Capítulo 5

54 24 5
                                    

Cuando termino de recogerme el cabello en una coleta me miro en el espejo del baño de chicas de la universidad.

La camiseta de Damián Loretti huele de maravilla, me queda perfecta, es ancha y me llega a más de la mitad de los muslos.

Podrías vivir con ella. Bueno, tampoco así.

Me río de mi misma y salgo del baño; a estas alturas ya he perdido la primera clase y falta una hora para que empiece la siguiente.

—¿A dónde vas? —Preguntan detrás de mí. Cuando volteo la cabeza veo a Damián Loretti.

¿Todavía está aquí?

—¿No deberías estar en clase o algo?, creí que te habías ido. —Digo.

—Ya es muy tarde como para ir a clase —Dice mirándome de arriba a abajo, otra vez. —Te queda mejor que a mí —Dice señalando su camiseta y sonriendo.

¡Oh Dios mío! Que sonrisa.

—Gracias —Digo mirando hacia abajo. Me doy la vuelta y siguo caminado hacia la salida.

—Te invito a un café —Dice trotando hacia mí.

—No me gusta el café —Le digo sonriendo de lado. Pues claro que me gusta el café. Es una mentira piadosa para que deje de seguirme por ahora. Me pongo muy nerviosa cuando estoy cerca de él y no quiero hacer ninguna estupidez.

—¿Cómo que no te gusta el café?  —Dice con el ceño fruncido. —Podría jurar que le gustaba el café —Susurra mirando hacia abajo.

—¿Qué? —Pregunto.

—No, nada. —Dice llevando una mano a su nuca.

Niego con la cabeza y salgo del campus.

—Entonces te invito a un té —Dice Damián corriendo para alcanzarme. —Para recompenzar. Sonrío ante su insistencia y decido aceptar, tal vez esta sea mi única oportunidad. Tal vez mañana ya ni me recuerde.

Decido aprovechar.

—Está bien —Digo dejando de caminar. —Pero yo decido el lugar.

—Está bien —Dice Damián sonriendo aliviado.

Tiene una sonrisa arrolladora.

—Los dueños de mi cafetería favorita te encantarán —Le digo guiñandole un ojo.

Esperen, le he guiñado un ojo.

¡Oh Dios!

Me alarmo pero me tranquilizo en el instante que me regala una sonrisa matadora.



***




El camino hacia la cafetería de Martín y Cármen fue en un silencio muy cómodo.

Cuando entramos a la cafetería Martín estaba en el mostrador y me miró con sonrisa pícara haciéndome sonrojar.

—Hola, Martín —Le saludo como si nada. —¿Como estás? —Digo suavemente.

—Hola, pequeña. Estoy bien cansado, Cármen no deja de tener antojos a estas alturas —Ríe y escucho un sonido detrás de mí, me volteo y Damián está mirando fijamente a Martín.

—Martín, este es Damián —Los presento. —Damián, este es Martín, dueño de la cafetería.

Martín me lanza una mirada conocedora y ambos se estrechan la mano.

The Hill'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora