Capítulo VII

74 9 8
                                    

Después de haberlo pensarmelo un par de veces decidí que iba a hacerlo. Iba a contarle a Cameron todo lo que sentía. Para nadie era un secreto que me lo había pensado un par de veces, que el pensamiento me consumía por completo y que me lo estaba tragando para no soltar más de la cuenta varias veces en las que hablábamos. Pero no podía. Sentía que un terremoto iba a detonar en cualquier momento, que no iba a poder salir ilesa de lo que me sucediera. Sentía que iba a meter la pata. Y no fue hasta que Jade me dijo que yo le gustaba que decidí que iba a hacerlo, que iba a confesar al fin mis sentimientos y el como él me hacía sentir. Porque él era mi todo, es mi todo y de verdad que ya no sé como luchar con eso. Simplemente no podía tragarme mis sentimientos como lo hacía cada día. Tenía que ser sincera y decir, soltar, incluso liberar aquello de una vez por todas. No iba a seguirme hundiendo, esta vez iba a tomar la decisión correcta y esa era que el estuviera en mi vida. Porque lo quiero a él en ella.

El día en que decidí hacerlo tuve que lidiar con la bruja mayor haciendo lo que se antojaba. Caminaba de aquí a allá con una sonrisa cargada de sorna en el rostro, le hablaba a sus hijas más de la cuenta. Aquello comenzaba a ser extraño. No fue hasta que puse un pie en la puerta que decidió que lo mejor para arruinarme el día fue hablarme, pero esta vez no empezó con insultos, por el contrario, fue muy dulce, como lo sería una mamá que le desea suerte a su hija en su primer día de clases. El tono utilizado por ella igualmente fue meloso. Con respecto a mis hermanas ella también fueron amables conmigo al igual que su mamá. De acuerdo, he llegado a pensar que sus humores son completamente cambiantes, e incluso que cambian con la posición del sol o algo que se le parezca. Pero si estaban dos cosas claras es que: Uno, actuaban totalmente extraño, y definitivamente no eran ellas mismas. Dos, hoy le diría a mi mejor amigo que es lo que siento por el.

—¿Me permites hablar contigo un momento?.—Me pide Jocelyn.—No será mucho tiempo, lo prometo.

No es que aceptar una propuesta de parte de Jocelyn sea lo más inteligente tomando en cuenta lo infeliz que hace mi vida, pero tengo el presentimiento de que esta vez si logro hablarle a ella voy a poder solucionar todo. Me lleva hasta el cuarto del depósito en donde encontré el montón de zapatos el otro día, no sé por qué pero esto ya no me está gustando tanto. Nos sentamos en un mugriento sofá que hay en una de las esquinas. Todo alrededor está muy sucio, pareciera que nadie se hubiera dignado a limpiarlo, cosa muy irónica ya que me indican limpiar cada lugar, espacio, rincón, inclusive cada sitio de la casa, menos aquí. Se sienta como si ese fuera su lugar preferido y me hace un espacio para que pueda sentarme. Algo en mi cerebro, que supongo es el sentido común me indica que corra y le diga a Cameron todo lo que siento y me he guardado en estos últimos días antes de que sea tarde. Pero claro que no le hice caso, al igual que siempre, y que cada día. Pero de haber sabido lo que pasaría luego, después de eso, les aseguro que no habría entrado.

—Conocí a un hombre cuando tenía apenas dieciséis y me enamoré de el.—Comienza a relatar.—¿Lo sabías?

—Mi padre.—Digo en voz baja, ella asiente.

—Yo, como una niña tonta que había heredado una gran fortuna creí que lo había tenido todo. Era bella, bellísima. Sin embargo eso no era suficiente para ganar el corazón de ese hombre cuyo nombre ya conoces. Tenía carácter, probablemente eso era lo que más me gustaba.—Dice y me guiña un ojo.—Sin embargo al él le gustaban las sirvientas, y me dí cuenta de eso.—Suspira, seguramente recordando esos tiempos.—Venía distintas veces a la casa, gozaba de su compañía. No me llevaba un par de años, seguramente más, jamás conocí su edad. Pero conocía su tipo de mujer, las harapientas y sucias como tú. Tu madre siempre quiso robarme lo que yo quería, de hecho más de una vez la acusé de robo, pero nunca me creyeron. Era perfecta. Tan perfecta que con su sonrisa podía alumbrar una habitación. Y era tan humilde, ¿Y como no ser humilde si no tienes ni un centavo?

Cinderella. «Cameron Boyce»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora