Capítulo 8

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Me cago en este día.

Me cago en la mirada incómoda que trae Aledis mientras intenta ocultar las piernas de infarto que tiene. No me entra en la cabeza que tenga tanto problema en mostrarlas, como si no supiera que con ellas podría facilitar cosas en esta jodida fiesta a la que debemos entrar.

Por otro lado, estoy que cacheteo a Pat.

No deja de repetir una y otra vez que vamos a fregarla y si no fuera porque la cría brillante consiguió las llaves del auto, ya le habría dado un sermón de aquellos, uno como el que le di a Aledis. Pero me vale por ahora, solo intento enfocarme en lo que realmente importa y eso es conseguir a la bola de pelos que llaman por gato. Toda la cosa es bastante absurda y surreal si me lo preguntan.

Claro, porque es obvio que el universo busca excusas para reírse de mí y en vez de pedirnos cualquier cosa normal como un autógrafo, una remera o incluso los boxers de Dave Françoise, tenemos que robarnos a su gato endemoniado cuando estoy segura que no puedo siquiera estar a cincuenta metros de uno de esos animales del infierno sin coger una alergia de dimensiones colosales.

No obstante, antes de pensar en cualquier cosa referente al pequeño felino del demonio, debemos enfocarnos en entrar al lugar. No lo pierdas ahora Al. Prioridades, ¿recuerdas?

No quiero usar mi cuerpo como si fuese moneda de cambio para conseguir cosas, aún cuando lo hago a menudo, en verdad no estoy a por ello ahora. Sé cuánto puede facilitarlo todo, pero ante la vida de mierda que he tenido, lo mínimo que puedo hacer es aligerar un poco la carga que llevo siempre y buscar otra salida esta vez.

—¿Preparadas? —Quiero ser fuerte. Soy fuerte. Lo suficiente como para bancarme todo esto por mi hermana sin mostrar lo agotada que puedo estar y cuánto quisiera simplemente correr en la dirección opuesta. Pero no puedo hacer eso. Nunca podría dejar a Caroline a su suerte. Ella nunca tendrá la necesidad de hacer nada que no quiera si puedo evitarlo. Y le daré el mundo entero si está en mis manos. Así que tomo un respiro profundo, llenándome de energía renovada y determinación, porque no hay forma de que estos niños pijos estén robándonos el premio.

Pat se ve temerosa como siempre, pero no puede importarme menos ahora.

—¿Estás segura que podemos hacerlo? —Sonrío con gracia al oír su inseguridad y sacudo el cabello antes de acomodar mi escote.

—El cielo es el límite perra.

Scar suelta una carcajada divertida y sin perder más tiempo comienza a avanzar hacia la entrada, donde una multitud intenta abrirse paso para conseguir que alguno de los guardias en un descuido les permita entrar.

Pat da pasitos cortos y rápidos sobre sus tacos siguiéndola de un modo cómico y yo en un gesto le indico a Aledis y a Layla que no se queden atrás.

Stellae: todo queda en L.A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora