Sólo es trabajo

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La noche era fría y desolada. La luna iluminaba a Miami City en una de sus menores expresiones. La luz era reducida, sólo los faroles alumbraban aquellas traicioneras calles que poco o nada ofrecían. No había nada que ver en esa ciudad para él, excepto una cosa.

Veía la casa desde lejos. Encima de un poste de luz para ser exactos. Estaba temblando y no era exactamente por tener frío. Tenía nervios, nervios de lo que iba a hacer a continuación. Cuando aceptó, nunca pensó en que debía de hacer algo tan atroz, y en más de una ocasión. Pero no podía quejarse, él había aceptado y no podría retractarse. Había dado su palabra. Suspiró una vez más y se bajó de aquel lugar sólo para adentrarse en aquel lugar que supuestamente estaría prohibido. No estaba para nada preparado para los gritos y los forcejeos, procuró tomar precauciones. Lástima que las cosas no le salieron como quería.

—¡Papa!

Al principio creyeron que era un simple murmuro nocturno. Que era solo parte de su imaginario y que en realidad no pasaba nada. Pero no podían estar más equivocados, ese grito había sido tan real como el hecho de que su hijo estaba ahora en manos poco amigables. Yoko fue la primera en despertar. Con pereza se arregló sus amarillos cabellos y se levantó con la intención de saber que había pasado con su pequeño hijo.

—¡Mamá!—oyó como gritaban a los lejos—¡Papá!—y ella no pudo ignorarlo. Se dirigió hacia la habitación contigua de inmediato. Estaba cerrada con seguro. Demonios.

—¡Yuya! ¡Yuya, hijo!—gritó sin esperar respuesta y siguió forcejeando la puerta—¡¿Estás bien!?—Oyó un par de golpes en el interior y se asustó más—¡Yuya, respóndeme!

—¡Ma...!—no logró oír más allá de un par de sollozos y tos posteriormente. Yoko entró en pánico, ¿qué pasaba allá adentro? ¿Por qué su niño estaba llamándolos tan desesperadamente?

Entonces lo recordó.

Claro, tenía una llave para esa habitación. Con desespero volvió a su alcoba y buscó entre los cajones frenéticamente. Entre tanto, Yusho despertó algo alarmado.

—¿Yoko?—preguntó con voz semi adormilaba—¿Qué pasa?

—Oí gritos de Yuya, nos estaba llamando. La puerta tiene seguro—explicó rápidamente sin quitar la vista de su deber. Estaba asustada, demasiado, pero no era nada que no le permitiese actuar—. Algo malo está pasando en esa habitación. Estaba gritando fuerte.

Yusho no perdió tiempo y se levantó. Juntos buscaron con desespero aquella llave. Cuando la encontraron se apresuraron a entrar a aquella habitación. Yoko fue la primera en hacerlo.

Cabe aclarar que de no haber sido por la fortaleza mental y fuertes brazos de Yusho, Yoko se hubiese desplomado en el suelo cual bulto de papas. No podría soportar aquella vista tan atemorizante ni en un millón de años.

Pero, ¿qué otra reacción podría tener una madre al ver una ventana abierta en el vacío cuarto de su hijo?

-.-.-.-.-

Yuto miró a la estructura con algo de miedo y se dispuso a ir por las cuerdas primero, en definitiva aquello le parecía colosal. No sabía si quería o no, pero no pudo evitarlo, le llamaba la atención que podría haber allá arriba, en esa casa hecha de madera. Se enredó un poco en las cuerdas casi cayéndose. Sus fuertes pero pequeñas manos le apoyaron un poco más, se logró reponer y logró llegar a la cima de la estructura de madera. Aún le faltaba un poco de recorrido para llegar al tobogán pero había llegado a la casita de madera, sonrió con satisfacción y miró a su madre sentada algo lejos en las bancas. Le gritó a todo pulmón emocionado por su logro.

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