«Un nuevo día, un nuevo día lleno de mierda». Esos eran los pensamientos de un enfurruñado pelinegro que caminaba hacia la universidad con mirada asesina.
¿A qué se debe su mal humor? Fácil, mis queridos jugadores. La casa de Jeon Jungkook era un puto manicomio durante las mañanas —mejor dicho, durante la mayor parte del tiempo—, y el tratar de sobrevivir a; una mujer gritoneando órdenes, un imbécil e intento de hermano menor quemando la cocina por un puto pan, al viejo que tiene por padre pidiendo ayuda a su madre para que le hiciera el nudo de la corbata, y —por si aquello resultaba poco— a un gato maullando como si estuviese siendo atropellado durante su periodo de celo. Jungkook por más años de sobrevivencia aprendidos en su juvenil vida, seguía sin tener la más mínima idea de cómo lidiar con todo aquello a las seis y media de la mañana. De verdad que no podía.
Y es por eso que se encontraba caminando con una cara de «Me hablas, y te juro que seré lo último que tus putos ojos mirarán». Porque sí; Jeon Jungkook era delicado en cuanto a sus mañanas y horas de paz.
Ya pisando suelo universitario, comenzó la búsqueda hacia su facultad. Chocó contra cada maldita zorra plástica dentro de ese lugar y cada neandertal con exceso de viagra en su sistema; los cuales no desaprovecharon la oportunidad para manosearle el culo, no señores y señoras. Pero al final, pudo llegar a su facultad; psicología y psiquiatría.
Su carrera si bien trataba sobre escuchar y tratar las afecciones mentales de sus futuros pacientes, o como otros se referían de manera ignorante: «escuchar a los locos»; la facultad en sí, pareciera que tuviese a personas con afecciones mentales.
—¡Do Kyungsoo, por el amor que le tienes a las artes satánicas, baja esa puta calceta! —un grito resonó por el aula a la que Jungkook acababa de entrar, logrando obviamente sobresaltarse.
El chico que acababa de pegar un grito cual niña de seis años tenía por nombre Kim Jongin; veintiún años, estudiante de leyes y novio del chico que sostenía una larga calceta blanca con leves manchas amarillentas mejor conocida como el Señor Manteca. ¿Señor Manteca? Sí, Señor Manteca: el famoso objeto de tortura constaba en un calcetín relleno de mantequilla en gran proporción y a baja temperatura, provocando así un impacto fuerte en el adversario que la mayoría del tiempo era Kim Jongin.
—¡Ah, Kyungsoo!, ¡Esa mierda duele! —gimoteó de dolor el de tez morena.
Y el chico que sostenía la calceta con mantequilla y arremetió contra el moreno era Do Kyungsoo; veintidós años, estudiante de psicología, labios en forma de corazón, pequeña estatura, y una actitud tan fría que podría lograr que glaciares extintos reviviesen.
Jungkook reía mientras observaba la situación. Adoraba la relación que tenían esos dos: amor-odio, algo realmente divertido de observar.
—¡¿De qué te ríes, rata de mierda?! —su mirada reflejaba enojo en su estado más puro.
—Nada, nada —habló con sorna Jungkook—. Solamente me da risa el como tu novio, centímetros más bajo que tú, te pega con una calceta. Que lamentable se convirtió tu estado, Jongin.
Ahora fue el turno del más pequeño en reírse, aunque fue casi como un murmullo.
—Los odio a todos —gruñó mientras que dictaba cada palabra entre dientes. Jungkook rió entretenido y Kyungsoo le volvió a pegar.
Después de hablar un rato con la loca pareja que eran esos dos, ambos enamorados se despidieron de Jungkook quien se dirigió al asiento que más le acomodaba y se sentó a esperar a que el aula se llenase para luego ver entrar al profesor correspondiente. El pelinegro bufó volviendo a su estado de ánimo original.
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Joker │taekook
FanficEn un juego de cartas, él siempre está. Pues claro, es la carta más deseada, la que te puede llevar a la cima del cielo o hundir en el infierno. Jeon Jungkook era el Joker. Jeon Jungkook era aquella carta que podía en cualquier maldita baraja estar...