La cabeza del puente se vio inundada por el nocivo resplandor verde. El Carcelero Implacable ocultaba sus rasgos cadavéricos bajo una capucha harapienta, pero la luz de su fanal revelaba restos de carne destrozada, demacrada y desprovista de cualquier emoción salvo un deleite sádico.
Se movía en silencio, como todos sus congéneres, y lamentos doloridos emanaban de su túnica mientras avanzaba. Thresh alzó mínimamente su cabeza y Lucian vio el brillo de los afiladísimos dientes, ensanchándose en una sonrisa de prematura delectación.
—Mortal —dijo Thresh, saboreando la palabra en su boca como si fuese un manjar.
Lucian se arrodilló, recitando el mantra de la claridad para fortalecer su alma ante la batalla que se avecinaba. Se había preparado para ese momento un millar de veces, y ahora que estaba allí se le había secado la boca y sus palmas estaban resbaladizas por el sudor.
—Tú asesinaste a Senna —dijo, elevando la cabeza—. La única persona que me quedaba en el mundo.
—¿Senna...? —dijo Thresh, el sonido un gorgoteo húmedo, como inyectado a través de una garganta que hubiese sido aplastada por el nudo de la horca.
—Mi mujer —añadió Lucian sabiendo que no debía hablar, que cada palabra era un arma que el espectro emplearía contra él. Las lágrimas distorsionaron su visión. La pena diluía toda su preparación y cualquier atisbo de lógica. Alzó el medallón de plata que llevaba al cuello y lo abrió, movido por la necesidad de que el espectro entendiese el alcance de todo lo que había perdido.
Thresh sonrió. Sus dientes de aguja relucieron al tiempo que golpeaba el cristal del fanal con una uña amarillenta.
—La recuerdo —dijo—. Un alma con vitalidad. Aún ni estéril ni fría. En su punto justo para el tormento. La esperanza de una nueva vida florecía en su interior, ¿lo sabías? Fresca, nueva, como una flor de primavera. Es tan fácil cosechar la vida de los que sueñan, y destruirlos.
Lucian elevó sus pistolas.
—Si la recuerdas a ella, entonces recuerdas a estas —imprecó.
La sonrisa de dientes de sierra ni se inmutó bajo la harapienta capucha.
—Las armas de luz —dijo.
—Y la luz desterrará siempre a las tinieblas —añadió Lucian, canalizando cada gota de su odio en las reliquias de sus pistolas.
—Aguarda —exclamó Thresh, pero Lucian ya se había hartado de esperar.
Descargó un par de cegadores disparos.
Una conflagración de fuego purificador envolvió al Carcelero Implacable. Sus aullidos eran música para los oídos de Lucian.
Entonces, los aullidos se tornaron en carcajada gorgoteante.
Un nimbo de luz oscura se desvaneció en torno a Thresh, regresando a su lámpara y dejándolo completamente indemne al fuego.
Lucian volvió a disparar, una tormenta de relámpagos radiantes, todos ejecutados con puntería perfecta, pero todos inútiles. Cada disparo se disipaba inocuamente contra una neblina escintilante de energía oscura proveniente del fanal.
—Sí, recuerdo esas armas —declaró el espectro—. Extraje sus secretos de la mente de tu esposa.
Lucian se quedó paralizado.
—¿Qué es lo que acabas de decir?
Thresh se rio. Su carcajada era una tos tísica, jadeante.
—¿Es que no lo sabes? Después de todo lo que la orden renacida aprendió sobre mí, ¿ni siquiera llegasteis a sospecharlo?
Lucian sintió un horror frío asentarse en su vientre. Un temor que nunca había reconocido por miedo a volverse loco.
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Universo de League of Legends
RandomTodo sobre las naciones de Runaterra, sus características, su geografía y sus costumbres. Textos apoyados en imágenes oficiales para darle mayor campo imaginativo al lector. Historias externas a la Liga de Leyendas, oficiales y no oficiales seudocan...