Rose Atwood colgaba en la pared un bastidor con un bordado de motivos navideños subida a una silla metálica plegable. Preparaba la exposición para las rebajas de «Navidades en Julio» que celebraba cada año en su tienda, poniendo a mitad de precio los bordados viejos y con un descuento del veinte por ciento en los nuevos durante una semana. Bordar era una afición que requería tiempo, y el verano era el momento ideal para que sus clientes comenzaran sus proyectos navideños para tenerlos listos en diciembre.
—¡Ay! —exclamó al arañarse el pulgar con el clavo. Estaba ansiosa por acabar.
Ese día no experimentaba su mejor estado de ánimo, ya que manejar mercancías festivas le recordaba cuánto se deprimía el Día de Acción de Gracias y el de Navidad. Igual que otras muchas personas, no tenía una familia muy numerosa que hiciera que anhelara la llegada de esas fechas.
Al colgar el último bastidor soltó un suspiro de agotamiento. Bajó con cuidado de la silla y la guardó bajo la mesa que usaba para dar su clase de bordado. Un coche que paró delante de la tienda atrajo su atención. Por la ventana reconoció el Mercedes Benz negro. Pertenecía a uno de sus mejores clientes, Kim Chang Min. Se sentía honrada de tener al famoso magnate de los grandes almacenes en su pequeña tienda. Y era tan amigable, aunque un poco excéntrico, que siempre se encontraba cómoda con él.
Lo observó bajar del coche. Sorprendentemente era bajo, si se consideraba el poder y la posición que tenía en Chicago, pero sus ojos oscuros brillaban con energía y veloz percepción bajo sus tupidas cejas grises. Exhibía un pelo de un imponente gris blanco, y por lo general llevaba ropa de calidad.
Habitualmente iba por la tarde, de modo que le extrañó verlo a primeras horas de la mañana. Observó que se dirigía al otro lado del coche y le abría la puerta a su esposa, Yang Ah. Mujer esbelta y delicada, Yang Ah era de la misma estatura que su marido. Rose sonrió al ver que ésta llevaba el pelo recogido atrás del mismo modo que ella. Ambas también lucían faldas largas y amplias. A Rose le divirtió saber que le gustaba el mismo estilo que a la esposa del millonario. En realidad, Yang Ah había sido su primera clienta, aunque unos años después también Chang Min empezó a ir. Rose se acercó a la puerta de cristal para abrírsela.
Cuando Chang Min cerró la puerta del coche, con el corazón ansioso por llevar a cabo su nuevo proyecto, Yang Ah susurró:
—¿De verdad vas a seguir adelante con esto?
—Desde luego —repuso. —Me huele a desastre.
—Tonterías —dijo él—. ¡Destierra esos pensamientos negativos de la cabeza!
—Soy demasiado pragmática para tener pensamientos positivos —indicó Yang Ah— Sé que no puedo impedirte que le tiendas la trampa a la pobre Rose, pero, ¿por qué debo participar?
—Le caes bien —explicó Chang Min—. Se sentirá más cómoda para aceptar mi oferta si tú estás presente cuando se la plantee. Y además podrás describir a Heechul en términos más halagüeños que los que se me ocurrirían a mí —miró en dirección a la puerta de la tienda y vio que Rose la abría para ellos—. Ahí está —murmuró—. Tú sígueme la corriente. ¡Ten pensamientos felices! Estamos haciendo lo correcto.
—¿Eres capaz de prometérmelo? —lo miró con ojos entrecerrados.
—¡Shh! —tiró de la mano de Yang Ah y se acercó hasta la puerta abierta donde Rose les sonreía—. ¡Buenos días! —saludó a la joven.
—Hola, Chang Min—repuso Rose—. ¡Llegas temprano! Hola, Yang Ah —estrechó la mano de ambos—. ¿Venís a ver lo que tengo en oferta para Navidades en Julio?
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I Will Never Marry You (Con Heechul)
FanfictionRose no podía creer que su suerte había cambiado. El millonario Kim Chang Min le prestaba su piso en Hawái, le regalaba el billete de avión y ponía un coche a su disposición. Todo era demasiado perfecto. Pero... había una condición: debía ir a visit...