XVIII - bonito

488 83 56
                                    





A JongIn se le enredaban los dedos entre las cuerdas de la guitarra. No importaba cuanto hubiera practicado, estando borracho no adquiría súper poderes, y había que reconocer que si bien se le daba el baile eran todo lo contrario los instrumentos. Asistió a clases de piano cuando estaba en primaria y ese dinero invertido resultó en pura pérdida. Estaba muy tarde. Él se reía, MoonKyu igual, y TaeMin cantaba, con el fondo armonioso de la armónica y el desastroso ruido de las cuerdas de la guitarra, con los autos pasando por las calles cercanas y los árboles no muy frondosos moviéndose por el viento. Este les pegaba en la cara, les ardía el estómago por culpa de las cervezas y JongHyun seguía sin abrir la ventana. Pasados cinco minutos TaeMin desafinó, se le escaparon algunas lágrimas sin que se diera cuenta, y estrechó sus puños en una impotencia que se reñía con su orgullo. En su vida se humilló de esa manera, e iban a rechazarlo."¡Maldito sea el amor! ¡Maldito sea como sea que se llame este sentimiento!" Sus amigos pudieron verlo y después, algunos vecinos asomados desde sus balcones, también.

—Profesor JongHyun —tomó aire, con los puños más cerrados aún, tornando blancos sus nudillos apretados—. ¡¿Qué le cuesta darme una respuesta al menos?! 

Los instrumentos cesaron sus ruidos. JongHyun abrió la ventana, reposando sus manos por donde se deslizaba el vidrio. Les miraba, con una calma absoluta y distante. TaeMin deseó que le abrazara.

—Si no se van ahora, voy a llamar a la policía.

Los ojos de TaeMin lloraron más fuerte, no obstante, su corazón solo se sacudió.

—¡Usted se lo pierde, profesor! —soltó de pronto JongIn. MoonKyu lo jaloneó para que se callara, pues parecía querer seguir gritando y los vecinos cedían la risa para ponerse serios.

—Ya dije. Voy a llamar a la policía —alzó la voz el mayor. Sus tres estudiantes callados, expectantes. Entonces se dio la vuelta y desapareció de su vista.  

Se rindieron. JongIn se echó la guitarra a la espalda de un movimiento y empezó a andar, MoonKyu le siguió, y ambos no esperaron por el tercero, quien tenía los brazos estirados a sus costados, la boca entreabierta, y las pestañas húmedas en dirección a la ventana que había vuelto a cerrarse. Hubo silencio en sus voces durante todo el camino. Cuando llegaron, la luz del baño estaba encendida y el colchón donde habían dejado a SeHun estaba vacío, las sábanas delgadas y suaves se desordenaban este y el suelo. 

—Creo que estoy cansado —informó MoonKyu, sobándose la sien. Caminó hasta la cocina para servirse agua y le colocó dos cubitos de hielo. JongIn se sentó en el sofá, callado, por lo menos hasta un par de segundos después.

—Él no lo vale —opinó—. TaeMin es mucho para él.

—Cállate —le pidió el recién nombrado, parado a mitad de la sala.

—Te estoy defendiendo.

—Cállate, JongIn —reiteró TaeMin, yendo a afincarse en la pared, esperando que el baño se desocupara—. No tengo ánimo ni para tus ánimos. Solo cállate y déjanos al asunto y a mí en paz.

—Ve a que te coja un burro, malagradecido —le respondió JongIn desde su lugar, hastiado por su actitud. TaeMin echó una carcajada.

—Entonces que me coja tu novio. Es lo mismo.

Y justo la puerta del baño se abrió perezosamente, dejando ver a SeHun. Los tres mayores se quedaron en silencio, volteando hacia quien habían dejado dormido y ya no lo estaba, y este los observó con sus ojos oscuros y apagados. Su novio no supo si era por culpa del sueño o si más bien había escuchado toda la conversación, mas ahora sí estaba enojado con TaeMin por la mera posibilidad de hacer hecho sentir mal a su pareja.

Labios rotos y pantalones ajustados ✧ kaihunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora