ISLAS DE LA SOMBRA: Sombra y Fortuna PARTE II

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Miss Fortune cerró los tambores de sus pistolas con un giro de muñecas y las depositó sobre la mesa, junto a su espada corta. De la ciudad ascendía una algarabía monumental de alaridos y campanas que tañían frenéticas, y sabía muy bien lo que significaba.

Harrowing.

Desafiando a la tormenta que se avecinaba, mantenía abiertas las contraventanas de su recién adquirida villa, retando a los muertos a que le pusiesen las manos encima. Los vientos susurrantes traían consigo el hambre de los muertos y un frío que helaba hasta los huesos.

La casa, erguida a gran altura sobre los acantilados orientales de Aguas Estancadas, había pertenecido antaño al odiado jefe de una banda, pero en el caos desencadenado tras la caída de Gangplank lo habían sacado a rastras de su cama y le habían reventado la sesera sobre los adoquines.

Ahora pertenecía a Miss Fortune, y no estaba dispuesta a seguir el mismo camino. Alzó una mano y pasó la yema de uno de sus dedos por las curvas del colgante que Illaoi le había regalado mientras enviaban a Byrne a las profundidades. El coral transmitía calidez al tacto y, aunque no creía realmente en lo que representaba, la confortaba.

La puerta de su cámara se abrió y dejó caer el colgante.

Sabía quién estaba tras ella aun sin girarse. Solo un hombre se atrevería a entrar sin llamar.

—¿Qué estás haciendo? —dijo Rafen.

—¿A ti qué te parece?

—Pues me parece que estás a punto de cometer una estupidez.

—¿Una estupidez? —dijo Miss Fortune, poniendo sus manos sobre la mesa—. Derramamos mucha sangre y perdimos a mucha buena gente para liberar a Aguas Estancadas de Gangplank. No voy a dejar que el Harrowing simplemente...

—¿Simplemente qué?

—Sin luchar por ella —espetó, al tiempo que alzaba sus pistolas y las hundía en las vainas hechas a medida de su cintura—. Y ni se te ocurra pensar que vas a detenerme.

—No estamos aquí para detenerte.

Miss Fortune se giró para ver a Rafen en el umbral de sus aposentos. Un nutrido grupo de sus mejores guerreros esperaba en el vestíbulo y fuera de él, armados hasta los dientes con una mezcla de mosquetes, pistolas de llave de rueda, hatillos con granadas de fragmentación de barro, repicando unas contra otras, y alfanjes que parecían haber sido robados de un museo.

—Pues yo diría que vosotros también estáis a punto de cometer una estupidez —sentenció Miss Fortune.

—A sus órdenes, mi capitana —concedió Rafen, acercándose junto a la ventana abierta y cerrando abruptamente las contraventanas—. ¿De verdad crees que te vas a enfrentar a eso tú sola?

—Casi la espicho luchando contra Gangplank pero aquí sigo. Aun así, no espero que me sigáis. No esta noche —declaró Miss Fortune, poniéndose a la altura de sus hombres y descansando sus manos sobre las cachas de avellano tallado de sus armas—. Esta no es vuestra lucha.

—¿Pero cómo narices no va a serlo? —exclamó Rafen.

Miss Fortune tomó aire y asintió.

—Tenemos todas las trazas de no llegar vivos a la mañana —sentenció, incapaz de contener el asomo de una sonrisa que pugnaba en sus labios.

—Este no es nuestro primer Harrowing juntos, capitana —dijo Rafen, golpeteando la calavera del pomo de su espada—. Y que me parta un rayo si va a ser el último.

Olaf estaba a la vista del Beso de Invierno cuando oyó los gritos. Al principio, los ignoró —eso de los gritos no era ninguna novedad en Aguas Estancadas—, pero entonces vio a hombres y mujeres huyendo de los muelles aterrorizados y su interés se despertó.

Universo de League of LegendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora