Cap. 7 ~ Tú, otra vez

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Al fin viernes, pensé.

Mi despertador sonó con una canción que realmente me irritaba y lo apagué.

Me froté los ojos y bostecé. Fui al baño, me despojé de mi ropa y tras darme un buen pero corto baño, me volví a vestir con mi ropa nueva.

Me preparé dos tostadas de mantequilla y un zumo de naranja. Realmente me sentía vacía sin mi abuela rondando por aquí. Hoy iré a visitarla de nuevo.

Me hice una coleta alta -para variar-, cogí mi mochila y me la colgué en un hombro, metí las llaves de casa en el bolsillo de mi pantalón y salí de casa.

Ni rastro de Alex y Alexa.

Sonreí.

Me encaminé hasta el instituto algo nerviosa, me sentía nerviosa porque notaba como si alguien estuviese observandome. Dejé de darle importancia y entré a clases.

El timbre sonó justo cuando entré en el edificio y corrí apresuradamente hasta la clase de Lengua.

Por suerte, la profesora no había entrado en clase y me senté en mi asiento, con Alex a mi lado, ¿Alex a mi lado?

Lo miré enfadada.

—¿Es que no te quedó claro que no vas ahí sentado? —le dije secamente.

—Buenos días a ti también, Evelyn. Por cierto, le cambié el sitio a tu compañera y asintió sin problemas.

—¿Qué? ¿es que no te vale con ser mi vecino?

—No —dijo sin apartar la sonrisa de su cara.

Ugh, lo odiaba.

—T-tú, yo..., yo te tube que hacer mucho daño en tu otra vida para que me estés jodiendo de esta forma ahora, eh...

Estaba harta, harta de que este chico siempre apareciese por mi lado casi mágicamente, ¿es que no tenía vida o qué?

La profesora entró en clase y de repente todos callaron.

—He estado algo atareada, por lo que deben disculpar mi retraso.

—Su retraso mental... —dije para mi misma, cosa que no resultó así.

—¿Perdone, señorita Moretz?

Levanté la vista nerviosamente.

—¿Qué? —pregunté nerviosa.

—No se haga la tonta, usted ha murmurado algo.

—Eh... no, que va, yo no murmuré nada.

No va a creerme.

—¿Se cree usted que soy sorda y tonta? No soporto a los adolescentes como usted, señorita. Creen que van de chulos por el mundo cuando sólo son unos criajos.

¿Me estaba faltando el respeto? ¿A mi? ¿A Evelyn Moretz? Oh, no, esto si que no.

—Una cosa quiero decirle —Alex intentó callarme, pero me levanté de mi asiento y con la cabeza bien alta dije: —¿Sorda? Puede que con el porrón de años que usted tenga, tal vez no le vendría mal visitar al otorrinonaringólogo al menos una vez al año y, tonta... no sé que decirle salvo a eso, pero para mi que algo de retraso mental tiene.

Sonreí victoriosa al ver que la profesora se enrojecía de rabia.

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Y aquí me encontraba yo, esperando a mi turno para hablar con el director. Estúpida sordoretrasada profesora...

Después de unos minutos, el chico con el que el director hablaba anteriormente salió de su despacho y el director hizo un ademán para que pasara a su despacho.

Bonita charla va a darme. Nada nuevo.

Al entrar a su despacho y comentarle lo sucedido anteriormente con la profesora, el director me dio una charla sobre el respeto y la empatía. Estaba haciendo caso omiso a sus palabras y cuando terminó me preguntó.

—¿Le ha quedado claro señorita Moretz?

No.

—Sí. No volverá a ocurrir —mentí.

Si un profesor o profesora me falta el respeto, obviamente no me voy a quedar callada como una niña buena. Saldré en mi defesa, como es normal.

—Me alegro, ya puede volver a clase.

No soportaba las continuas charlas del profesor. Sí, continuas, esto de visitar al profesor ya formaba parte de mi vida.

Sonó el timbre indicando que las clases ya habían terminado y sonreí internamente.

—¿Qué tal te ha ido con el director? —escuché decir una voz a mis espaldas.

Me giré y vi a Alex, como no.

—Estupéndamente, ¿como me va a ir si no? —ironicé.

Era una pregunta de tontos, ¿cómo iba a irme con el director? Está más que claro que cuando la profesora te manda ir al despacho del director no era exáctamente para montar una fiesta con él.

—Tú y tu mal humor. —Dijo para luego perderlo de vista.

No quería hablar con nadie.

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Al fin las odiosas clases habían terminado y tenía todo un fin de semana libre para malgastarlo haciendo cualquier cosa menos divertirme, como de costumbre.

Al salir por la puerta una mano me agarró del brazo haciéndome parar.

—Alex, no quiero hablar contigo, te estás volviendo muy pesa... —no me dio tiempo a terminar la frase ya que el chico que me agarraba del brazo no era Alex, sino otro que ya conocía muy bien

Yo Soy NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora