Carta

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—Salgan de las celdas —dijo un azul. Habían sido un par de días desde su aventura nocturna. Era él que tenía los ojos castaños, tenía un gesto cansado, algo amargado, pero estaba bien puesto en su papel. Y con su voz demandaba atención y autoridad. Yuya se levantó casi de inmediato al escucharlo y le siguió Yuto un par de segundos atrás. Yuri fingió seguir durmiendo en el fondo de la celda y Yugo había hecho oídos sordos, él ya estaba fuera de ella. Normalmente no le hablaban a él, así que no prestaba atención alguna—. Todos, quiero que formen una fila. Tenemos que ir a un lugar. Apresúrense —abrió la puerta y los dos levantados estaban formando una fila, como cada mañana al jardín. Salvo las últimas 4 mañanas que habían sido en una oscuridad casi total. No los habían sacado, no los habían llamado. No había pasado nada con ellos. Como si los hubieran olvidado de repente.

—Uh, ¿Yuri? —llamó el de ojos rojos. Yuto miró al de ojos fucsias que se negaba a moverse—Yuri, vamos.

—Yuri —dijo el de ojos grises con su voz ronca. El Azul entró a la celda, tenía una apariencia algo más amenazante.

—Todos deben salir —Yuya notó el tono de voz ligeramente cambiado. Yuri se removió suavemente para arrinconarse más en la esquina. Sin hacer caso siquiera a la voz que le pedía que se fueran. Estaba convencido de que Leo les ocultaba eso de las conexiones, que cuando le habían preguntado y había dicho que dejaran de decir tonterías, era una mentira. El Morado no quería dar respuestas, no quería decir nada. Si no iban a tener respuestas de él que fuera de otra persona. La que fuera—. No me ignores niño —se acercó a él para quitarle su manta desgastada y sucia de sus manos. Yuri ni se inmutó—. Debemos irnos, todos, son órdenes del Profesor —le dijo.

—¿Profesor? —preguntó Yuya girándose un poco a Yuto. Este alzó un poco los hombros y negó suavemente—Sí, sí... pero... ¿crees que sea el Morado?

Tanto Yuya como Yugo era los que más fresco tenían el recuerdo de alguien llamando profesor a alguien en especial. Claro, no estaban seguros en lo más mínimo. Pero al menos creían que se refería a alguien con autoridad por encima de todos y él único que par ellos esta así, era, bueno, Leo. Yuya lo asumió así, Yugo no lo pensaba dos veces y decía que las cosas eran como eran.

Yuto volvió a alzar un poco los hombros.

—Esta es tu última advertencia —le dijo el de ojos café y más edad—, Levántate y ponte en la fila, detrás de los otros.

—¿O qué? —ese día quería probarlos, ese día quería ver que pasaba si no hacía lo que ellos le decían. Llevaba unos días interactuando por los lados con Yuya y si mucho con Yuto. El resto del tiempo se dedicó a pensar. A crear situaciones en las que haría lo que le decían que no hiciera. Vería si era lo mismo que la primera vez que lo sacaron al patio. Quería saber. Y quería encarar—¿Qué pasará si no me voy con los demás? —y para ellos, utilizó una voz algo más burlona y que le decía a los demás que estaba retando. Era desafiante, en las capacidades de niño que tenía. El Obelisk suspiró. Acostumbrado a ese tipo de tonos y de amenazas, le restó toda importancia. Sabía que, si no le hacía algo al niño, este no le haría nada a él. Ellos eran así—¿Qué pasará si me quedo aquí?

El Obelisk chasqueó la lengua.

—Toca al modo difícil —dijo entre cerrando un poco los ojos. El niño no se había siquiera levantado del duelo fue agarrado del torso con firmeza—. Bien, no tengo más opciones para ti.

—¡Eh! —exclamó tratando de liberarse del agarre y de las manos que lo cargaron sobre su cuerpo como si fuera un bulto de papas—¡Suéltame!

—No tenemos tiempo para niñerías —dijo el mayor bufando. El Profesor solo había dicho que no los alterarán. Jamás mencionó nada de obligarlos a moverlos por la fuerza así. Creyó que sería una buena forma de hacerlo—. Ustedes dos —se refirió a Yuya y Yuto—, muévanse.

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