Persona Nueva

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Su hombro estaba totalmente apoyado sobre la última barandilla de la celda. Justo en la esquina derecha, allí donde le gustaba hacerse de vez en cuando para mirar hacia afuera y tratar de entender que era lo que estaba pasando. Pero su vista poco o nada le permitía ver mucho más allá de sus narices. Aunque sentía que a veces miraba un poco más allá, realmente no había mucho que pudiese hacer por ello. Nunca lo lograba, nunca lograba ver nada de nada. No le frustraba, en su pequeña cabecita eso estaba bien y aunque a veces le frustraba ligeramente, no tenía nada más que hacer por eso. O al menos no sabía una solución.

Fue ese momento en el que oyó que alguien se acercaba, miró hacia los adentros de su celda y entrecerró los ojos. Cuando se acercó un poco más y vio parte de la silueta de Yuto, relajó la mirada y le sonrió un poco al chico.

—Hola—dijo suavemente apenas llegó. Yuto le dio un pequeño movimiento de cabeza para decirle que igualmente. No quería forzar su voz, y Yuya lo entendía—. ¿Sabes que vi hoy? El monstruo Azul—así le solían llamar al Obelisk Force que pasaba por allí— tenía una especie de mancha en la cabeza—se señaló aquella parte con las dos manos—. Era rara y creo que apenas me vio se escapó a alguna parte que logré ver, cuando regresó no tenía La mancha. ¿Qué podría ser?—Yuto se tomó uno de sus pequeños pedazos de cabello—¿Cabello? ¿Tan pequeña? ¿Cómo? Tu cabello es enorme, enorme—hizo que sus brazos se abrieran por encima de cabeza—, así de grande, y es negro con... con...

—Morado—volvió a sonar su voz ronca. Yuya arrugó su boca.

—No hables tanto... es que tu voz... parece que se va a destruir, como hacer: ¡Puch!—exclamó de repente. Yuto asintió algo avergonzado y se dispuso a seguir escuchándolo—Él tenía el pelo pequeño como el mío, y... y... no estaba azul. ¿Puedes creerlo? ¿Crees que lo podamos volver a vez?—Yuto hizo una pequeña mueca y negó suavemente. Yuya hizo un puchero—Sí, to tampoco, pero bueno, da miedo, mancha marrón en su cabeza... me recuerda a la cabeza del hombre morado—Yuto hizo un pequeño amago de temblar. El de ojos rojos bajó un poco la mirada—. ¿Cómo crees que se llame? ¿Tendrá nombre? Nosotros tenemos nombre, ¿él igual?—el de ojos grises hizo una mirada confusa y algo pensativa—¿Sabes? Una vez, solo una vez, cuando todavía no venías conmigo al lugar verde, uno de los hombres azules le llamó "Profesor", no sé si lo oí bien—El chico sin habla asintió—. ¿Ese será su nombre? No me gusta ese nombre, suena feo—infló un poco los cachetes. El otro sin saber que hacer solo hizo una mueca. Entonces Yuya, como era su costumbre, saltó repentinamente de tema, como si aquella mañana se les fuese a acabar rápido y no tuviese más de lo que hablar—. ¿Hueles algo?—dijo con el rostro arrugado. Yuto negó un poco. Olía realmente mal, el lugar era de hecho una acumulación de olores de los largos tres o cuatro meses que tenían allí, o más bien de los que creían que llevaban. No sabían con exactitud cuánto llevaban allí, pero tampoco parecían querer saberlo—Huele feo—hizo una cara de asco y sacó la lengua casi por inercia y Yuto arrugó un poco más la mirada para oler más. Hizo una expresión algo neutra. No pareció percibir nada.

—Vamos—claramente, los dos niños se sobresaltaron al ver a un hombre azul aparecer de repente. Yuya se arrastró un poco hacia atrás y Yuto se fue en contra del recién llegado. Los pechos de los dos subían y bajaban con miedo—. Vamos, hay que salir—volvió a decir. Ellos aligeraron sus expresiones, Yuto se relajó del susto inicial y se fue a ayudar a levantarse a Yuya. El primero le tendió la mano y el segundo la agarró un la usó como un pequeño impulso para levantarse. Los dos hicieron lo que hacían desde hacía ya un par de días, acercarse al lugar donde estaba la puerta y salieron como siempre. Tenían que seguir al hombre a donde quiera que fuese y si se alejaba, solo se encontraría con un montón de puertas cerradas y nada de ventanas, además del hecho que siempre los encontraban y los devolvían al buen camino. Siempre, sin ningún regaño o algo, solo restricciones. Pero tampoco era como si alguno de ellos dos pudiese preguntar. Yuya no quería preguntar nada a nadie que no fuera Yuto o Yugo y el de ojos grises directamente ni podía hablar correctamente.

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