Era de madrugada. El olor a tabaco y alcohol inundaban el local, y él buscó a sus amigos con la vista, en vano, ya que ninguno rondaba cerca. Las luces de colores bailaban con el golpe de las cornetas, siguiendo el ritmo de una música que ya no distinguía pues empezaba a aturdirle, incluso si la gente que iba y venía lucía sonriente, atrevida y bastante alocada. Le tocaron un par de veces, otras le gritaron, y lo que había sido un bochinche agradable durante las primeras horas ya no le divertía lo más mínimo a las últimas. Por supuesto que JongIn amaba bailar y salir de fiesta, como cualquiera de su edad, pero en cambio, a nadie le gusta la asquerosa sensación de cuando el suelo se desvanece, el cuerpo falla y el vómito se escapa de su garganta, y bueno; eso pasó. Tampoco era algo de otro mundo que el moreno se emborrachara y acabase hecho un desastre, por lo menos no lo era teniendo en cuenta cómo creció: literalmente creyendo que podía hacer lo que le diera la gana cuando le diera gana. Todo estaba de lujo con tal no se metiera con nadie.
Después de haberse perdido por completo, TaeMin y MinHo recorrieron la pista de baile gritando "¡hermano, ¿dónde estás?!" y como el resto de la gente no les prestaba pizca de atención, decidieron dar una vuelta a los pasillos.
Siempre dicen «la tercera es la vencida», JongIn se dejó llevar por el dicho. Despertó mareado, adolorido y descalzo, tirado en el césped del pequeño jardín que adornaba el estacionamiento trasero. Apenas había abierto los ojos cuando diferenció a un muchachito fumando, reconociéndolo segundos más tarde, al poder sentarse; era el de las zapatillas. Estaba sentado a su lado, con sus zapatos de baile negros en una mano y su cartera de cuero en la otra. La escena fue difícil de procesar, pero en vez de reclamar como cualquier prendido lo haría porque tomaban sus pertenencias; le miró guardando silencio, y después explotó, se rió, agudo, estruendoso, y en esa tonada que molestaba a su padre y más bien su madre adoraba. El otro muchacho acarició su cabello, con la verdadera intención de bajarle la cabeza y devolverla a la césped, pero él tomó aquella mano para apartarla, todavía riendo, y le dijo:
—Lo siento por tus zapatillas —de broma podía hablar entre carcajadas—, y lo siento por haberte echado de las escaleras...
Los ojos más chicos exclamaron sorpresa, y es que JongIn no lo sabía: el otro ni lo había reconocido. Ignoraba que ese moreno al que estaba a punto de robar, era el mismo hyung que tenía la perolita de comida en el colegio, y también el de apariencia de vago que yacía en la acera cuando la lata salió volando —a pesar de que TaeMin nunca olvidó el ataque a su panza y juró vengarse—. Más en ridículo lo habría dejado el hecho de que su confundido interlocutor no recordaba el primer incidente siquiera, pero ahí estaba él, disculpándose entre risas cuando el menor, después de apartar el cigarro de sus labios, le sonrió hasta mostrar dos encantadoras medias lunas. JongIn vio al simple gesto transformarse en un cielo lleno de sombras, estrellas y dos lunas acostadas, todas en la cara de quien ni conocía el nombre. Y aunque en realidad todo era culpa de su borrachera, se sorprendió a sí mismo desesperándose hasta el sonrojo como si tuviera trece años otra vez, porque no era normal, no era para nada normal que ese chico le resultara tan bonito.
—No te preocupes... Esto, ¿cuál es tu nombre?
El mayor se fijaba en su vestimenta, en su peinado, en cómo dejaba escapar una nube de humo de sus rosados y delgados labios como si nada, y entonces fue que se dio cuenta de que tardaba en contestar.
—JongIn... Kim JongIn.
—Un gusto, JongIn —le pasó sus zapatos y su billetera, con cuidado de no tirar su cigarrillo—. Yo soy SeHun.
"SeHun, SeHun, SeHun... A lo peor igual se me olvida". Tomó lo suyo, sonriendo al instante así lo atacara un frío y un mareo medio intenso.
—¿Solo SeHun?
—Sí, solo SeHun —aclaró, relamiendo sus labios.
—Bien. Entonces lo siento, y gracias, SeHun —asintió con su vívida sonrisa, la que desapareció en cuestión de un chasquido, cuando se fue hacia atrás lenta y silenciosamente, desmayándose del sueño y por el alcohol del cual aún no se libraba su sangre.
"...Qué tipo más raro" pensó el joven en voz alta luego de tan gracioso desplome, y volvió a fumar mientras el otro casi roncaba. Le miró de reojo, y solo porque le cayó lo suficientemente bien decidió no robarle su cartera ni sus zapatos.
Se quedó en el mismo lugar hasta que por fin se deshizo su cigarrillo, y despreocupado, se tumbó. ¡Qué cosa que no creyera en el amor a tercera vista!, porque sino JongIn, dormido, con su ropa desordenada al igual que su cabello, con sus mejillas rojas y sus labios hinchados, lo habría cautivado. Pero esto no pasó, claro; porque JongIn en realidad olía mal, su flequillo tapaba la mayoría de su rostro y el menor solo le observó por unos instantes, como cualquiera observaría a un desconocido por quien guarda curiosidad. Cuando unos pasos sonaron, acercándose, y unas voces llamaron al nombre recién aprendido, SeHun se levantó y salió corriendo, ocultándose tras los pocos autos que quedaban estacionados alrededor.
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Labios rotos y pantalones ajustados ✧ kaihun
FanfictionEra un buen día para recordar quiénes fueron. Sehun era el chico de las pecas, ese flacucho al que le gustaba fumar. Y Jongin era el hyung divertido y hablador, quien estaba perdidamente enamorado de su dongsaeng. | portada por @whoopsnmhmu