Capítulo VI

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CAMERON

¿Por qué no me había dado cuenta de lo que me pasaba cada vez que estaba ella cerca? ¿Por qué razón no captaba ese movimiento extraño que había en mi corazón cada vez que se acercaba? Soy un tonto, definitivamente lo soy. Ella no lo sabe, y jamás se dará cuenta de todos mis sentimientos. Hay veces en las que siento que soy muy abierto, en las que simplemente espero que el balde de agua me caiga encima. Pero entonces ella sonríe, esa sonrisa por la que pagaría por ver cada momento. Y es que durante todo este tiempo tenía frente a mi a la chica que quería, esa chica de la que me hablaba Jorge, esa que aceleraría mi pulso con solo verla a los ojos. Y vaya que varias veces me ha pasado.

La noche de ayer fue lo más cercano que estuve a consolarla cuando sentía que me odiaba. No soy tonto, y sé que si algo tienen en común la Cenicienta y ella es que son la misma persona. El recuerdo de la noche anterior llega a mi cabeza como si fuera un rayo y no puedo evitar sonreír como un total y completo idiota. El recuerdo de ella y sus lágrimas, el recuerdo de su risa, el recuerdo de su rostro y el recuerdo de sus labios, me hacen sentir como si el haberme devuelto esa noche hasta su casa hubiera sido la decisión correcta a ser tomada en ese momento. Y vaya que si lo fué. Después de ese momento quedé sonriendo como un total idiota. Sin embargo no tengo palabras para describir como me sentí cuando no la ví entrar al salón de clases ese mismo día, admito haberla esperado durante una severa cantidad de tiempo, por lo menos tres horas pegado a la ventana esperando que se apareciese. Pero no lo hizo. Le pregunté a Val y a Larah si algo malo le había pasado a lo que me dieron una respuesta que no esperaba en lo absoluto, ella había venido junto a ellas. ¿Entonces dónde estaba?

Me cansé de correr por los pasillos, de preguntarle a la gente si la había visto por casualidad, ninguna me daba una respuesta. Definitivamente me estaba volviendo loco. Fue entonces cuando la luz de la habitación del conserje se encendió y salió ella. Seguía viéndose igual de hermosa, no había rastros de daño, definitivamente lloraba. Esperé a que me mirara y sin pensarlo ni una vez se arrojó a mis brazos. Esperé que terminara de llorar, cuando al final lo hizo la aparté de mi y limpie cada una de sus lágrimas.

-¿Mejor?.-Le pregunto, ella sonríe.

-Mejor.-Dice pasándose ambas manos por el dorso del pantalón.

-¿Esta vez que pasó? Por favor, dime la verdad.-Le pido.

-Cada vez la soporto menos. ¿Cual es su empeño en creer que soy una criada?.-Suspira.-Me humilla, desea cosas horribles para mí, ya no sé que debo hacer. Estuve pensando en aceptar la beca, pero la verdad es que no es mi primera opción.

-No quiero que hagas algo de lo que no estás segura.-Ella asiente.-Por favor, prométemelo.

-Pero miren a quién tenemos aquí.-Dice una voz a nuestras espaldas. Jade viene tomando la mano de Jorge, ambos tienen instalados una sonrisa que irradia amor.-¿Qué sucede? ¿Los interrumpimos?

-No. No pasó nada.-Dice la pelinegra limpiándose una de las lágrimas.-Absolutamente nada.

-Creímos que se habían escapado, con eso de que no los vimos.-Agrega Jorge, Emma me mira sorprendida. Si, estuve casi dos horas buscándola por todas partes.

-¿No pensarás que te iba a dejar sola?.-Le digo, veo como por primera vez en el día sonríe.-Adoro ver tu sonrisa.

-Ya, ya, cursilongos.-Pide Jade aún sostenida al cuerpo de Jorge.-Me van a dar diabetes si siguen así.

-La verdad es que yo quisiera saber si ustedes son novios.-Les pregunta Emma, la secundo. Jade sonríe. Parece una boba enamorada al igual que Jorge.

Cinderella. «Cameron Boyce»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora