. Dijo Sawyer ignorando completamente los mugidos de Nathaniel.
Antes de que pudiera girar la cabeza a ver adónde indicaba su mano, unos brazos envolvieron mi cintura y depositaron un suave beso en mis labios.
Yo le devolví el beso vagamente y me aparté despacio, para encontrarme con unos hermosos ojos azules que me miraban impasibles.
-Hola Beau. Saludé sin demasiado entusiasmo.
Odiaba a mis padres por obligarme a salir con aquel sujeto, está bien, si, parecía un modelo de revista adolescente pero no hablaba de otra cosa que no fuese sexo, y aunque en un principio había tenido sentimientos por el, estos se habían esfumado al completo.
Era horriblemente perfecto, egocéntrico, y superficial.
Así que si, la nuestra era una de esas relaciones tóxicas, donde rezas para que la otra persona rompa contigo, ya que tu no tienes el valor de hacerlo.
Cogió mi mano con delicadeza y se despidió de Sawyer y Nathan con un leve asentimiento, para arrastrarme después con él adentro del instituto. Miré a mis amigos de reojo mientras estos hacían muecas estúpidas intentando animarme.
Sonreí sin poder evitarlo y negué con la cabeza.
Nunca cambiarían.
Pero yo estaba a punto de hacerlo.
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Bad Girl
RomanceNoah Thomson siempre fue la chica perfecta, la chica buena, familia ideal, calificaciones impecables, animadora, intachablemente hermosa... Pero, ¿Qué pasaría si llevara un diablo escondido? ¿Qué pasaría si lo sacara a relucir? Nickolas Pearson, muj...