—Aburrido... Esto es muy aburrido... Estoy taaan aburrida...
Aunque debería estar enojado por los continuos quejidos de Lirenia, no podía sino darle la razón.
Esto era aburrido, terriblemente aburrido.
Un paisaje hermoso se veía afuera, con animales que nunca había visto corriendo en los pastizales que rodeaban el camino y más allá se veían esplendidas montañas nevadas, mientras que ligeras nibes blancas cubrían el firmamento.
Si, era algo idílico, seguramente cualquiera se emocionaría al ver esos paisajes tan exóticos, pero, siendo honestos, ¿Porque rayos me importaría eso? Yo quería
Llevábamos seis días en el carruaje, aburriéndonos a más no poder gracias a que el pueblo más cercano estaba a kilómetros y no nos habíamos topado con ningún alma en todo este tiempo. Yo hubiera asegurado que el mundo estaba más vivo, pero parecía que no era así.
Seis días, eso era lo que llevábamos hablando solamente entre nosotros. Ya sabía todo lo que había que saber de mis escl... compañeros, así que después de eso, el viaje se había tornado tedioso, sobre todo con los silencios incómodos que duraban horas cuando me tocaba a mi decir de donde venía y mis relaciones interpersonales. Lo primero, no quería decirlo y lo segundo, ¿se comía acaso?
—Señor Gabriel, se comporta de una forma indecorosa —me regañó Ameia al verme tirado en el fondo del carruaje junto con Lirenia—. Debería comportarse como un noble, no como un niño, eso es lo que se espera de usted.
—Lirenia... quítate de encima.
Sin hacerle caso a Ameia, intente apartar a Lirenia, quien es hallaba acostada sobre mí, atravesando mi estómago. Si de por sí ya sentía mucho calor, lo que era raro por mis estadísticas supuestamente aumentadas, ella lo incrementaba.
—No puedo... muero... me quemo...—se quejó ella.
De nuevo, no podía culparla, el calor era insoportable, no sabía cómo Kel y Ameia, ambos sentados en los asientos del frente del carruaje, sin cobertura, con el abrasante sol dándoles en la cara, parecían estar perfectamente bien. No eran humanos, seguro.
Bueno, al menos sé que Kel no lo es.
—Ameia, ¿eres alienígena? —pregunte, presa del agónico calor.
—No sé que es eso, pero... Ella es un ser de lava y Kel es un elemental de fuego, no hay más explicaciones —comento Lirenia, riendo.
—¡Eso explica todo! —Y vaya que lo hacía.
—¡Por todos los dioses! —se quejó Ameia. Entro por la portezuela que daba al interior del carruaje y obligo a levantarse a Lirenia, quien aún seguía riendo como loca —. El calor los afecto. Esto no es nada comparado con lavar ropa durante el verano. Vamos, levántese señor Gabriel, que da mala impresión. ¿Y si alguien lo ve así?
Pero niña, no hemos visto a nadie en semanas...
Bien podría pesar más del doble de ella, pues la pobre estaba muy delgada, aunque la obligara a comer el doble que nosotros para que no afectara la imagen del grupo, pues ya de por si Lirenia la afectaba por si sola, pero aun así Ameia intento cargarme para ponerme de pie.
Agradezco su esfuerzo, pero hacia demasiado calor. Al revisar mis estadísticas vi que la resistencia había desaparecido, lo que explicaba porque me afectaba tanto. Aunque era extraño, no tendría porque haberlo hecho. Mirando bien algunas otras características secundarias también habían desaparecido, o se habían visto reducidas, dejando solo las relacionadas a mi profesión intactas.
Maldito Sueño, me abandonas en tiempos de necesidad.
—¿Cuantos soles hay en este mundo? —pregunte.
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Lirenia libro 1: La sombra de los cuatro.
AdventureGrabriel es un chico con pocas preocupaciones en la vida, un día, mientras llegaba tarde al colegio, fue transportado a un mundo de fantasía por alguien a quien nombra Sueño. Poco después se entera que fue llevado a ese mundo para servir como el sum...