Capítulo 18.

104 17 0
                                    

No puede ser que él se encuentre a unos escasos metros de mí. No es posible, esto no es real. Veo en su cara miedo, mucho miedo y preocupación algo que simplemente al momento se transporta a mi cuerpo y una corriente eléctrica viaja por mi espina dorsal.

Mis manos empiezan a sudar y temblar sin cesar. ¿Qué es lo que está pasando?.

Sigo mirándolo, no puedo apartar la vista de él. Está tan cerca de mí, tan lindo, más alto desde la última vez que tuve la suerte de verlo, ¡Kevin está aquí!.

Veo que sus ojos color avellana empiezan a aguarse. ¿Qué ocurrió?.

Trato de acercarme un poco pero siento mi cuerpo muy pesado. Estoy en un estado de shock, en el que mi cuerpo no reacciona. Quiero saber por qué está llorando, ¿cuál es su frustración?, ¿qué es lo que siente en este momento?.

Necesito saber si se encuentra bien.
Necesito abrazarlo, decirle que todo estará bien, que tiene su escondite en mis brazos. Necesito estar con él.

Estoy frustrada. NO PUEDO MOVERME Y NECESITO TOCARLO. NECESITO LIMPIAR SUS LÁGRIMAS CÓMO ÉL HIZO CON LAS MÍAS.

Luego de minutos. Largos minutos que puedo llegar a decir que fueron horas, semanas e incluso años. Pero me sentía bien, lo estoy viendo y me siento como la mejor persona del mundo.

Recuperé el mando en mi cuerpo, me acerqué hacía él.

Él sigue llorando.

Sus ojos no son así.

¿En dónde está su brillo especial?.

Estoy tocando su cara. Su suave rostro. Sus mejillas con su rubor encantador ya no está allí. ¿Qué pasó con él?.

Seco sus lágrimas, porqué desde que lo conozco nunca lo había visto llorar.

Pero esto no es posible, Kevin no está vivo, no quiero asumir la loca idea de que él se encuentra muerto pero está a unos pocos centímetros de mí. Sólo estoy feliz, feliz de verlo, de sentirlo sólo un poco.

–Kevin, ¿Qué pasa?–Digo asustada, con mi voz cortada, temblorosa y susurrante.

–Sal de la tienda y espera afuera. Debes de ser fuerte, ¿sí?. Tú siempre lo haz sido desde el primer momento. Haz eso por mí, creo que nunca podré morir en paz ni ir a la luz si no ves lo que tengo por enseñarte. Te amo, siempre te amé. Hoy, mañana y siempre. Gracias por todas las cosas que haz hecho por mí mientras yo estoy cuidándote desde el otro lado, sólo quiero decirte que dejes de llorar en las noches por favor. Sigue llevándome las Oreos a mi tumba. Amo ver cómo hablas tu día a día conmigo, que lo compartas conmigo. Las Oreos se las come una pequeña niña sin hogar que vive allí en el cementerio.
Te amo, ya es hora. Anda hacia afuera y espero algún día me perdones por esto.

Mi boca esta tan seca como una hoja de papel.

Mi cuerpo reacciona y me dirijo hacia a las afueras de la tienda.

La tienda está ubicada en una esquina donde está un semáforo y da entrada a distintas calles.

Veo a mi lado izquierdo un auto negro. Va muy rápido, sobresaliendo el límite de velocidad. El semáforo cambia a rojo de manera rápida. El auto negro debe de frenar o si no se estallará.

No, no, no.

Ese es el auto del padre de Kevin. El Audi negro.

De frente entra en mi campo de visión un camión rojo. El camión no vió el auto.

Veo en el auto a Kevin, con unos ¿Globos?. No entiendo nada.

No, ¡TIENEN QUE FRENAR!.

El papá de Kevin está hablando por su móvil. Está furioso.

Mi Realidad©.«Editada».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora