Capitulo 6

358 56 14
                                    

Mercado de esclavos de la región sur, país de Hanna, ciudad de Camer.

Aunque mí moralidad inculcada me decía que era algo malo, no me quedaba otra opción, necesitaba uno.

Verán, tenía un problema. Desde que llegamos a la ciudad hasta el momento que me di cuenta habían pasado ya tres semanas.

Aunque logre juntar bastante oro, el otro sacerdote no se interpuso en mi camino y además subí dos niveles, no todo fue bueno.

En una de mis "consultas" me encontré con un grupo de tipos que no necesitaban mis servicios, sino que querían robarnos todo lo que teníamos. De alguna forma logramos salir del apuro gracias a la diferencia de niveles, pero ese pequeño inconveniente me hizo darme cuenta que necesitaba a alguien que peleara por nosotros.

Yo no poseía ninguna habilidad de combate y dicha sea la verdad, siempre fui pésimo peleando. Lirenia sabia usar el arco, pero, además de cazar, no le veía mucha utilidad y Ameia, aunque tenía alguna experiencia debido a la vida que llevó hasta el momento, no era muy fuerte, así que tampoco podía ayudar demasiado. Y contratar a alguien estaba fuera de cuestión ya que no confiaba mucho en las personas, después de todo apenas y conocía a alguien en este mundo.

Lo que nos llevó a la situación actual.

En mi poder contaba con treinta monedas de oro, veinte de plata y ciento ocho de cobre. Como el carruaje tiene un costo de diecisiete monedas de oro y los caballos, cuatro monedas de oro cada uno, solo me quedaban nueve monedas para gastarlas en un esclavo.

Durante el tiempo que he pasado en este mundo me di cuenta que el oro era una moneda muy valiosa.

El mismo vendedor me dijo que un carruaje era una inversión mayor, pero bueno, eso me convenía, ya que con el tiempo le sacaría una buena ganancia y me permitiría viajar más rápido a otros lugares sin necesidad de usar teletransporte.

Y la verdad es que necesitaba moverme rápido del lugar. Como bien había dicho antes, el sacerdote local no me molestaba, pero era porque teníamos un trato. Él curaría a los ricos mientras que yo solo me encargaría de los pobres. Era por eso que a las personas ricas les cobraba mis servicios mucho más caro.

Al principio el sistema funciono bien, pero pasado algún tiempo una que otra persona se disfrazó de pobre y me hicieron curarlos. Al sacerdote local no le gusto para nada eso, y aunque no me lo dijo, sé que se encontraba enfadado conmigo. Por supuesto que no iba a esperar que actuara en mi contra.

Por eso irnos y tener a alguien que nos proteja era una prioridad.

—Señor Gabriel.

Ameia interrumpió mis pensamientos. Habíamos llegado.

El mercado de esclavos era un edificio de seis plantas, aunque la mayoría de él estaba ocupado por cuartos en donde tenían a las víctimas. Aunque no sabía cómo uno se convertía en esclavo, sí que me entere que era difícil que te pasara, al menos en este país, debido a sus estrictas reglas conforme a eso.

Ameia no era mi esclava, era más como una trabajadora de tiempo completo contratada por seis años, a los esclavos de les ponía un hechizo de obediencia, cosa que ella no tenía. De hecho, si quería podía irse, aunque considerando que haciendo eso quedaría desahuciada, era entendible que se quedara a mi lado.

—¿En qué le podemos ayudar?

Una empleada nos habló desde detrás de un mostrador. Estaba vestida de forma muy elegante, con un saco color rojo sangre parecido a los de las tiendas departamentales.

Me acerque a ella intentando aparentar que sabía lo que tenía que hacer, digo, solo comprare a un humano, en este mundo no es ilegal. Demonios, diciéndolo así se escucha mal.

Lirenia libro 1: La sombra de los cuatro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora