"Oculto"

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La gente es de mente muy cerrada, a veces les da miedo ver algo nuevo en la sociedad, en muchas  ocasiones hacen pasar un mal rato a las personas que creen "anormales" y/o distintas.

En Rusia, hubo una gran polémica cuando por primera vez vieron a un ser humano con ciertas características muy peculiares, se decían que era obra de lo maligno y venían a la sociedad para poder traerlo abajo mientras que ellos ascenderían al poder. Una gran mentira por parte de un gobierno que cometió el error de jugar con la genética.

Yuri era un chico muy lindo a simple vista, le gustaba vestirse siempre con ropas holgadas; llevaba en la cabeza un gorro que lo hacía ver muy tierno al ojiverde. La piel blanca como la porcelana, el cabello rubio por nacimiento y su mediana estatura no era algo fuera de lo  normal.

Como todas las mañanas, el menor se vistió para ir a la escuela, sin embargo al cruzar la puerta principal sintió un leve escalofrío por todo el cuerpo, no le dio importancia y siguió su camino. Las clases eran algo aburridas, por lo cual a Yurio se le hizo la costumbre de perder su mirada en el jardín que se podía ver a través de la ventana del salón.

—¡Plisetsky! —el profesor lo llamó —la puerta esta abierta, si quiere puede salir ,no hay problema
—tsk, como si le importara mi educación —masculló
—¿Dijo algo?
—Que no es necesario

Después de aquella interrupción en la clase, todo siguió con normalidad hasta que se hizo el cambio de hora. Nuevamente el escalofrío se apoderó del cuerpo del menor, se apoyó contra la carpeta para dormir y así hacer algo de calor; no funcionó, cada vez era peor los síntomas.

—¡Ey! ¿Estas bien?
—no es nada, maldita sea —se quejó débilmente
—Vamos a la enfermería —puso una mano en su hombro. Yurio tuvo la sensación de calidez
—¿Quien eres? —volvió su vista hasta quien estaba ahí. Era un pelinegro con ojos café que brindaban seguridad
—Estas muy frío —se alarmó y lo levantó como pudo para llevárselo del aula —tenemos que abrigarte

En la enfermería...

Cuando llegaron no se encontraba nadie, al parecer hoy no atendía la enfermera; sin embargo con algo de astucia se logró abrir la puerta. Una manta blanca envolvía al rubio.

—Sigues frío ¿Por qué? —el pelinegro estaba asustado —debería de llamar a alguien ahora
—La calefacción, prende eso y estaré bien
—Pero...
—¡Solo eso! —gritó el otro casi muriendo. El otro hizo caso y la habitación se volvió una muy cálida
—¿Mejor? —se acercó hasta la camilla, puso sus manos en las mejillas del otro que poco a poco cobraba calor —me alegra tanto que estés bien
—No me sueltes —dijo bajito
—Esta bien, aunque sigo diciendo que debo llamar a alguien
—No
—¿Por qué no?
—Porque no quiero
—Pero te puedes morir
—No es nada, suele pasar
—¿Puedo?
—¿Que cosa?
—Brindarte mi calor —se ruborizó un poco. Yurio dio una mirada vaga y se debatía el tenerlo así de cerca por su estado actual, sin embargo quitó todo de la cabeza y solo asintió.
Por varios minutos el rubio se acurrucó en el pecho del otro bajo la sabana blanca; era tan perfecto que empezó a sobar su cabeza como la de un felino encima del otro. No hubo reacción del pelinegro, simplemente se abrazaba más a él y daba unos suaves suspiros.

—Creo que ya estas mejor que antes —se rió
—Puede que sí —hubo un momento de silencio hasta que...
—¡Wow! ¡Orejas! ¿Como es eso posible? —le menor se alarmó y trató de cubrirselas, tenía miedo de lo que pudiera pasar ahora
—¡Callate! ¡No son orejas ni nada por el estilo! ¡A callar!
—Pero son orejas de gato —ladeó su cabeza algo ingenuo
—¡¿Quieres que te escuchen?! —rápidamente puso ambas manos en la boca del otro —shhh, yo me largo y tú no has visto nada
—Pareces el pingüino de Madagascar
—No se puede contigo, idiota —se alejó de él
—Tranquilo, Yuri. No lo diré a nadie
—¿Eh? Tsk, si claro. Anda, burlate y cuentales a todos
—No haré eso, de verdad que no —se sintió ofendido pero cambió rápidamente de ánimo —Soy tu amigo y los amigos guardan secretos. Además tus orejas de gato se te ve muy tierno
—No hables tonterías —se puso la sábana encima suyo ocultando las orejas
—¿No quieres que te dé mi calor?
—No
—¿seguro?
—sí, muy seguro
—¿segurisisisimo?
—que sí, mierda ¡sí!
—¿seguro? —lo miró tipo cachorro
—haste a un lado, solo un rato. No lo malinterpretes, me voy al rato
—no importa —ambos se acomodaron y estuvieron un buen rato conversando. Nadie se daba cuenta de la ausencia de ellos; el problema del escalofrío era porque en su sangre tenía algo de serpiente y gato. Su madre gatuna y su padre serpiente; la sangre fría recorría por aquel pequeño rubio y en el invierno era muy riesgoso para él el poder mantener su calor corporal.

—Yuri... —susurró el pelinegro —Oye... ¿Ya te dormiste? —el otro se acurrucó más haciéndose casi un ovillo —creo que estaremos en problemas mas tarde

Yuratchka!!! [Finalizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora