Eran las doce y yo tenía unsueño, era pequeño y estaba desgastado pero tú lo habías guardado en una de esas pequeñas cajas de madera.
Era la una y no quedaba ya más fuerza para seguir sosteniendo mirada alguna.
Eran ya las dos y todavía no te había besado, ni una vez de tantas que quería, de tantas que podría.
Eran ya las doce y apareciste, con aquellos hoyuelos a cada lado de los labios, de la mano de aquel unsueño.
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Supongo que no lo leeras.
Short StoryTres lágrimas y unas pocas gotas de sangre. Un quejido más y, tal vez, algo de ti también.