Capitulo 9

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Ya era de noche, pero no me quedaba de otra más que intentar leer el herbario gracias a la ayuda de una luz mágica proporcionada por Lirenia, aunque en realidad no había avanzado nada pues mis ojos estaban ansiosos por cerrarse. Necesitaban descansar, me decían, pero me era imposible hacerles caso.

—¡Señor Gabriel!

El repentino llamado de Kel me saco de mi sopor. Se supone que él y yo estábamos de guardia mientras Lirenia y Ameia dormían. Era algo tan aburrido que debería haber caído dormido, pero seguíamos en el camino, así que no fue problema mantenerme despierto gracias al bamboleo del carruaje

.—¿Qué? ¿Llegamos?

Según el mapa, la cuidad a la que nos dirigíamos no debería estar tan lejos todavía, pero se supone que llegaríamos antes del amanecer para entrar con el día, ya cuando las puertas estuvieran abiertas. Esa era la razón por la que viajábamos de noche, pues todos queríamos descansar de una buena vez en una cama cálida.

—Sí y no. Venga acá afuera. Tenga cuidado de no despertarlas.

Me sentí extrañado por sus palabras. Si bien él no era alguien precisamente alegre, tampoco había mostrado jamás una mirada tan seria como la de ahora.

Mire por la ventana a donde me señalo y contuve el aliento por la impresión. Allá adelante se veía un pueblo, pero todo el lugar estaba completamente destruido.

—¿Que paso aquí?

Obviamente Kel no me podía responder, pero aun así la pregunta salió de mí sin que pudiera evitarlo.

Y es que el humo que aún salía de algunos restos de lo que, en alguna ocasión, fueron casas, me indicaba que el ataque fue reciente, o de al menos pocas horas atrás.

¿Bandidos, tal vez?

—Vamon...

Estaba a punto de ordenarle retirarnos, pero Kel me interrumpió.

—Espere, por favor. Revisemos si hay sobrevivientes. Sé que es de mal gusto pedírselo, pero... por favor.

Era extraño, él no pertenecía a la especie humana, así que no debía congeniar con las personas de por aquí. Rayos, incluso tenía entendido que los odiaba, por esa cuestión de que convertían a su especie en esclavos.

—Nunca había visto algo así —respondió ante mi interrogante silenciosa—. Esas casas no fueron quemadas, es más como si las hubieran golpeado con fuego. Y no siento magia en el aire. Para algo tan grande es imposible que se hubiera disipado ya. Es demasiado extraño.

Mire de nuevo la destrucción. Era cierto, parecía más bien como que el pueblo había sido bañado con bombas, no incendiado. Había visto imágenes, así que la impresión no era tanta, pero para quien no hubiese visto algo igual, en definitiva sería... único.

—Está bien, vamos.

Accedí por otra razón. Sentía una especie de picazón en el cuello, no sabía cómo explicarlo, pero era como si instintivamente supiera que en este lugar algo andaba mal. Algo no encajaba... lo vi casi enseguida, como si me llamará.

—¿Las despertamos? —pregunto Kel, señalando a Ameia y Lirenia.

—Sí. Explícales lo que pasa, volveré enseguida.

Antes de que lograra replicarme, baje del carruaje y me dirigí a una de las casas destruidas. La razón era simple, un objeto que de ninguna forma debería estar aquí llamó mi atención.

Para cualquiera que viniera de donde yo lo hacía, ver algo así sería común, lo venden en todas partes. Sin embargo, esa cosa no puede ser fabricada en un lugar como este, donde la magia y la creencia de varios dioses era lo único que los separaba de la época medieval. Y aunque si se pudiera, me era imposible imaginar cómo podria tener esa forma.

Lirenia libro 1: La sombra de los cuatro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora