Al fin, después de casi dos meses de estar en esa ciudad, disponía de los recursos financieros necesarios para iniciar mi viaje, rediseñe el carruaje para hacerlo más amplio y lo había pintado idéntico a una ambulancia. Además de que Kel ya había aprendido lo suficiente del idioma para poder estar bien. Lirenia... ella era otra cosa. Ameia tuvo que aprender su idioma para poder comunicarse con ella.
—¿Por qué de blanco? —Pregunto la susodicha mientras cargaba unos costales llenos de telas—. ¿Y para qué son estas cosas?
—Para que nos reconozcan cuando nos vean. Y las telas son para sustitutos de vendas. Aún tengo que encontrar un sustituto para las jeringuillas, pero...
—¿Jeringuillas? —Ameia, que pasaba por ahí, me miro con curiosidad. Ella cargaba comida para las bestias, una especie de perros muy grandes y delgados.
—No importa, no importa. ¡Lirenia, muévete o no habrá paga!
Después de ver los inmensos gastos que me costaba mantenerla, decidí tratarla como mi empleada, dándole un salario fijo que se gastara como quisiera. Al principio se enojó, pero después de discutirlo casi toda una noche, término aceptando cuando le dije que era eso o la dejábamos tirada.
Claro que no le iba a decir que realmente no puedo alejarme mucho de ella ni tampoco que ella puede ordenarme lo que desee. Sería un infierno si se enterara.
—¡Ya está, maestro! —gritó Kel una vez las cosas estuvieron en su sitio.
Era momento de partir. El emotivo momento de dejar la ciudad llena de recuerdos y buenas experiencias detrás. Aunque no tenía recuerdos ni buenas experiencias con esta, así que la salida fue más bien seca. Ni Ameia tenía ganas de despedirse de su familia.
Una vez cruzamos las puertas nos subimos al carruaje. Kel y Lirenia en la parte del conductor y Ameia y yo dentro. Nuestras posiciones eran debido a que esos dos eran los que tenían habilidades de ataque, mientras que la niña y yo solo podíamos defendernos.
—¿Y ahora adónde vamos? —pregunto Lirenia.
No me di cuenta hasta hace poco, pero a esa chica sí que le gustaba viajar. Durante nuestra estancia en la ciudad estuvo un poco amargada, pero una vez salimos comenzó a ponerse animada.
—Según el mapa, hay un pueblo a seis kalsec de distancia, todo recto.
Para aclarar, un kalsec eran más o menos dos kilómetros, cada país tenía medidas diferentes, lo que a veces ocasionaba que se confundieran cuando comerciaban entre ellos. El kalsec era exclusivo de este país.
Ameia era bastante inteligente, en poco tiempo aprendió lo más básico del lenguaje; los nombres de los pueblos y ciudades, la lectura de los mapas y las notas cortas ya no le causaban problemas.
—Pero según mis informes —dije—. Ese lugar ya tiene un sacerdote. Dudo que nos sea de utilidad.
—Pero señor —me contradijo Ameia—. El sacerdote de ahí es simplemente un sacerdote del templo. No puede hacer mucho. Un sumo sacerdote como usted...
Ella me miro con clara curiosidad mal disimulada y algo de orgullo. Como dije, era lista, nunca le dije que era un sumo sacerdote, lo averiguo por sí misma. Incluso aun cuando no podía leer la mente, comprendí lo que pensaba. ¿Qué hace un sumo sacerdote sin un templo? ¿Quién es su dios?
Claro que no iba a afirmarlo, ni negarlo, solamente lo dejaría pasar.
—Bueno, solo pasaremos por ahí, si veo que hay clientes, entonces actuare —le respondí, encogiéndome de hombros.
Adelantándome a la situación, contrate un montón de juglares para que fueran anunciando en todos los pueblos del carruaje blanco que llevaba a un sanador milagroso, cuyos costos cualquiera podría pagar. En verdad, no recuerdo cuantas posadas, cantinas ni burdeles visite solamente para encontrarlos.
![](https://img.wattpad.com/cover/118368619-288-k948152.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Lirenia libro 1: La sombra de los cuatro.
AdventureGrabriel es un chico con pocas preocupaciones en la vida, un día, mientras llegaba tarde al colegio, fue transportado a un mundo de fantasía por alguien a quien nombra Sueño. Poco después se entera que fue llevado a ese mundo para servir como el sum...