Capítulo Siete.

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Estaba en bosque, Mae lo supo de inmediato. Pero este bosque estaba oscuro, frío, lo cuál le causó un estremecimiento a la muchacha.

Los bosques generalmente le generaban un sentimiento de paz; pero de alguna manera, ese bosque se las había arreglado para lucir tétrico y absolutamente aterrador. La muchacha titiritaba, caminando y mirando hacía los lados con extrema desconfianza.

Tenía una mala sensación acerca de todo aquello.

Miró sus manos, esperando qué sus garras salieran, pero no lo hicieron. Sus manos eran manos comunes y corrientes. Eso la asustó. ¿Por qué sus garras no salían?

Un sentimiento de desesperación comenzó a crecer en su pecho. Necesitaba salir de allí. Ansiosamente, se forzó a sacar sus alas, pero estas tampoco salieron.

Mae comenzó a respirar con dificultad. Sus alas, sus manos... Se sentía indefensa. Estaba completamente vulnerable, a la merced de cualquiera. Comenzó a correr, intentando hallar una salida, pero por más qué buscaba no la encontraba. Lo único qué la acompañaba era la brisa fría qué movía las hojas y una presencia invisible observándola, dándole caza.

Mae tenía miedo.

Él bosque la sumó en la oscuridad. Entre más avanzaba, todo más oscurecía. Sin poder ver bien, en algún punto Mae se tropezó con una rama y cayó, su cabeza golpeando contra el suelo. Gimió, cerrando los ojos y temblando. Tenía miedo, tanto miedo...

Pero...

—Hey. —dijo una voz.

Mae abrió los ojos.

De repente el bosque no era tan oscuro. Pudo ver color. Fue cómo si todo cobrará vida. Y allí, parado entre la vida, estaba Evan. Plantas florecían a su alrededor, árboles se levantaban.

Él era vida.

Él chico le sonrió a Mae. Ella parpadeó.

Tenía una amable sonrisa, pensó ella. Sentía qué lo había visto antes, pero qué apenas lo iba conociendo realmente.

Su presencia fue cómo un golpe de calidez.

—¿Qué haces allí en el suelo, eh? —le preguntó él, negando con la cabeza— ¡Vas a enfermarte!

Le tendió la mano a Mae y continuó:— Me preguntó cuando se te quitará la costumbre de caer alrededor de mí.

Mae sintió las familiares ganas de poner los ojos en blanco, lo cuál la hizo sonreír. Él era tan molesto qué de alguna manera resultaba reconfortante. Mae ya no estaba asustada, ya no se sentía sola. Así qué se encontró devolviéndole la sonrisa y tomando la mano del muchacho, confiando en él. Pero cuando él la impulsó, halandola de la mano para qué se pusiera de pie, en vez de ayudarla a levantarse, la mano desocupada del muchacho atravesó su pecho.

La respiración de Mae se atascó.

Sintió cómo un puño se envolvió alrededor de su corazón.

A su alrededor, poco a poco, la vida qué se había recobrado había empezado a morir de nuevo. Las flores sobre las que estaban parados comenzaron a marchitarse y los arboles se inclinaron levemente, cómo bajando la vista ante él acto.

Eclipse Lunar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora