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Febrero dejó paso a marzo y el tiempo no cambió mucho, aunque además de llover hacía más viento. Todos los estudiantes manifestaron indignación cuando en los tablones de anuncios de las casas apareció un letrero que informaba sobre la cancelación de la siguiente excursión a Hogsmeade. Tampoco le di mucha importancia.

Mi horario estaba hasta los topes, no tenía tiempo para mí misma ni un segundo. Las clases y los deberes ocupaban a tiempo completo mi vida, con un poco de suerte podía acercarme cada tres días a la Sala de los Menesteres. Aunque había ocasiones que el pasillo del séptimo estaba ocupado y no podía entrar sin ser vista.

Un día de esos, encontré una niña solitaria en mitad del pasillo, mirando de un lado a otro desorientada. Decidí acercarme a ella al ver que parecía extremadamente preocupada, sin embargo, en cuanto me vio pareció haber visto a un fantasma, dejando caer una balanza de latón que llevaba encima por el susto.

Me agaché para recogerla y, al ver que estaba rota, saqué mi varita para repararla.

Reparo —dije, antes de tendérsela de vuelta—. Aquí tienes.

—T-Tu eres E-Effy —titubeó, con una voz ronca bastante grave para su edad y tamaño. Al darse cuenta de esto se aclaró la garganta, forzando aún más su voz—. ¿Tienes... novio? Quiero decir, eh... E-Eres muy guapa...

Aunque extrañada, me limité a sonreirle.

—No, no, pero gracias. ¿Puedo ayudarte en algo? Pareces perdida.

—¡Tengo que irme! —chilló, con la voz rota, y salió corriendo.

Sucesos parecidos se repitieron los siguientes días, el pasillo del séptimo piso parecía el centro reuniones de niñas de primer curso nerviosas y con las manos de mantequilla, pues siempre algo se desprendía de sus manos.

Volví a ver a Draco en las clases con normalidad y también nos encontramos un par de veces. Pero no era lo mismo, tenía mil dudas en mi cabeza respecto a él pero parecía que me evitaba y las palabras de Myrtle no paraban de rodar por mi mente una y otra vez.

Decidí darme por vencida, me recriminaba a mí misma que no era asunto mío. Tal vez Draco se había comportado bien conmigo unas cuantas veces, pero eso no nos hacía íntimos de ninguna forma. Debía pasar página y concentrarme en los estudios.

Y eso hice, aunque aún conservaba esa espinita atormentándome.

Draco más pronto que tarde se convirtió en mi ancla a la hora de beber sangre, ayudándome a hacerlo aunque no quisiera. La sangre en mis labios aunque era extremadamente deliciosa aún me asustaba hasta la muerte.

—No quiero —me negaba, agarrándole la muñeca al rubio, apartando su brazo lejos de mí—. Puedo aguantar un día más.

—Claro que puedes, pero no debes —insistía, con la sangre en la mano mientras la movía para atraerme—. Vamos.

Resoplé y, angustiada, decidí hacerlo sin más miramientos. Cada vez que bebía tenía sentimientos encontrados, la parte vampira en mí estaba eufórica mientras que la chispa de cordura que aún se aferraba a mí miraba temblorosa con miedo a desaparecer.

Después de eso esperé a que Draco se fuera, como siempre hacía que nos veíamos, pero cuando ya había realizado el encantamiento duplicador aún seguía ahí, cosa que me extrañó ligeramente.

—¿Hoy no tienes algo que hacer? —pregunté, con un tono de reproche que no conseguí disimular.

—La verdad es que me preguntaba si podrías ayudarme con la redacción que ha mandado Snape sobre la mejor manera de enfrentar dementores. ¿Podrías?

—Oh —musité, recogiendo mi mochila del suelo—. Sí, sí, claro. ¿Qué hay mejor que hacer una tarea para Snape? Ah, sí, mil cosas.

—¿Eso es...?

—Eso es un "no entiendes el sarcasmo, Malfoy, pero te voy a ayudar de todos modos" —dije, pasando por su lado para llegar a la puerta.

Tanto la ida como el estar en la biblioteca de Hogwarts fue realmente incómodo. Aunque no me gustaba decirlo, tras el ataque masivo de las feromonas, había pasado de ser una chica más del colegio a ser lo más cercano a una semi veela. Así que la gente no paraba de mirarnos, a Draco y a mí, con celos y sorpresa.

No me gustaba para nada esa sensación aunque a Draco parecía divertirle pues, cuando me volteaba a verlo, tenía una sonrisilla en su boca.

Tomamos asiento en una de las variadas mesas de la biblioteca, que realmente estaba hasta los topes de niños de quinto curso pues se les acercaban los TIMO. Recordé entonces la emoción (y alivio) que sentí cuando recibí mis calificaciones con todos extraordinarios salvo un supera las expectativas en pociones. Pensar que al siguiente año debería presentarme a los ÉXTASIS me ponía los pelos de punta, mejor dicho, pensar en el futuro me ponía los pelos de punta.

Los vampiros no eran muy aceptados aún por el Ministerio, que los (nos) catalogaba como seres pues no somos considerados magos. Algo curioso que leí, y la verdad no me gustó mucho, es que los centauros y la gente del agua protestó por esto al no querer ser asociados con los vampiros. Dicho esto, no tenía ni idea de si podría conseguir trabajo en un futuro.

Intenté distraerme con otra cosa cuando me fijé en Draco, sentado a mi lado, había estado seis años dando clase con él pero debido a mi indiferencia hacia su persona nunca me había parado a mirarlo bien.

Estaba inclinado sobre su pergamino, escribiendo en este con una pluma grisácea las letras finas y alargadas. Me costaba admitirlo pero realmente era atractivo, su nariz recta, labios finos, sus ojos grises tras las pestañas rubias que danzaban vigorosos de un lado a otro de la hoja y su cabello platino que caía por su frente un poco por encima de estos. Era todo en su conjunto un rostro que le robaba el aliento a muchas.

En cuanto me di cuenta de lo que estaba pensando, tosí y apoyé mi mejilla sobre mi mano desviando mi vista a otra parte, fingiendo interés en un estante sobre novelas rosas cuando Draco levantó su mirada hacia mí.

—¿Pasa algo? —dijo, divertido. Me había pillado mirándole.

—Pensaba en que he cancelado mi estupendo resumen para la clase de Transformaciones de mañana sobre las conversiones orgánicas con tal de ayudarte en una tarea que es bastante obvio que puedes hacer tú sólo porque eres lo suficiente listo —contesté.

—Ese resumen tuvimos que haberlo entregado la semana pasada.

—Ya, pero no sé si sabes que cada vez paso más de las clases, igual que tú pasas más de hablar conmigo.

Mi voz se fue apagando a medida que decía esto último. Ambos nos quedamos escudriñando el rostro del otro por unos momentos, en silencio, hasta que fui la primera en apartarse, comenzando a guardar mis cosas.

—Olvida que he dicho eso —dije de manera nerviosa, levantándome de la silla—. No des tantas vueltas con tu redacción, la mejor manera de combatir un dementor es mediante el hechizo patronus.

Después, me fui de ahí con la cabeza agachada y a paso rápido, dejando a un Draco traspuesto a mis espaldas.



Darkest → Draco Malfoy FanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora