Vista

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—Apártate—le dijo el profesor a Yuto. Este sin embargo tenía una cara de preocupación más grande de la que tenía de miedo. Estaba preocupado y Yuri estaba más bien alfo curioso pero también sorprendido. Yuya, la niña con la que creían haber pasado mucho tiempo, estaba con la cara ligeramente hinchada y con tintes algo rojizos. Una parte de su brazo, aquella donde siempre le habían picado aquellos insectos tan particularmente amarillos, tenía una enorme bola roja. El de ojos grises no podía hacer más salvo empezar a entrar en pánico. El de ojos rojos siempre había sufrido de una picadura o algo así, pero ahora estaba inflado, mucho más parecido a un globo—. He dicho que te apartes.

—Yuya—su voz, que aun destrozada y sin aparente arreglo, logró mostrar lo temblorosa que estaba.

A la fuerza, se retiró. Leo lo había agarrado del hombro y le tiró hacia atrás. Su acto instintivo fue volver a ir hacia él, hacía aquel que lo quería y que parecía mal. Pero el cuerpo del Profesor se puso en medio. Al otro no le importó, le esquivó y trató de llegar a Yuya por todos los medios. El adulto le puso una manos en el pecho evitando que se acercase más y le retiró más. El niño era terriblemente terco.

—¡Que se alguien se los lleve!—gritó hacia la puerta. De inmediato dos Obelisk Force entraron a agarrar a los niños. Ambos fueron arrastrados hacia afuera. Yuto pataleó como era de esperarse. Dio un par de gruñidos que trataron de parecerse aquejar pero poco le sirvió—¡Y tráigame a la médica!

—¡Sí!—dijo uno de los otros soldados cerca. Se fue corriendo hacia alguna parte con prisa. Yuto forcejeaba pegaba, gruñía y se molestaba. Estaba muy alterado y desde su poca voz lograba dar algunos sonidos satisfactorios en cuando a habla. Pero no podía más, no podía seguir gritando de aquella manera tan tosca ni seguir forzándose a hablar. Perdería, perdería constantemente, y seguiría perdiendo hasta que no se hiciera más fuerte que unos soldados con un uniforme extraño.

—¡No!—exclamó Yuya entre lágrimas, era demasiado dolor, se sentía demasiado delicado, demasiado débil—¡Duele! ¡Duele!—repetía. No sabía cómo reaccionar, lloraba constantemente y retrocedía del hombre morado—¡Yuto! ¡Yuto, ¿dónde estás?! Miraba a todas partes lleno de ansiedad, lleno de miedos y perdido en su visión—¡Yuto!

—Cálmate Yuya, cálmate—el Profesor trató de ponerse a la altura del niño, pero este salió corriendo hacia donde creía que estaban los gruñidos de Yuto, o al menos de lo que quedaban de los mismos—¡Yuya!—Leo salió en su búsqueda el soldado con la médica venían corriendo, ella sin entender el porqué de la urgencia, y él totalmente azarado. Akaba logró agarrar al niño de la cintura, un acto que ni siquiera había podido realizar con su hijo aún—Detente.

—Yuto... Yuto...—con sus manos trató hacer que el agarre sobre él se deshiciera. Pero se golpeó en la zona afectada por la picadura de abeja. Chilló—Duele...

La médica entró al lugar, el chico estaba llorando a mares, tenía su cara empapada en agua salada y mocos. La mujer miró con extrañeza al asunto, ella ya sabía sobre las implicaciones del Revival Zero y del niño que estaba allí llorando por aquella picadura, lo que se estaba preguntado, era porque era un niño tan pequeño. Se acercó con cuidado y agarró con delicadeza la mano del chico.

—¿Qué te ocurrió?—le preguntó al niño. Este la ignoró y siguió llorando balbuceando el nombre de su amigo entre fluidos.

—Le picó algo, no sé si sea una abeja o una avispa, pero se puso así de hinchado—informó Leo sosteniéndolo con algo de cuidado, como si temiera tocar más de lo necesario—. Le ha picado otras veces, y ha llorado, pero esto ya es insoportable.

—Quizá sea alérgico a los insectos—de su botiquín sacó un algodón y lo untó con un poco de desinfectante—Tengo que llevarlo a la enfermería.

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