Koi No Yokan

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Esa noche no logro conciliar el sueño, su espalda al igual que su cuerpo dolía por los azotes que le habían dado apenas hace unas horas, provocando que pasara la mayor parte del tiempo sentado sobre su futón sollozando en voz baja, fue hasta cerca de la una de la mañana que Yuko, quizás a fuerza de escuchar sus quejidos durante todas esas horas, bajo en silencio para traer consigo un balde con agua fría junto con algunos pañuelos.



-Acuéstate boca abajo en el futón y descubre tu espalda- dijo de manera seca, introduciendo los pañuelos en el agua, obedeció sin rechistar, no tenía la energía para discutir y sobre todo porque había pasado toda la tarde pensando en una forma para acercarse a ella y poder pedirle una disculpa por las cosas crueles que había dicho


-Yuko...-interrumpiendo su frase por un gesto de dolor al sentir aquel pañuelo húmedo y helado sobre la carne viva de su espalda, aunque solo bastaron unos segundos para que esta molestia se convirtiera en alivio


-Guarda silencio...nuestras hermanas duermen...y tu...tú no tienes que decir nada-


-Si, si tengo...dije cosas que no quise decir...todo este tiempo eres la única que ha sido amable conmigo y yo te agradezco siendo un tonto-


-Bueno...eso si es verdad, eres un tonto Katsuki Yuri...pero...no estoy molesta contigo, yo no recuerdo mucho de mi casa...o de mis padres, así que este es mi hogar, lo único que conozco...pero...tu tuviste una familia...gente que te amaba, debe ser duro perderla de la noche a la mañana, no puedo decir que te entiendo, de hecho, no creo que nadie pueda comprender nunca el dolor de otro, aun si tiene circunstancias parecidas, pero no necesito comprenderlo...solo respetarlo...respetarlo y estar ahí cuando decidas que es el momento de contarme-



Sabía que Yuko era sincera, y eso aunque no lo pareciera, abría otro huequito en su corazón, porque ella sería lo único que extrañaría al escapar de esa vida que nunca pidió, si en ese momento hubiera podido incorporarse, sin duda la hubiera abrazado para agradecer todo lo que había hecho por él, y quizás ella lo intuyo, porque soltó una risa suave en ese momento.



-Tu cabello es un desastre Yuri, es una pena que sea tan bonito y que no lo cuides- deshaciendo un par de nudo con sus dedos y trenzándolo cuidadosamente como tan bien sabía hacerlo y que le recordaba tanto a Mary- Vale, está listo, ahora deja los pañuelos en la espalda, tienen algunas hierbas medicinales que me dio Yakov, dice que te ayudaran y mañana estarás mejor- cubriendo su cadera hasta sus pies con una manta, besando su frente y acomodándose en su futón para quedarse dormida al poco tiempo.


No sabía qué tipo de hierbas medicinales eran, pero realmente el dolor había disminuido en el transcurso de la noche. El día inicio como cualquier otro, iniciando con sus tareas matinales de siempre, apenas Yuko abandono la Okiya para ir al Kaburenjo, sin embargo esta vez no sintió aquella pesadez en el estómago cada vez que se acercaba el momento en el que tenía que ordenar la habitación de Sara, es más incluso ahora se sentía ansioso, porque sabía que le informaría como escaparía para reunirme con su hermana.


-Hoy es el día mi pequeño Yuri- dijo Sara mientras se veía atenta en el espejo mientras él limpia las ventanas, quitando cualquier rastro de polvo que pudiera esconderse en alguna de las esquinas – La lluvia ha sido muy fuerte en esta temporada y le diré a Lilia que necesito que me acompañes para que sujetes mi sombrilla, en cuanto me dejes en la casa de té, tu podrás escapar y reunirte con ella, es más, no podrás decir que no soy generosa...toma- dijo dándole una pequeña bolsa de tela – es dinero...le servirá a ti y a tu hermana para huir, ahora tienes que ser paciente y esperar hasta que anochezca, no antes ¿entendiste?, ni siquiera bajes de tu habitación hasta que mande a Yakov por ti...ahora escucha, encontraras a tu hermana en el distrito del placer, en el otro Hanamachi...bueno, con ese rostro no tenía otra opción que convertirse en puta ¿no es así? - dijo con una sonrisa antes de ordenarle que saliera de su habitación.

Entre CerezosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora