Notas

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La ordenación de las narraciones de Poe plantea un problema de gusto, pues aunque cada cuento sea una obra independiente y autónoma, no hay duda de que todos ellos se atraen o se rechazan conforme a ciertas fuerzas dominantes, a ciertos efectos deliberadamente concertados, y a ese tono indefinible pero presente que conecta, por ejemplo, relatos tan disímiles como Manuscrito hallado en una botella y William Wilson.

Por ello, y puesto que el lector tiende con lógico sentido a leer los relatos en el orden en que se los presenta el editor, parece elemental publicarlos de la manera más armoniosa posible, como, sin duda, lo hubiera hecho Edgar Poe de haber tenido tiempo y posibilidades de preparar la edición definitiva de sus relatos. La mayoría de las compilaciones existentes, sean completas o no, pecan de arbitrarias. Para no citar más que un caso, si se consulta el índice de la muy leída edición de la Everyman's Library (Tales of Mystery and Imagination by Edgar Allan Poe, London, Dent, 1908), se verá que entre El retrato oval y La máscara de la muerte roja aparece El Rey Peste, que rompe incongruentemente toda continuidad de atmósfera en la lectura, tal como lo hace La cita entre La caída de la Casa Usher y Ligeia.

Algunos de los editores han optado por imprimir los cuentos con arreglo a su fecha de primera publicación, suponiendo quizá que ello permitiría al lector apreciar la evolución del estilo y el poder narrativo de Poe. Pero aparte de que esta evolución no existe prácticamente, pues Metzengerstein, el primer cuento publicado de Poe, contiene ya todos sus recursos de narrador, se incurre además en la falta de gusto de colocar en primer término, después del citado, cuatro cuentos relativamente insignificantes (El duque de l'Omelette, Cuento de Jerusalén, El aliento perdido y Bon-Bon) antes de arribar a La cita y Berenice, con el agravante de la probable y justificada perplejidad del lector desprevenido.

En la presente edición se han ordenado los cuentos tomando como norma esencial el interés de los temas, como norma secundaria el valor comparativo de los relatos. Ambas características coinciden en una medida que no sorprenderá a los conocedores del genio de Poe. Sus mejores cuentos son siempre los más imaginativos e intensos; los peores, aquéllos donde la habilidad no alcanza a imponer un tema de por sí pobre o ajeno a la cuerda del autor. De manera general, los relatos así presentados pueden dividirse en ocho grupos sucesivos: cuentos de terror, de lo sobrenatural, de lo metafísico, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje, de lo grotesco y satíricos. Este orden tiene en cuenta la disminución progresiva del interés, que coincide, como dijimos, con una disminución paralela de calidad. Así, los cuentos satíricos del último grupo tienen un valor muy relativo en la obra de Poe, pues les falta verdadero humor, como falta también en la serie que calificamos de grotesca.

Para aclarar esta ordenación —pues no hemos querido intercalar subdivisiones, siempre discutibles e impertinentes—, diremos que los primeros veinte relatos, de William Wilson a Sombra, se cumplen en un clima donde el terror, en todas sus formas, domina obsesivamente. El grupo siguiente penetra en lo sobrenatural con Eleonora, pasando por diversos grados hasta culminar en La caída de la Casa Usher. Ingresamos entonces en una serie de relatos metafísicos, que se cierran con Silencio. Pisamos de lleno la tierra en el


grupo siguiente, el de los grandes cuentos analíticos: El escarabajo de oro y las tres investigaciones del chevalier Dupin. Poe explora luego el futuro y el pasado, avanzando y retrocediendo desde La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall hasta Mellonta tauta. A esta altura del camino nos esperan los bellos relatos contemplativos —casi ensayos—, donde Poe expone su filosofía del paisaje. Con La esfinge pasamos del paisaje real a la dimensión de lo grotesco, que señala asimismo la declinación de la calidad de los relatos. La autobiografía literaria de Thingum Bob, Esq., abre finalmente la serie de los relatos satíricos, octava y última de esta ordenación.

Cuentos - Edgar Allan PoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora