Karla.
Jugaba, frustrada, con una moneda de oro en mis manos. En realidad no se podía decir que estuviera enfadada, pero si algo molesta. Y es que las cosas que no entendía tenian ese efecto en mi. Y es que en ese momento había muchas cosas que no tenían sentido.
—¿Que te pasa? Llevas días así —me preguntó Cecil, quien estaba recostada en un sillón y comía, perezosa, los platos que los cocineros del castillo habían traído para nosotros y colocado en una mesita que mi amiga había acercado hasta que estuviera a solo la distancia de su brazo—. ¿Acaso tiene que ver con Gabriel?
—No... Bueno, si, la verdad es que si —le respondí—, sentandome junto a ella, mientras tomaba un poco de comida—. Dime, Cecil, ¿acaso tú no crees que es raro?
—¿Que cosa?
Cecil seguía comiendo, sin apenas hacerme caso. Ella era mi mejor amiga, pero la verdad era que a veces me exasperaba mucho.
—¿Como que "qué cosa"? Piensalo, ¿por qué esta aquí? Nos dijeron que eramos los únicos, solo nosotros diez. Además, ni siquiera recuerdo que hubiese ido a la escuela ese día. ¿Es amigo o enemigo? Estoy bastante segura de que lo escuche murmurar algo como "van a perder". Pareciera que conoce a nuestro enemigo, incluso que simpatiza con él. Además, ¿quien diablos era ésa? El sumo sacerdote dice que es hija del enemigo, lo que lo hace mucho más raro.
Cecil me miró con una ceja arqueada, pero estaba segura que no era la única que había notado las inconsistencias. Se suponía que teníamos un enemigo, pero en cuanto uno de nosotros intento ir tras ella fuimos detenidos de inmediato por el sumo sacerdote. Y él estaba pálido al darse cuenta de que Gabriel estaba ahí.
Además, estaban los rumores. En el castillo circulaban susurros dichos entre la servidumbres, de platicas secretas que se daban entre el rey y el sacerdote. Sobre santos muertos y pueblos desapareciendo. Incluso nuestro instructor se hallaba más callado y tosco que nunca.
Si, algo no estaba bien.
—Y también está eso...
Abrí las cortinas que daban al patio. Ahí estaban nuestros compañeros, vagando o coqueteando con las criadas. Las otras chicas se encontraban en el otro patio, haciendo quien sabe que cosas. Sabía que al menos una tenía pensado casarse con un príncipe.
—¿Que? —Cecil me miro sin comprender.
—¡Que solo andan de vagos! ¡Se supone que enfrentaremos a un dios! —Exasperada, cerré la ventana. No lo entendía, al menos uno debería compartir mis dudas.
—Vamos, amiga, se razonable. El sumo sacerdote nos dijo que ya estamos mas que capacitados. ¡Es momento de divertirse! ¡Disfruta de esto mientras puedas! Después de todo pronto saldremos en una misión y nosotras somos cruciales...
Sanadoras. Sacerdotisas... Esa era el trabajo que se nos había dado, es para lo que nos habían traído. No era un rol que me gustará especialmente, ya que cuando jugaba videojuegos yo prefería pelear o ser de apoyo, pero era cierto que éramos cruciales en el grupo.
—Yo no me creo nada de lo que me dicen, aquí hay algo raro —susurré.
Me levante de la silla y comencé a pasear por la habitación.
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Lirenia libro 1: La sombra de los cuatro.
AdventureGrabriel es un chico con pocas preocupaciones en la vida, un día, mientras llegaba tarde al colegio, fue transportado a un mundo de fantasía por alguien a quien nombra Sueño. Poco después se entera que fue llevado a ese mundo para servir como el sum...