Un amigo muy extraño

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Creo que tenía como nueve o diez años cuando nos mudamos al suburbio de Greenville. Yo era un chico de ciudad, acostumbrado a estar siempre rodeado de muchísima gente, el tráfico, el bullicio, la contaminación y todas esas cosas comunes. Pero ahora todo era completamente diferente, quizás demasiado.

Mamá y papá estaban felices ya que al fin nos mudábamos a la casa de sus sueños. Mi padre era un respetable abogado, trabaja para un importante buffete; mi madre era una abnegada ama de casa, una típica mujer de clase media que fue criada para llevar las riendas de un hogar. Yo era hijo único, nunca supe por qué no quisieron tener más hijos y nunca me importó serlo...hasta que nos mudamos a esa casa. Greenville era el sitio ideal para  aquellos que estaban hartos de las grandes ciudades: había muy poca gente y tránsito de vehículos; la mayoría eran personas de la tercera edad que venían a disfrutar de su retiro o gente de dinero que querían vivir en una zona exclusiva con muchísima privacidad; y por supuesto yo era uno de los poquísimos niños que vivían allí.

—¡Mamá! ¿Con quién voy a jugar? ¡Aquí no hay niños!

—¿Cómo que no hay niños? La señora McGrady, nuestra vecina de enfrente tiene hijos...

—¡Son adolescentes! Ni siquiera me toman en cuenta cuando los saludo.

—Entonces tendrás que esperar a iniciar la escuela para volver a ver a tus viejos amigos. Johnny, a veces los cambios son difíciles al principio, pero con el tiempo nos vamos adaptando y luego verás cómo te encantará este lugar. ¡Tienes mucha naturaleza y sitios interesantes que conocer! ¡Sal y explora los alrededores!

Mi mamá casi me sacó a empujones de la casa ese día. Con su gran sonrisa me invitaba a que dejara de quejarme e intentara verle "el lado bueno" a mi nuevo vecindario. Yo por supuesto lo detestaba, me sentía aburrido y realmente solitario. Estaba pasando las vacaciones y no tenía nadie con quien jugar y divertirme. Recuerdo que ese día me senté en la acera frente a mi casa y me quedé allí mirando hacía la calle principal. De tanto en tanto un auto pasaba por allí o alguna pareja de ancianos salía a caminar bajo la sombra de los árboles. ¡No había más nada qué hacer! 

Pero fue justo ese día que lo conocí y recuerdo la emoción tan inmensa que sentí cuando miré de casualidad a la casa junto a nosotros y vi que salió una señora de servicio con un niño como de mi edad y lo sentó en un silla en el jardín.

—¡¡¡Un niño!!! ¡Al fin un niño de mi edad! ¡Y es mi vecino!

Yo literalmente enloquecí. Me levanté de allí y corrí a su casa. Salté una pequeña verja que tenían y entré asi sin más a su jardín. Me paré frente al chico y le extendí mi mano con mi mejor sonrisa.

—¡Hola! Soy nuevo aquí. Mi nombre es Jonathan Cooper, pero puedes llamarme Johnny. Soy tu vecino, recién me mudé hace una semana. ¿Y tu nombre es...?

Pero aquel niño no me respondió. De hecho ni siquiera me miró. Sólo mantenía su cabeza baja y hacía algo con su mano derecha, una especie de movimiento como si tuviese algo invisible que sostenía y apretaba. Yo no entendía por qué me ignoraba ni qué estaba haciendo, pero era el único niño que había visto desde que mudé; así que necesitaba urgentemente que fuese mi amigo.

—¿Eres algo tímido? Pues yo no. Mi maestra de hecho dice que soy demasiado conversador, creo que se dice..."sociable", ¡si!  soy muy sociable. Y dime: ¿conoces a otros niños de por aquí? ¿Hay más chicos de nuestra edad?

Y él sólo seguía ignorándome. Recuerdo que me incliné hacía él y ladeé mi cabeza para ver su rostro, parecía un chico cualquiera: tenía el cabello castaño, los ojos verdes y era algo pecoso, pero su mirada parecía perdida y seguía haciendo ese extraño movimiento con su mano.

CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora