El sistema del doctor Tarr y del profesor Fether

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En el otoño de 18..., mientras viajaba por las provincias meridionales de Francia, mi camino me condujo a pocas millas de cierta Maison de Santé, o manicomio privado, del cual mucho había oído hablar a mis amigos médicos en París. Dado que jamás había visitado un establecimiento de esa clase, me pareció que no debía perder tan excelente oportunidad, y propuse a mi compañero de viaje (caballero con el cual me había relacionado casualmente pocos días antes) que nos desviáramos de la ruta por una o dos horas, a fin de visitar el hospicio. Mi amigo se opuso, arguyendo en primer término estar de prisa, y luego un comprensible horror a la vista de un lunático. Me rogó, empero, que la cortesía no impidiera la satisfacción de mi curiosidad, agregando que cabalgaría despacio a fin de darme ocasión de alcanzarlo ese mismo día o, a más tardar, al siguiente.

Cuando nos despedíamos se me ocurrió que podía surgir alguna dificultad para mi admisión en el establecimiento, y así se lo dije a mi amigo. Contestó que, a menos que yo conociera personalmente al director, Monsieur Maillard, o le presentara alguna credencial por escrito, sería difícil que me dejasen pasar, pues los reglamentos de dichos manicomios privados eran mucho más rígidos que los de los hospitales públicos. Pero como él había conocido años atrás a Maillard, tendría el placer de acompañarme hasta la puerta y presentarme, aunque sus sentimientos con respecto a la locura no le permitirían penetrar en la casa.

Le di las gracias y, luego de abandonar el camino real, tomamos un sendero cubierto de pasto que, media hora más tarde, nos llevó a una densa floresta situada al pie de una montaña. Cabalgamos casi dos millas por ese húmedo y lúgubre bosque, hasta divisar la Maison de Santé. Era un fantástico castillo, muy deteriorado, que, a juzgar por su edad y el descuido en que se hallaba, debía ser apenas habitable. Su apariencia me llenó de espanto y, conteniendo el caballo, estuve a punto de volverme. Pero pronto me avergoncé de mi debilidad y seguimos adelante.

Cuando nos acercábamos a la gran puerta noté que estaba entornada y que alguien espiaba por ella. Un instante después se asomó un hombre que se dirigió a mi compañero llamándolo por su nombre y estrechándole cordialmente la mano, mientras lo instaba a que desmontara. Se trataba de Monsieur Maillard en persona. Era un robusto y apuesto caballero de la vieja escuela, de modales muy finos y un cierto aire de gravedad, dignidad y autoridad que impresionaban sobremanera.

Luego de presentarme, mi amigo informó a Monsieur Maillard de mi deseo de visitar el establecimiento, y, al recibir de éste la seguridad de que yo sería bien atendido, se despidió y no tardó en perderse de vista.

El director me condujo entonces a una pequeña sala de recibo muy bien instalada, que entre otras señales de un gusto refinado contenía diversos libros, dibujos, vasos con flores e instrumentos de música. Ardía en el hogar un alegre fuego. Sentada al piano y cantando un aria de Bellini había una joven y hermosísima mujer que, al verme entrar, hizo una pausa en


100 De tar, alquitrán, y feather, pluma. To tar and feather significa untar a alguien con alquitrán y cubrirlo luego de plumas. (N. del T.)


su canción y me recibió con graciosa cortesía. Hablaba en voz baja y todas sus actitudes eran apagadas. Me pareció advertir asimismo huellas de dolor en su rostro, de una palidez excesiva aunque no desagradable para mi gusto. Vestía de luto riguroso y provocó en mí un sentimiento donde se mezclaban el respeto, el interés y la admiración.

Había oído decir en París que la institución de Monsieur Maillard se regía por lo que se denominaba vulgarmente el «sistema de la dulzura»; que los castigos estaban abolidos, que se prescindía en casi todos los casos del confinamiento, y que los pacientes, aunque secretamente vigilados, gozaban de gran libertad aparente, permitiéndoseles que pasearan por la casa y los jardines con todos los derechos de las personas en su sano juicio.

Cuentos - Edgar Allan PoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora