Lección Intermedia 6

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La sombra de la noche cayó con inusuales colores dando ese efecto mágico de los festivales. El cielo se tiñó de un vivo violeta, un apasionado rosado y un eterno negro, y como sí los dioses del cielo fueran artistas, los colores competían por dominar en el lienzo.

Combinando los destellos de los fuegos artificiales, que no se quedaban atrás y florecían en medio de la nada dejando que el silencio no tuviera lugar, haciendo vibrar los corazones de los presentes, inundandolos de alegría y grabando la esencia del festival en su memoria.

Y por supuesto, ¿cómo lo olvidarian los chicos? Sí uno de los corredores estaba atascado de locales con todos los dulces que un niño podía imaginar. Grandes, pequeños, amargos, dulces, agridulces, picantes, envinados, salados, circulares, cuadrados, deformes, en fin de todos los colores y sabores. Los dos pequeños, que iban solos compraron de éstos todos los que pudieron cargar, y no faltó el típico algodón de azúcar de sus colores favoritos.

El porque iban solos se explicaba con la victoria del dios en la discusión que empezó el mayor de bufanda cuando llegó; le había convencido de que podían confiar en su hijo y lo dejo ir por su lado para que disfrutara del festival todo lo que pudiera.

-¡Ahora vamos para allá!- gritaba con alegría el de túnica blanca agitando su brazo a la dirección que señalaba.

-¡No!¡Vamos para alla!- indicaba con el mismo gesto.

-Pero para alla ya fuimos.- hizó un pequeño puchero.

-Nope, ahí hay dulces con formas de estrellas- tomó la mano del semidios y lo guió por los pasillos a donde había visto los objetos.

-Pal, esos son jabones- dijo al verlos de cerca con una pequeña risita.

-Oh- no desvanecía su sonrisa- bueno pero molan- buscanba uno que le agradara lo suficiente para comprarlo.

Su oro se estaba acabando, había comprado demasiados dulces y una que otra cosa curiosa que encontró a lado de Goth. Entre las cosas que no eran golosinas, ambos acordaron en adquirir un conjunto de pócimas "broma" que consistían en 12 botellas de diferentes sustancias para hacer travesuras. Esto y todo lo que compraban lo guardaban en unas pequeñas valijas que, ahora mismo, ambas estaban llenas.

El de ojos de estrella buscaba con sabiduría, también quería comprarle algo a su amigo. Cerró ambas cuencas pensando en sus posibilidades, pero decidió preguntarle directamente al menor de bufanda roja  y sin embargo, al voltear a verle no estaba. Caminó para buscarle y le vio asomado en la parte superior de un enorme kiosko.

-Me dejaste solo- reclamó, y el de túnica blanca le respondió con un lindo gesto de que se callara, es decir, sonreía mientras le indicaba con una mano que se sentara a su lado y con la otra mano, levantaba su indice cerca de sus dientes susurrando el típico "Shh". El de gorro no entendió hasta que escuchó los reclamos que salían del kiosko.

-¡No se bailar!-

-No importa-

-¡Reaper!- el de túnica negra tenía un animado semblante, uno que no se veía seguido. Arrastraba al de bufanda roja a bailar con el en el kiosko donde muchas parejas danzaban entusiasmados una movida canción tradicional. Aquella canción hablaba de amor, y se podía decir que entre muchas, era la que más me gustaba al Dios de la Muerte.

-Vamos quiero que bailes conmigo mi canción favorita~- tomó de la cintura al contrario y acercó el cuerpo ajeno al suyo, acercando su nariz a la otra. Geno se ruborizó al sentir el contacto.

-Te advierto que te vas a avergonzar- dijo entre dientes.

-¿Contigo a mi lado? Nunca- con una gran sonrisa empezó a guiar al de ropas blancas con pasos suaves que paulatinamente se llenaron del jubilo del compas de las guitarras, de los aplausos, de las panderetas y de las castañuelas.

La danza hacia que la inseguridad de Geno desapareciera lentamente y un enorme goce recorriera su alma con cada paso que daba sin soltar la mano de la muerte, entrelazando sus dedos al mismo tiempo que sus pupilas se encontraban y sentían en calor subir a sus mejillas. Reaper tarareaba la canción y aplaudía al vivaz ritmo, animando a su pareja a hacer lo mismo, y éste le seguía sin importarle nada.

No podían evitarlo, su amor crecía con cada día que pasaba, cómo si fuese la primera vez.

Enseñándole de mi dolor (Geno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora