CAPÍTULO 8

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Nunca creí haber visto a Sawyer tan enfadado.
Cuando era pequeña me encantaba molestarle quitandole cosas, ya que al ser en ese momento más bajito que yo me resultaba fácil. Una vez derramé un poco de agua en su peluche favorito, ciertamente esa mirada que me había asustado tanto no era ni la mitad de horrible de la que llevaba ahora en su cara.
Me giré y respiré hondo, contando unos segundos para tranquilizarme.
Me sentía una idiota. ¿De verdad le había hecho eso?
Algo de mi me recordó que en realidad no éramos nada. Pero agité esos pensamientos de mi cabeza y me volví para enfrentarle.
Le miré unos segundos en los que sus ojos verdes brillaban con furia.
Acercó un paso su cuerpo y bajo sus labios a los míos.
Yo giré mi cara de manera que estos se posaron sobre mi mejilla.
Él asintió con resignación y levantó las manos en señal de rendición.
Movió su cuerpo un pasó atrás al entender que acababa de suceder.
-Hablamos más tarde. Murmuré a la par que alzaba mi cuerpo para besar su mejilla de vuelta.
El no pareció satisfecho con mi respuesta pero sonrió y desapareció por el enorme pasillo.
Me giré por este en dirección contraria y encontré una gran botella de vodka por el suelo, y sin pensarlo dos veces la agarré y me la bebí entera de un trago.
A la mierda con lo de no emborracharme.
Hice una mueca cuando el líquido impactó contra mi garganta, tenía un sabor horrible.
Bajé las escaleras y corrí a sentarme en el sofá donde me había encontrado minutos antes.
Rodeé la mirada por la fiesta hasta que divisé a un sonriente Nathan que jugaba al billa bong con varios chicos del equipo.
Me acerqué tambaleandome y notando como todo mi cuerpo empezaba a arder ligeramente.
-¡Nathan! Grité saltando sobre él y callendome estrepitosamente sobre unas personas que no pude distinguir.
Estás se rieron y me ayudaron a la levantarme.
Nathan, me miraba entre confuso y divertido.
Me giré para señalar a la mesa y mi amigo, me apartó hacía atrás para que no volviese a perder el equilibrio.
-¡Quiero jugar! Anuncié moviendo de un lado a otro los brazos.
Sin querer al apoyarme sobre una persona delante de mi conseguí que fallase el tiro que intentaba acertar y recibí algo parecido a un "¡oye!" como respuesta.
Que divertido. Pensé. Se me mueven los brazos solos.
Por algún motivo ese pensamiento me hizo mucha gracia y agité más los brazos por encima de mi cabeza.
Nathan me agarró de muevo intentando que parase.
Llevaba su pelo anaranjado y largo atado en un pequeño moño por encima de la cabeza.
Parece un poni. Pensé a lo que me volvió a entrar la risa.
-Noah, para, le vas a dar a alguien. Me regañó, intentando parecer serio. Yo sonreí más.
Haciéndole caso omiso me subí a la mesa que tenía delante y intenté bailar al son de la música torpemente.
Desde abajo mi amigo sonreía ligeramente intentando mirarme con desaprobación.
Divisé las caras de dos de las arpías sentadas en el sofá y las señalé mostrando muecas de vómito, a lo que todos a nuestro alrededor estallaron en carcajadas.
Los ojos amarronados de mi amigo iban de uno a otro grupo temiendose lo peor.
Chloe y Kelsey cambiaron sus caras al enfado pero no reaccionaron.
Uno de los chicos de al rededor de la mesa gritó algo del tipo:
¡Quítate la ropa! A lo que yo negué con la cabeza enseñándole mi dedo del medio.
Desde luego estaba borracha, pero no tanto como para ser gilipollas.
Nathan, que llevaba una camiseta granate, se derramó su propia bebida encima al hacer el amago de bajarme de la mesa.
A lo que yo me desplacé más lejos para que no pudiese alcanzarme.
Pude vislumbrar la figura de un Sawyer borracho mirandome con una mueca de desaprobación desde la otra punta de la sala, recordé entonces todo lo que acababa de pasar y mis piernas se aflojaron.
De repente unos brazos me agarraron por detrás y todo dio una vuelta de 180 grados.
Di gracias por llevar todas mis cosas encima ya que tan solo pude ver vagamente como Nate abría la puerta de la casa y abandonábamos la fiesta finalmente.
-Nathan, como no me bajes... empecé.
Él me dio una palmada en el trasero y yo le apolee la espalda indignada.
-¡CERDO!¡GORRINO!¡VERÁS CUANDO CONSIGA BAJAR!
Cada insulto que salía de mi boca aumentaba su risa.
Llevaba pantalones cortos por lo que era capaz de ver sus piernas pálidas y pecosas caminar por el asfalto.
Intentaba menearme para provocar que me soltase, pero los intentos que hacía por escapar resultaban inútiles.
Yo era fuerte, o por lo menos me consideraba fuerte, una vez le había roto por accidente la nariz a mi prima en un ataque de risa, pero los brazos de Nathan me resultaban hormigón.
El cansancio empezó a apoderarse de mi y poco a poco dejé caer mis brazos a ambos lados de mi cuerpo.
Después de una rato más despotricando acerca de como pensaba destrozarle el culo cuando consiguiese bajar y de varias oleadas de náuseas, caí dormida.
Abrí los ojos tan solo al sentir como me depositaban en una cama extraña y me tapaban con una manta.
A la mañana siguiente desperté a eso de las 9, un rayo de sol que entraba por entre las cortinas estaba posado en mi cara y voces se comenzaban a escuchar abajo.
La habitación de invitados de la casa de Nathan era grande, y tenía colores grises y beis que daban un toque de relajación.
Al levantarme, la cabeza me dio vueltas.
Miré a mi alrededor y me percaté de que mi amigo me había cambiado a una camiseta suya para que durmiese más cómoda.
Agarré un pantalón mío que encontré en uno de los cajones y bajé ruidosamente las escaleras.
Había pasado tantas noches en casa de Nathan que prácticamente el cuarto de invitados me pertenecía.
Entré en la cocina y me serví un vaso de agua.
El ruido de la puerta al abrirse me sobresalto y la madre del chico que se encontraba todavía durmiendo entró en escena.
-Noah, cariño. Me saludó Marisa dándome un abrazo. Hacía mucho tiempo que no te veía.
Yo sonreí, aquella mujer era prácticamente mi segunda madre, ella había sido mi cuidadora desde que tenía uso de razón y huía a su casa cada vez que necesitaba alejarme de mis padres.
-Hola, Marisa. Saludé energéticamente. Te he echado mucho de menos.
Ella sonrió y sacó mi bol de cereales del estante. Prácticamente tenía casi todas mis pertenencias en aquella casa.
-¿Qué tal? Preguntó con mirada significativa. Me contó Nate, que habías roto con Beau.
Se sentó a mi lado en la mesa y yo abrí la nevera para coger la leche y echarmela junto con los cereales.

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⏰ Última actualización: Dec 08, 2020 ⏰

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