Capítulo 4.

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|Pensar que todo inició solo por un accidente|

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Apenas supe que
Soy una loca adicta a ti
Y amo cómo me enamoras cada día más
Dame tu mano otra vez
Y mírame sin timidez
Quiero ya descubrir
Lo que siento yo por ti
Si me abrazas no me iré
Y sin voltearme te diré:
"Una tierna velada tendrás
junto a , amor.*

Iba tarareando la canción. Lo admitía, me gustaba la música Vocaloid miemtras iba a la escuela. Desde que mi hermano y Nacchan estaban saliendo todo parecía volver a la normalidad. Además, últimamente no me había topado en el camino con Kotarou, cosa un poco extraña. Sentía que lo hacía a propósito, como en la secundaria. En fin, sí, dos meses habían pasado desde lo de Koyuki-senpai..., y sí, ya era mucho más cercana a él. ¿Cómo lo logré? Fácil: desde que empecé mi plan para conquistarlo, él a empezado a tener más confianza en mí. «Creo que ya superó a Nacchan..., creo...»

Le había preguntado sobre el tema y me dijo que ya no le dolía tanto como al inicio, aunque tuve que inventarme una muy buena excusa de cómo sabía del tema, pues él se mostró desconcertado cuando me decidí a indagar. Y no, aún no me había confesado..., «pero ya pronto lo haré».

—Buenos días, Koyuki-senpai —lo saludé alegremente, acercándome. No sabía por qué, pero sus admiradoras parecían haber disminuido, ¿quizás ya habían encontrado otra presa a la cual acosar? No me importaba en realidad, estaba feliz con poder estar a solas con el senpai.

—Hola, Setoguchi-chan —me sonrió, agitando levemente su mano, con la manguera en la otra, regando sus preciadas flores. «, ya dice mi apellido con el "chan", ¡genial! Eso demostraba que éramos mas cercanos, aunque no esperaba el día en que dijera mi nombre a secas».

—Koyuki-senpai, al rato..., ¿podría ayudarme a estudiar? —Me animé a preguntarle, con timidez. Mi hermano había estado ocupado con el tema de la universidad y no quería molestarlo, por lo que no tenía con quién más acudir que él, aunque me diera pena.

—Claro, en la hora del receso. ¿Pero qué es a lo que no le entiendes? —Ladeó la cabeza a mi dirección.

—A esto —saqué mi libro de matemáticas de mi mochila torpemente—. Mire —se lo entregué.

—Ah, el Teorema de Pitágoras —murmuró él mientras observaba los ejercicios—, claro, esto no es un tema difícil como lo que te vendrá en segundo año, pero con gusto te enseño —exclamó sonriente y me despeinó un poco. «Últimamente hace eso».

—M-muchas gracias —hice una pequeña reverencia, intentando disimular los fuertes latidos de mi corazón. Realmente me sentía feliz.

—No hay de qué —rió por lo bajo.

Τє qυiєrσ |Нiทα y Кσyυкi| [HσทєyWσrкs] ; Sin editarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora