La monja no tan monja

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-Yo digo que se la demos de comer a los perros.

-No digas tonterías Dinah.- Reprendió Mani.

-¿Qué? Es lo menos que se merece, ella traicionó nuestra confianza.- Alegó.

Era cierto.

Dejamos que se uniera a nosotras según para ayudarnos y al final ella misma terminó intentando robar la dichosa estera.

Estoy medio dormida, hace una hora Dinah nos despertó a gritos diciendo que había capturado a un "umpa lumpa". Literal, creí que se había vuelto loca, pero al levantarme encontré a la bajita atada a una silla de pies y manos.

Desde que nos despertamos llevamos discutiendo lo que deberíamos hacer con ella.

La única que no ha dicho una sola palabra es Jauregui.

-Sería ideal en este momento dar con la dichosa tienda y acabar con todo esto.- Opinó la rubia mayor.

-¿No recuerdas cómo era la señora que atendía el lugar? Eso podría ayudarnos por si llegamos a ver a la señora.- Normani tenía razón, eso nos ayudaría bastante.

-¿Han visto la película de los Simpson?- Dije de repente.

-No es tiempo para tonterías. Madura, ¿quieres?- Por primera vez en toda la noche Jauregui habló, aunque en realidad lo que hizo fue insultarme.

La miré feo.

-Sí, ¿por?- Mani se mostró más paciente y comprensiva a comparación de la pelinegra.

-Es que la viejita que me vendió la bolita se parece a la gitana que ayudó a Homero.- Expliqué.

-Bueno, tal vez eso sirva...

-¿Y si la dejamos ir?- Todas miramos a Jauregui extrañadas. -Al final no hizo nada.- Continuó, ignorando nuestras miradas. -Ya tienes de regreso tu tonta bola, ¿no es así?- Escupió las palabras.

-Gracias.- Susurró la capturada.

¿Qué se traían esas dos?

¿Por qué Jauregui defendía tanto a la traidora?

Empezaba a considerar la idea de los perros...

-¿Por qué lo hiciste?- Exigió saber Dinah.

Creo que ella fue la que más resintió la traición.

La verdad a mí desde un principio no me convenció la monja.

-En realidad no quería hacerlo...- Por favor, yo no le compro esa. -Es verdad que me enviaron desde el Vaticano.- Reafirmó. -Sólo que no precisamente para salvar al mundo..- Se quedó callada unos segundos. -Ellos no consideran que estés calificada para poseer algo con tanto poder, por eso me dieron la orden de robar la esfera y llevarla al Vaticano para que ellos se encarguen. Fue una orden irrefutable, me dijeron que no puedo regresar hasta obtenerla. -Reveló. -Venía con una idea firme de lo que debía hacer, pero entonces las conocí y me agradaron; yo no quería traicionarlas de esta manera, pero si no regreso ya no veré a mi familia, ellos viven allá y dudo mucho que tengan el dinero suficiente para venir hasta este país. Por eso debía regresar.- Finalizó, su voz se escuchaba sincera, a pesar de eso no me sentía dispuesta a ceder.

-Ven aquí pequeña.- Dinah se lanzó encima de Allyson y la rodeó con sus brazos.

Creí que sería más firme y no se conmovería tan fácil con una historia que bien podría ser inventada.

-Debiste pasarla difícil.- Jauregui se unió al abrazo improvisado.

-Lamento haberte amarrado.- Se disculpó la polinesia.

¿Es en serio?

No sé cómo, pero la monja se ganó a esas dos en cuestión de días, horas quizá.

Se escuchó un ruido sordo, como si alguien intentará abrir.

Normani nos hizo señas de que nos mantuviéramos calladas, se acercó sigilosamente a la puerta e instantes después regresó asustada.

-Hay unos ocho tipos afuera intentando entrar.- Informó con temor.

-Llamaste refuerzos, ¡¿no es así?!- Acusé directamente a la monja.

-No, yo no lo hice, ni siquiera tengo "colegas" como piensas, yo vine sola.- Afirmó.

-Esto es muy sospechoso.- La señalé con el dedo.

Los ruidos de la perilla siendo forzada se intensificaron.

-Chicas...- Exhaló Normani asustada.

-¿Por qué no deseas que estemos en la tienda?- Dijo la chaparrita con obviedad.

-No creo que sea algo tan sencillo como eso.- Comenté ácida.

Se escuchó el crujido de la puerta.

Lograron entrar...

-¡Deseo que todas estemos en la tienda de chacharas!- Grité asustada cerrando los ojos con fuerza.




Deseo concedido... ¿Don o maldición?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora