19; goodbye

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Había caído la noche, me dirigía nerviosa hacia la Sala de los Menesteres con el galeón falso del Ejército de Dumbledore pasándose de una mano a otra. Habían dado el aviso de que algo iba a suceder esa noche y yo, bueno, ya sabía lo que era. Llegó la hora.

Pasé tres veces frente al tapiz hasta que una puerta se mostró ante mis narices y vacilé en abrirla, mirándola como si fuera un fantasma con todo el peso del cielo sobre mis hombros. Me sentía como una presa condenada a muerte.

Tomé el pomo entre mis dedos y, sin darle más vueltas, atravesé el marco de la puerta. Nada más hacerlo el olor a salitre y a cerrado inundó mis fosas nasales, la oscuridad me perdió un poco hasta que comencé a distinguir mi alrededor gracias a la ténue luz.

Draco estaba frente a mí, justo a un metro o metro y medio de distancia. Me estaba esperando. Estaba cabizbajo y, cuando alzó el rostro, pude ver su rostro descompuesto. Di unos cortos pasos hacia él, permanecía en silencio, sin embargo, sabía exactamente lo que quería decir esa mirada y, acompañada con el aviso del Ejército de Dumbledore, no había duda. Draco había conseguido arreglar el armario evanescente y hoy se infiltrarían en Hogwarts.

—Lo he conseguido —sentenció, dejando en claro lo que estaba en mi cabeza—. Están de camino.

—Sabía que lo lograrías —dije, con un nudo en la garganta.

—No puedo evitarlo, Effy, me matará si no lo hago.

—Lo sé, Draco —contesté, serena—. Ya hemos discutido esto antes. Puede que ayudarte haya sido un error y lo lamentaré, pero sin duda ha sido el mejor error que he hecho. ¿Podemos ahora simplemente...

—¿Hablar? —completó mi frase.

Asentí, haciendo de tripas corazón, intentando evitar pensar en lo que ocurriría después. Había acompañado a Draco hasta aquí pero debíamos seguir por caminos distintos, combatiría contra los mismos mortífagos que ayudé a llegar con varita en mano mientras deseaba que todo acabara.

—Te quiero desde la primera vez que te vi, creo que tenía siete años. Pensaba en cómo impresionarte para que cuando fuera mayor pudiera gustarte tanto como tú a mí —comenzó a decir, con nostalgia y sus iris plata relucientes—. Me llevó casi diez años armar valor para hablarte sin la excusa de tomarte el pelo.

Lo escuchaba atónita, con un revuelo que sólo sentía con él en mi estómago. A medida que el rubio hablaba su voz cada vez sonaba más rota y apagada, como si se fuera a echar a llorar en cualquier momento.

—Quería decirte desde antes lo que era —continuó—, en qué me había convertido, pero cuando te lo dije eso... me aterrorizó porque... tú eres la única persona que puede arruinar mi vida. Y y-yo no puedo... no puedo soportar ser un esclavo de lo que siento por ti, ocultándolo. ¿P-Puedes entenderlo? Estaba asustado por cómo me sentía contigo porque —Dejó escapar una bocanada de aire que salió irregularmente, al chico le estaba costando terminar sin romper en llanto—, Quién-Tú-Sabes me amenazó con matarte a tí también y... es horrible. Es muy horrible porque, de verdad, moriría por tí. Te quiero, Effy. Te quiero tanto que me está matando.

Antes de que me diera cuenta, mi cuerpo actuaba solo. Avancé hacia Draco y, tomando su rostro con mis manos, lo besé ayudándome de las puntas de mis pies para llegar a su altura. En un principio Draco pareció perdido, no sabía qué sucedía, pero pasados unos segundos envolvió mi cintura con sus brazos estrechándome contra él ciñéndome la espalda.

Sentía que volaba. Harry, Voldemort, todos habían desaparecido. Sólo estábamos Draco y yo allí en ese momento infinito ajenos a lo demás. Sin embargo, no podía evitar pensar que aquello era un beso de despedida cargado de sentimientos por ambas partes y, por esto, sus lágrimas se mezclaron con las mías.

Cuando separamos nuestros labios no me alejé, él tampoco lo hizo. Permanecimos allí, abrazados, con mi cabeza escondida en su pecho y él con la suya apoyada en la mía. Nuestras respiraciones eran agitadas y nuestros brazos estrechavan al otro como si al sortarnos perdiéramos a la otra persona.

Entonces, cuando disfrutaba de la calidez de su cuerpo y su olor, unos chasquidos lejanos sonaron acompañados de voces. Inmediatamente después, nos alejamos como si alguien hubiera presionado un botón y de nuevo el miedo inundó mi organismo.

—¿Draco? —se escuchó un chillido femenino—. ¡Muchacho, lo has conseguido! ¿Dónde estás?

—Debes irte —susurró Draco, encorbándose un poco para llegar a mi altura y poder mirarme a los ojos mientras la mujer continuába gritando—. Seguramente... no pueda seguir en Hogwarts después de esto.

—No puedo dejarte —dije, aún con lágrimas en mis ojos—. No quiero perderte, estoy cansada de sufrir.

—Yo tampoco, pero tienes que irte.

Asentí con mi cabeza, temblorosamente, mientras los pasos se acercaban y la desquiciada mujer alzaba la voz. En un último movimiento de cordura, Draco me besó de nuevo cortamente, aunque apenas fue un roce de labios me sentí genial.

—No te olvides de mí —susurré, con mi rostro entre sus manos cálidas y grandes.

Draco negó.

—Nunca me olvidaré de ti, Effy.

Escudriñé su rostro, a sabiendas de que en vistas de lo que ocurriría no sabría cuando lo volvería a ver. Me perdí en la inmensidad de sus iris plateadas com si fuera la primera vez. Sin embargo, la realidad me atizó y tuve que girar sobre mis talones y salir con rapidez de la Sala de los Menesteres para escabullirme del pasillo si no quería comenzar la disputa yo sola. Me reuní con el Ejército de Dumbledore, aún con la incertidumbre en mi cuerpo de cuándo volvería a ver al rubio.

La guerra había comenzado y ambos habíamos escogido un bando.

Darkest → Draco Malfoy FanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora