18.

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Caitlin tocó dos veces la puerta de la casa Devine. El clima era frío, como ningún otro. Movió los pies de un lado a otro tratando de evitarlo, hasta que la puerta fue abierta por la señora Devine.

-¡Caitlin! -saludó con una sonrisa-. Pasa, cariño.

En los meses en que Erin estuvo ausente, los mismos en los que Erik y ella se volvieron más cercanos, los padres del chico y ella se conocieron bien. Ahora los visitaba después de la muerte de su hijo que no recordaban. Los ayudaba en las tareas del hogar y en todo lo posible, tratando siempre de no abrir la puerta prohibida: el cuarto de Erik. La casa aún olía un poco a él.

-Hola, señora Devine -saludó de igual forma.

-Pasa, te debes de estar congelando.

Cuando Caitlin entró a la casa, vio inmediatamente en el sofá frente a ella, la cabellera azabache y rizada de Erin. Se sorprendió cuando ella se giró a verla con una sonrisa triste.

-¿Se conocen? -preguntó la señora Devine.

-Vamos al mismo instituto y somos vecinas -se apresuró a aclarar Erin.

-Oh... ya veo -sonrió la mujer-. Iré por dos tazas de chocolate caliente.

Ambas chicas sonrieron y la mujer desapareció rumbo a la cocina.

-¿Qué haces? -preguntó Caitlin molesta.

-Aún huele a él, ¿no te parece?

-¿Qué haces? -insistió la pelirroja molesta.

-Buscaba algo de él. 

-¿Para qué?

-Para traerlo de vuelta.

-¿Cómo? ¿Ya se lo dijiste a Estefa?

-No y no debes de mencionarlo -negó rotundamente.

-¿Por qué?

-¡Porque esto lo haré por mi cuenta! -exclamó por lo bajo.

-¿Ya te viste? -preguntó Caitlin irónica-. Te ves débil y lo estás. 

-Caitlin, confía en mi. Lo traeré de vuelta.

Erin se levantó del sofá y caminó lo más rápido que sus piernasle permitieron hasta la entrada de la casa. Abrió la puerta al momento que la señora Devine salía de la cocina con una charola en manos y la miraba con expresión confusa.

Erin le sonrió y lavio directamente a los ojos mientras Caitlin miraba todo estupefacta.

-Olvideme -ordenó Erin-. Jamás existí.

La señora Devine le sonrió, como despidiéndose. Caitlin pudo notarlo, Erin apenas lo hizo.

Antes de cerrar la puerta, Caitlin notó que Erin llevaba consigo las llaves que Erik cargaba a todos lados. Quiso correr tras ella cuando supo lo que haría, pero la puerta se cerró de golpe.

-¡Erin! -gritó Caitlin mientras forcejeaba con la cerradura.

Erin la ignoró y siguió su camino hasta el auto de Erik. Cuando Caitlin escuchó el motor del auto alejándose sintió un vuelco en el corazón que apenas le permitió seguir respirando.

* * *

En la radio suena alguna canción desconocida para los oídos de Erin. Había aprendido a conducir en su primer estadía en casa de la abuela. Una de sus amigas, Nikki, le había enseñado lo necesario. 

Sin embargo, manejar no era lo suyo. Sabía que sólo tomaría un auto en alguna ocasión especial o de urgencia. 

Y esta era un poco de las dos.

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