15.

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Estefa se había ido de Bibury una semana atrás. Caitlin no lo supo, hasta que la ausencia en clases la hizo visitar la casa Winters, percatándose de que Melisa se encontraba sola.

No le dirigió la palabra a Erin cuando se enteró que ella ya lo sabía. 

Los días en Bibury pasaban lentos y aburridos. Erin se dedicaba a hacer cada una de sus tareas sin excepción, llevaba una rutina que le permitía no tener tiempo para pensar en nada.

-Deberías andar decalsa por la casa, esas heridas no sanarán si usas zapatos.

Erin asintió en dirección a Holly mientras lavaba los platos sucios de la cena.

Cuando la vio salir de la cocina pasó el peso de una pierna a otra tratando de crear más dolor en ellas.

Se recargó en el lavaplatos y tomó aíre profundamente. Inclinó la cabeza tratando de tomar fuerzas y siguió lavando.

Estefa había creado una especie de encantamiento en el pueblo, no borró a Erik. Tan sólo logro que nadie hiciera preguntas al respecto. Nadie sabía como lo había hecho. 

Caitlin se había dedicado a estudiar distintos libros de hechizos, en uno decía que había una especie de limbo en donde probablemente se encontraba Erik.

-Puede ser que el no este verdaderamente muerto -había dicho hace unos días al telefono.

-No quiero saber, déjalo. Por favor -le suplicó Erin.

-Podríamos traerlo de vuelta, Erin. Escúchame...

Y Erin colgó.

Desde ese día no había vuelto a saber nada sobre Caitlin.

Al terminar de lavar los platos, subió a su habitación. Dobló la ropa que su madre había subido: nueva y colorida. Y después acomodó dos cajas de zapatos: unos converse y unas zapatillas rosas. Se había empeñado en cambiarla, en hacerla sentir menos triste.

Estaba rotundamente prohibido mencionar el nombre de el chico en aquella casa. Nada debía recordarselo. Nada.

Se movió casi mecánicamente en la habitación, hasta el baño y llenó la tina con agua caliente y sales de baño. Se desvistió y se metió al agua.

Las sales de baño le causaban dolor y picazón en las heridas que ya deberían de haber sanado. Pegó su cabeza a la fría pared y cerró los ojos.

El dolor que le propinaban las heridas y los músculos de su cuerpo era su método de defensa. Entre más dolor sentía y más ocupada mantenía su mente, menos pensaba en él.

Desgraciadamente para final del día, cuando recostaba su cabeza sobre la almohada y miraba por la ventana la nieve caer, volvía al inicio. Veía en su cabeza todos los recuerdos que tenía de él y entonces sentía los ojos pesados, sin embargo no podía llorar. Sentía que incluso eso la estaba enfermando.

Cuando salió de la ducha y se puso la pijama sintió su cuerpo caliente y aún así tenía frío. Se metió entre las sabanas y se hizo ovito, temblando.

Los labios temblorosos comenzaron a secarse, adquiriendo una tonalidad morada. Sus mejillas se tornaron rosadas y su piel rápidamente palideció. 

Lucía enferma. 

Estaba enferma.

Holly abrió la puerta para dar las buenas noches. Cuando la vio, corrió hacia la cama y la tomó de las mejillas percatándose de que ardían.

-¿Erin? -la movió varias veces tratando de hacerla despertar-. Cariño, ¿me escuchas?

Los labios secos y morados se encontraban entre abiertos.

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