Al otro lado del arcoiris

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Srita. Isabel Santa Cruz.

Le comunicamos que ha sido elegida para una pasantía en Burberry...

—¡Aaaaahhhhhhhh!

Sinceramente,

Samantha Baxter

Jefe de Recursos humanos.

—¡aaaaahhhhhhh! ¡oucchhh! —se quejó Isabel sobándose la cabeza— ¿Por qué me pegas Nina?

—Tienes que hacer tal alboroto a esta hora de la mañana. —le dijo Nina que había sido despertada de sueño en el sillón, donde se había quedado dormida la noche anterior.

—Lo siento, pero ¡mira, mira, mira! —una Isabel delirante de felicidad prácticamente empujo la laptop en la cara de Nina—. Tengo que llamar a Jack ¡No lo puedo creer!

Fue en ese momento que Nina aun medio dormida finalmente pudo leer el email que tanta felicidad le había traído a Isabel. Nina sintió un poco de nostalgia al leerlo. Ya empezaba el fin del último semestre en la universidad, adiós a las charlas hasta la madrugada, adiós a los fines de semana de locura, los trabajos finales que siempre llegaban antes de tiempo, era el fin de una época.

Isabel por su cuenta no sentía ni un poco de nostalgia. Estaba lista para tomar el mundo con las manos abiertas. Sentía que lo tenía todo, un novio al que adoraba, un padre amoroso que siempre la consentía, unos suegros que eran como unos segundos padres y ahora una pasantía en Burberry. Era como vivir al otro lado del arcoíris.

[IsabelinLove] Jack! Me han dado la pasantía en Burberry.

[JackDuty] Cariño, sabía que lo lograrías. Salgamos a celebrarlo este sábado.

[JackDuty] Invitare a algunos amigos y no la pasaremos bomba.

[IsabelinLove] Me gustaría que saliéramos solos. Siempre andamos con chaperones.

[JackDuty] Cariño, ya tendremos tiempo para eso, estamos por terminar. Ya no veremos tanto a nuestros amigos. Te prometo que te llevare a un lugar especial este verano.

[IsabelinLove]Tienes razón, es que solo te quiero para mí.

—¿Qué tienes? —preguntó Nina entrando a la habitación de Isabel para regresarle la laptop—. Hace un momento estabas en estaxis.

—Jack, quiere que salgamos a celebrar con sus amigos. ¡Agh! Me siento muy egoísta, pero solo quisiera pasar una tarde a solas con él. Últimamente siempre salimos con sus amigos.

—Es el síndrome de final de carrera, estamos a punto de tomar caminos distintos. Ya nada será igual.

—Tú y yo no cambiaremos. Seguiremos siendo amigas ¡Por siempre jamás! —Isabel atrajo a Nina para que se sentara junto a ella y le pasó un brazo sobre los hombros—. El mundo nos está esperando y siento que todo mundo quiere quedarse aquí.

—¡Agh! Es que tú no lo entiendes. Para ti el mundo es maravilloso eres bonita, tienes una pasantía, un trabajado asegurado en la compañía de tu padre, un novio rico y guapo que te quiere. La mayoría nos enfrentamos al desempleo, al empleo mal pagado, préstamos estudiantiles y ni siquiera un chico guapo nos coquetea ¿Cómo lo entenderías?

—Tienes razón —dijo apenada Isabel, sintiéndose culpable de no pensar en la situación de su amiga—. He sido muy egoísta. Perdóname, para compensarte este viernes te llevare a un bar en West End y si no te encuentro un hombre guapo al menos será ricos.

—¡Mala! ¡Eres mala! Me quieres endilgar un tipo feo y malhumorado —. Respondió Nina con una sonrisa.

—Anda vamos, iremos a un restaurante a cenar algo delicioso y después a lounge a relajarnos con un vino, yo invito.

—Cuanta generosidad ¿Qué es lo que te propones?

— Te prometo que ninguna maldad. Es solo que este grupo de amigos de Jack siempre se les pasan las copas y terminó cuidando a un grupo borrachos, ya no sé hacer con ellos.

Nina viendo el mohín de Isabel se compadeció de ella.

—¿Quieres que te acompañe el sábado?

—¡Si, gracias, gracias!

—Eres demasiado blanda. Te enseñare a abandonar a esos borrachos cuando se pongan insoportables. Pero llévate todas tus tarjetas de crédito el viernes. Me cobrare por adelanto.

—Lo que tú quieras, Oh gran maestra.

Esa tarde mientras intentaba terminar un trabajo final, Isabel no podía dejar de pensar en los amigos que Jack había hecho este semestre. Eran muy fiesteros. Todos los fines de semana salían a ponerse perdidos de borrachos. Hasta los antiguos amigos de Jack le habían preguntado si este tenía algún problema. Tan grande había sido cambio. Isabel había llegado hasta preguntarle Jack si se sentía atrapado por la propuesta de matrimonio que le había hecho durante las vacaciones de invierno pasado.

Ese invierno había sido idílico. Alfonso y Mark rentaron una moderna cabaña en las Highland Escocesas la cual se encontraba a un lago.

Alfonso, el padre de Isabel y Mark, el padre de Jack, eran mejores amigos desde hace ya más de veinte años cuando Alfonso había llegado de España a Inglaterra recién casado con, la madre de Isabel, Lucía. Mark y Elizabeth también estaban recién casados y juntas ambas parejas se habían unido para luchar contra el mundo.

Jack le había propuesto matrimonio una tarde al atardecer junto a lago.

—Isabel —se encontraban sentado lado a lado sobre un troco y él le tomo la mano—, te he amado desde hace tanto tiempo que no recuerdo como era la vida antes de amarte. Te amo con todo mi corazón. ¿Querrías ser mi compañera de vida, mi adorada esposa?

—Si —le respondió Isabel con la voz entrecortada y lágrimas de felicidad corriéndole por las mejillas—. Te amo tanto, te juro acompañarte por toda la vida.

Después que Jack le puso un hermoso anillo en el dedo, corrieron riendo agarrados de la mano hasta la cabaña, donde los esperaban Alfonso y Mark con enormes sonrisas y Elizabeth, la madre de Jack, con los ojos arrasados de lágrimas.

—Isabel —le dijo Elizabeth abrazándola fuertemente—, soy tan feliz que cases con mi hijo, no te puedo decir que vas a ser mi hija, porque ya lo eres. Como deseo que tu madre pudiera estar con nosotros.

—Vamos, no te pongas nostálgica. Pongamos la mesa para la deliciosa cena de compromiso que has preparado—dijo Mark a Elizabeth abrazándola y llevándola hacía el comedor.

—Hija, verte tan feliz es la alegría más grande que me da la vida. No puedo desear nada más.

—Señor, le prometo que siempre la hare tan feliz como en este momento.

—Gracias, hijo, gracias. Que quieras hacer feliz es todo lo que pido.

A Isabel le corrió por la mejilla una lágrima de felicidad idéntica a las de esa tarde de invierno.


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