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Llegó el mes de junio y Draco cada vez se encontraba peor, tan estresado que su físico comenzó a reflejarlo. El rostro de Draco se debilitó, y su complexión se volvió bastante delgada, con sombras oscuras bajo los ojos y un tinte grisáceo en su piel. Había quién creía que esto se debía a que le había mordido y se estaba transformando, más de una vez tuve que recalcar que soy una vampira vegetariana pues le pedí al profesor Snape que en lugar de sangre humana me facilitara de oveja, pues es similar. Y así fue.

Todo mi tiempo lo invertía en Draco, en intentar distraerlo de su realidad. Me contó con detalles todo su plan y estuve dispuesta a ayudarle, no por Voldemort si no por él, aunque siempre le repetía:

—¿Seguro que no hay otra forma? —preguntaba—. Tu padre está en Azkaban, desde allí no puede matarlo.

—No la hay, mi madre sigue en peligro. Además, ya escaparon de allí una vez, Quién-Tu-Sabes podrá entrar en un abrir y cerrar de ojos.

Estábamos más unidos que nunca y era agradable a pesar de las circunstancias. Mi momento favorito del día era cuando nos reuníamos después de la última clase de la tarde a la orilla del Lago Negro para ver el sol caer al horizonte mientras yo lo ilustraba en mi libreta de bocetos o simplemente apoyaba mi cabeza en el hombro del chico para admirar el paisaje.

—Se viene una guerra, Effy —dijo un día, con la vista perdida en el sol que se ocultaba cada vez más entre las montañas—. Ya estamos en ella y... mis padres ya han elegido por mí en québando estaré. Y sé que tú no.

—Me dijeron que me mostrara imparcial —contesté—. Pero voy con Harry, Draco. Él es nuestra única esperanza.

Era irónico, que yo me mostrara favorable al bando contrario al que ayudaba. Hacía guardia en el séptimo piso cuando Draco se encontraba dentro de la Sala de los Menesteres para arreglar el armario evanescente que comunicaba con el de Borgin y Burkes. Tenía sentimientos encontrados; por un lado sabía que lo que hacía estaba mal y quería decirle a Draco que no podía seguir ayudándolo, sin embargo, los sentimientos predominaban y era incapaz de dejarle solo en esto.

Un día estaba sentada a los pies del tapiz con las piernas cruzadas y mi varita reposando en mi oreja derecha mientras leía un libro de herbología con una maceta delante. Ni siquiera tenía la clase de herbología pero el plan era que, en cuanto alguien apareciera por allí, tiraría con un puntapié el macetero causando un ruido de alerta para advertir a Draco de que no saliera.

Fue entonces cuando sufrí un debate moral al ver al mismo Harry Potter doblar la esquina con aires de saber algo. Hice como que no lo veía, mirando el libro que tenía entre manos mientras una discusión se disputaba en mi cabeza.

Si se lo decía a Harry él podría desbaratar todo el plan y la culpa no sería de Draco y Dumbledore viviría, pero supuse que Voldemort no sería compasivo. Estaba entre la espada y la pared.

—¿Effy? —De un momento a otro Harry estaba frente a mí, mirándome desde arriba—. ¿Qué haces aquí?

Harry era bastante listo, de eso no había duda, y seguramente había descubierto que Crabbe y Goyle usaban poción multijugos para transformarse en niñas de primer año y no levantar sospechas en su guardia en el pasillo. Seguramente quería ponerme a prueba por si era yo de verdad o no, pero de todos modos al igual que el resto del colegio él ya sabía que yo era amiga de Draco.

—Repaso herbología —contesté, sin darle muchas vueltas.

—Pensé que habías cambiado herbología por pociones.

—Sí, pero la profesora Sprout me ha dejado examinarme a final de año, quiero ese ÉXTASIS, ¿sabes? —mentí con facilidad, lo cierto es que se me daba realmente bien—. ¿Y tú, Harry?

Al parecer a Harry no se le daba tan bien mentir, supe en ese mismo instante que él ya sabía algo de lo que Draco tramaba o tenía una ligera idea. Podría haberme dicho sin pensarlo mucho que pasaba por allí o algo, pero no lo hizo.

—Daba un paseo —dijo, finalmente, mirándome con sus ojos verde esmeralda a través de sus gafas redondas—. ¿Y por qué no estudias en la biblioteca?

Vaya, eso no lo había pensado.

—Son los exámenes finales y está muy lleno d...

A medida que hablaba me centré en el jarrón con la dichosa planta junto al pie de Harry, pensando en el hechizo Flipendo para derribarlo de manera no verbal y sin levantar sospechas. Ya había tardado mucho para llamar la atención de Draco, si salía ahora sería una catástrofe. Para mi suerte, el hechizo funcionó, dispersando toda la tierra por el suelo haciendo sobresaltar a Harry.

—¡Lo siento! —exclamó, pensando que había sido su culpa—. Fue sin querer.

—No te preocupes, lo arreglo yo —lo tranquilicé, sonriéndo para mis adentros.

Aún así Harry se puso de cuclillas flexionando las rodillas, reuniéndo la tierra en un montón mientras yo solucionaba con el hechizo Reparo el destrozo, con un poco de suerte Draco habría escuchado el estruendo de la arcilla rompiéndose y no saliera de la Sala de los Menesteres.

Avergonzado, Harry creyendo que la maceta se había roto por su culpa, se despidió y se fue. Lo seguí con la mirada hasta que lo perdí la vista y me levanté del suelo, dejando escapar un suspiro. El remordimiento ya comenzaba a crecer en mi interior cuando me acerqué a la pared paralela a la mía y di tres golpes con mis nudillos sobre la pared de piedra.

Inmediatamente después, una puerta se materializó delante de mis narices y salió Draco, pálido como la nieve.

—¿Quién era? —preguntó.

—Harry Potter... —susurré con un hilo de voz—. Draco, esto es como estar en una partida de ajedrez y decirle a tu contrincante tus jugadas. Esto no está bien.

—Te dije que no tenías que ayudarme si no querías, Effy —contestó, con una mirada compasiva e, incluso, preocupada—. Tú tienes opción, yo no.

—Y mi opción es apoyarte. No a Voldemort, sólo a ti. Te lo debo.

—No me debes nada, de verdad.

Me perdí en sus ojos grisáceos que rebosaban sinceridad y, después de lo que pareció una eternidad, negué con la cabeza lentamente, mordiéndome el labio inferior.

—Lo hago por ti, Draco.

Darkest → Draco Malfoy FanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora