Creer

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En general, los brillos del mundo real no le afectaban demasiado. Estaba allí, presente casi siempre, intangible e invisible. Pero allí estaba. Mirando como estaban los niños, viendo el transcurso de todo, no era como si de alguna forma él pudiera directamente hacer algo. No más de lo que ya hacía. Sería un derroche de energía. No era como si esta le sobrara. Solo la usaba cuando tenía que hablar con Leo o quería que este le viera necesariamente. O esa vez que hizo una aparición estelar en el pasillo donde estaban los niños. Le gustaba hacer algunas cosas, algo para cambiar el rumbo natural de las cosas. Pero no podía darse ese lujo tan seguido, al menos no sin un propósito.

Así que sonrió suavemente al ver las cosas tan interesantes que se le planteaban por delante. De hecho, él hacía un tiempo previó que eso iba a terminar pasando. Era predecible de alguna forma. Y no podía culparla en ningún sentido. Solo podía agradecerle por brindarle tal cosa y por darle una razón a Leo de desencadenar todo. Al menos era una buena cosa en ese sentido. Solo que no entendía porque se alegraba tanto, si simplemente sabía el resultado.

Leo por su parte, en otra habitación próxima a la sala de seguridad del proyecto Revival Zero, llegaba de Standard. Tenía una expresión muy seria y cansada, sobre todo cansada. Hacía tiempo en el que no le tocaba algo así, una pelea con Himika y un drama de Reiji. No le gustaba eso en lo absoluto. Había tomado tiempo de su trabajo en Academia para tratar de dedicárselos a ellos, podía haberse quedado perfectamente en allí, organizando más cosas para la nueva generación. Más tropas, más preparativos. Pero prefirió irse a ver si podía hacer algo en su casa. Lo único que recibía era eso. Bufaba de solo pensarlo.

Al caminar por el pasillo, hecho una furia, todos se hacían a un lado sin decir mayor cosa. Asintiendo y diciendo "Buenas noches, Profesor" o cualquier cosa. Pero a duras penas algo pasaba. Solo cuando llegó a la sala de observación, cerró la puerta y Timer se apareció en frente suyo, fue cuando de alguna forma sintió que algo estaba mal.

—Es inevitable —y entonces dejó de verlo con sus ojos rojos—, el cariño, me refiero —dijo seco. Leo no hizo más que acercase más, con la cara arrugada. No lo entendía.

—¿A qué te refieres? —preguntó acercándose a él. Ignorando un poco el tablero. Había venido más que nada por protocolo.

—El cariño es inevitable —le dijo. Entonces. él miró las pantallas también—. No puedes evitar el cariño, por más que lo intentes —se toma una pausa. Leo no puede evitar mirar más hacia la pantalla, incrédulo—. No es como si se pudiera evitar. Tampoco es como si habértelo dicho hubiera hecho gran diferencia. Además, no era conveniente. LA hubieras corrido de inmediato. Parte de la salud de ellos depende de Emi, entenderás porque no he dicho nada —dijo como si nada. Dispuesto a sacarle tiempo.

—¿Dónde están los otros dos niños? —preguntó serio, preocupado, y sobre todo asustado. No podía dejar ir a la vestía. Lo odiarían. Lo odiarían mucho. Y nada escaparía de s furia ni mucho menos de todo lo demás. Debía de evitarlo, por el bien de su plan, de su hija, de su objetivo y de sí mismo. Tenía que encontrar a esos niños. Por ello desesperó—Timer, ¿dónde están? —naturalmente había descartado el que hubiesen ido los dos al baño. Nunca hacían que fueran dos al tiempo. Solo cuando se iban a bañar, esto no era momento de eso. No ahora.

Suspiró, tomó un momento para dejar de mirar a la pantalla y mirarlo a él. Con tanta paciencia e indiferencia que asustaba.

—Emi tomó cartas en el asunto después de estos años —alzó las mejillas. Se acomodó su bufanda negra y con sus ojos rojos a medio abrir transmitió una pequeña luz. Una que solo podría haberla notado uno de los niños que se hubiera fijado mucho mejor—. Se los llevará a lo que ella cree es una mejor vida. Un paraíso ficticio que no entenderían, uno en el que perpetuamente estarán preguntándose cosas —pero para ese punto Leo ya había agarrado su trasmisor con rabia. No sabía por cual puerto iba a salir, por donde iba a salir, no sabía nada. Ni siquiera si los niños seguían adentro de la isla. Y todo por quedarse en cara, todo porque le importaban ellos que él decidió llamar como su familia. Aquellos a los que había querido independientemente de saber la verdad—. Quizá obteniendo alguna respuesta o quizá ninguna.

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