IX - romántico

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SeHun movía sus piernas con rapidez, siguiendo el camino que recorría casi a diario hasta aquella casa cercana a la urbanización de JongIn. Había una hermosa sonrisa en su rostro. El sol descendía y él se detuvo para acariciar a un perro callejero bastante manso, al cual solía llamar Sultán. Lucía despeinado; su labio aún estaba partido, decorado con una mancha rojiza; y su mochila, vieja y algo sucia, se resbaló de su espalda recién cerró la puerta tras de sí. Suspiró, adoraba esa sensación cálida que lo inundaba cada vez que llegaba a casa de su tía.

La señora escuchó la puerta, volteó desde la cocina y de una sola, con apenas verlo, percibió fácil el ánimo de su sobrino. SeHun le hablaba y la alegraba, ya que en la últimas semanas se había notado bastante cabizbajo y era genial que encontrara algo entretenido qué hacer yendo al acuario acompañado. Ella no sabía el porqué a veces el joven llegaba tan triste a su casa, desconocía el porqué a veces se desaparecía por tres o dos días y mucho menos tenía idea de los rumores que se repartían en los pasillos del colegio donde empezando el año lo inscribió.

—Qué bien, Hun —dijo la mujer, con una voz suave así poseyera la voz más fuerte que alguna vez SeHun escuchó—. La cena ya está lista, por cierto. Hice panqueques.

Al ver la comida, bien servida en la pequeña mesa de madera en medio de la también pequeña sala, la sonrisa del muchacho se extendió como en muy pocas ocasiones, mostrando los frenillos brillantes que apretaban sus dientes.

Mientras tanto, JongIn estaba metiéndose algodón en los oídos para no tener que escuchar a JunMyeon.

—¿Creíste que no te vi? ¿O estabas muy distraído con ese chico? —resopló el mayor y aun así más bajo.

Pasaban las ocho de la noche y JongIn garabateaba en vez de ponerse serio con su tarea. JunMyeon frunció el ceño, jalándole de la oreja, consiguiendo un quejido de su parte y sacándole uno de los algodones de la oreja.

—¡Esto es el colmo de la mala educación!

—¡Déjame en paz! —le empujó JongIn.

—Te lo digo por tu bien, desconsiderado —soltó su primo, yendo a sentarse en su cama. Él estaba sentado frente a su mesa de estudio, formando una mueca ante la actitud de JunMyeon—. Van a hablar mal de ti si sigues con esas juntas, ya mucho con el vago de TaeMin.

—Porque MinHo no es otro vago... —dejó en el aire. Su primo rodó los ojos.

—Por lo menos hace deporte.

—Y eso es lo que te gusta de él —rió JongIn, ganándose otro jalón de orejas.

JunMyeon era algo así como su hermano mayor, uno que vivía en otra casa y solo venía a la suya cuando tenía ganas de fastidiarle, o en su defecto, regañarle. Era su único familiar contemporáneo y también el único que asistía a su mismo colegio, mas las personalidades de ambos diferían excesivamente, así como sus calificaciones; debía tenerse en cuenta que JunMyeon sí era aplicado, porque si existía una palabra para describirlo era preocupón.

Y a pesar de tanta advertencia de su parte, JongIn igual se detuvo frente al salón de SeHun a la próxima clase. Se quedó esperando a que llegara hasta él con esa sonrisa tan bonita y sus pecas de colores, con su cabello negro agitándose en el aire y sus zapatos blancos impecables. Lo recibió con una sonrisa alborozada, y ambos estuvieron de acuerdo con pasear de nuevo.

—¿Vamos al acuario de nuevo? —preguntó SeHun, siguiéndole, carente de nervios en comparación con la primera vez que le acompañó.

—La última vez no vimos el show con los delfines.

Labios rotos y pantalones ajustados ✧ kaihunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora