XXIII - paliza

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—"Voy a darle su paliza".

Hasta aquí llegaron los buenos años de la vida de JongIn. Faltaban dos semanas para presentar en la universidad, y un poco menos para el cumpleaños número 17 (18 en Corea) de SeHun. Tenían planeado un viaje para celebrar, a un recóndito campo de la familia de TaeMin, donde podrían pasarse un rato en la piscina y después echar caminatas por los senderos que rodeaban la casilla del lugar, de tejas anaranjadas. JongIn y MoonKyu fueron en varias oportunidades antes, disfrutando de su estadía allí; así que gracias a sus relatos la expectativa de SeHun había nacido y crecido y él ya se encontraba impaciente (lo cual no sucedía hace mucho) por que llegara su cumpleaños, para visitar aquellos terrenos rurales que prometían agradables experiencias junto a su novio y el resto de sus amigos. Incluso MinHo, que se la pasaba en otro mundo últimamente, había confirmado que intentaría asistir. 

Lo que no vieron aproximarse fue el encuentro entre YiFan y SeHun, sumándose las consecuencias del mismo. SeoHyun llamó a JongIn cuando este salía del trabajo, a eso de las seis de la tarde, ella con una voz rígida, preocupante. Y si el chino aún yacía enfurecido por lo ocurrido, a JongIn se le volaron los tapones en cuanto escuchó "se pelearon, y SeHunnie está lastimado. ¿Puedes venir, por favor? No quiero que se forme un problema por esto y necesito que hables con él..."

La mujer quería evitar cualquier legalidad porque estaba convencida, por completo convencida, de que JiaHeng se casaría con ella después de su divorcio en proceso, aunque claro, debido a ese nuevo incidente, temía recibir prontamente una llamada de reclamo. Que sí, sacó a YiFan a patadas y gritos de su casa, pero como dueña, tía de SeHun y persona mayor que ese atrevido, bien tenía su derecho. ¡Es que pegarle a su sobrino, por el simple hecho de ser rechazado! En definitiva, SeoHyun no tenía dudas sobre el hecho de que el 90% de los hombres eran imbéciles. Si acaso el porcentaje no era más grande, según sus propios cálculos. SeHun tenía la mejilla hinchada, los labios partidos y rojos, y una expresión tan larga como sus ganas de que se lo tragara la tierra. Cuando JongIn pasó la puerta de la minúscula habitación de paredes pálidas, donde lo habían dejado sentado en la camilla; se echó a llorar desconsoladamente. No a causa del dolor físico, sino de la vergüenza por su aspecto. ¿Quién querría besarlo ahora si parecía una deformidad? Se limpió el agua salada de la cara, de forma brusca, y JongIn se acercó rápidamente sin decir nada y le tomó del rostro, limpiándolo con la mismísima tela de su franela. Una vez las lágrimas dejaron de brotar como gotas de lluvia a comienzos de invierno, se sentó con él, en la camilla. Escucharon un chick por el aumento de peso sobre ella, y todavía sin comentar nada, entrelazaron sus manos por pura necesidad, ambos cabizbajos. Al mitad americano lo extrañaba ese silencio, pero en compensación, le reconfortaba el trato de su hyung. Aprovechando que SeoHyun hablaba con una de las enfermeras afuera, se besaron varias veces, sutilmente, procurando no apretarse para que no doliera.

—¿Vas a quedarte? Ya me van a sacar. Podemos ir a casa y... —sugirió SeHun. Mas JongIn tenía otros planes—. Ni siquiera sé por qué me trajo mi tía. Lo único que han hecho es curarme con alcohol y darme desinflamatorios. Eso pudo haberlo hecho ella en casa...

—Es porque se preocupó mucho por ti.

—¿Vas a acompañarme a casa? —reiteró.

—Debo ir a hacer unas cosas. Pero más tarde iré a dormir contigo ¿te parece? —le respondió, sosteniendo su mejilla con una delicadeza absoluta. A SeHun le extrañó, entonces, el leve temblor apenas perceptible en el pulso de su pareja.

—¿Qué vas a hacer?

—Unas cosas, te dije —y tras asegurar eso, le dio un beso en la sien, se levantó a mala gana y marchó por la puerta de emergencias.

Labios rotos y pantalones ajustados ✧ kaihunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora